Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

¿Quién le teme a Daniel Ellsberg? ¿Y a Julian Assange?

“Creo que ya es la hora de que en este país dejen de convertir en héroes de la nación a aquellos que se roban secretos [de Estado] y los publican en los periódicos.”

¿Quién dijo eso? ¿Cuándo?

Richard Nixon, junio de 1971, después de saber que Daniel Ellsberg filtró al periódico The New York Times lo que se conoce como los “Documentos del Pentágono” (The Pentagon Papers).

Ellsberg, un analista militar de RAND, durante mucho tiempo anti-comunista furibundo, entusiasta de la Guerra en Vietnam, al escuchar la voz de su conciencia, llegó a la conclusión de que el público, gente ordinaria como usted y yo, tenía que saber la verdad acerca de esa Guerra en Vietnam. La verdad, porque hasta entonces lo que había hecho el gobierno de Johnson había sido decir mentiras, puras mentiras.

Ellsberg fue acusado de espionaje. Al juez que estaba llevando el caso llegó evidencia acerca de escuchas ilegales realizadas por el FBI para incriminar a Ellsberg. El juez declaró que esas escuchas y otros elementos del caso “ofendían el sentido de la justicia” y decidió no proseguir con el juicio.

Daniel Ellsberg es un héroe. El representa lo mejor de la tradición cívica de los Estados Unidos. En esos duros años en los cuales mucha gente salió a la calle para protestar contra una guerra injusta, él encarnó el espíritu de ciudadanos que optaron por desobedecer a un gobierno que actuaba ilegalmente. Esa es una de las mejores tradiciones de los Estados Unidos.

Otra es el celo ciudadano por demandar responsabilidad de parte de los gobernantes elegidos por el pueblo, de exigir que rindan cuentas y de obligarlos a hacer transparentes muchas de sus decisiones y acciones. Yo no sé de ninguna otra organización en ninguna otra parte del mundo como el National Security Archive dedicada a compilar y analizar documentos producidos por el gobierno de los Estados Unidos, documentos obtenidos legalmente con base en una ley de Libertad de Información.

Lo de Julian Assange no es nada como el National Security Archive, desde luego. Es como lo de Daniel Ellsberg al cuadrado, al cubo, a la décima potencia. Julian Assange no es ciudadano de los Estados Unidos, pero actúa como si lo fuera, encarna lo mejor de ese país.

Como todo en la vida, los Estados Unidos, como nación, como régimen político, como potencia económica y política es una cosa compleja. Parte de esa complejidad tiene que ver con el hecho de que la reacción contra individuos como Daniel Ellsberg y Julian Assange tiene que ver con las características propias de un gobierno, de un sistema que se ha involucrado en muchos asuntos en todo el mundo. Al ver esa reacción, uno piensa, “entre más hablan, más la embarran.” Pedir que declaren a wikileaks una organización terrorista… qué despropósito. En un artículo reciente, Paul Woodward afirma que es la hora de que los Estados Unidos convirtiera en héroes a quienes roban secretos y lo publican en los periódicos. La evidencia que presenta es contundente. Afirma Woodward que si hubiese habido discusión pública acerca de los informes recaudados respecto de actividades terroristas, el atentado del 11 de septiembre de 2001 podriá haberse prevenido.

¿Se acuerdan de Saddam Hussein y las armas de destrucción masiva? Julian Assange, ¿de qué estupidez estás salvando a la humanidad? Cuando los tambores de guerra se agitan contra Irán, con la posibilidad de que ello desate en el Cercano Oriente y quien sabe donde más un verdadero infierno de proporciones incalculables, Julian Assange ha hecho que el mundo se detenga a discutir qué es lo que hay detrás de la niebla y de la fachada.

Estados Unidos tiene los recursos morales para sortear esta crisis. Lo hizo en 1971. Nixon terminó hundiéndose, pero el régimen no se desmoronó, no hubo una hecatombe, como dirían ciertos personajes de medio pelo. Y, sin embargo, no se aprendió la lección. Ahora wikileaks vuelve a poner a los Estados Unidos a prueba. ¿A qué puede apelar? ¿A qué va a apelar? “No le hemos hecho nada a otros [gobiernos] que ellos no nos hagan a nosotros…” dice el representante republicano por el estado de Nueva York, Peter King. “Esto es lo que los diplomáticos … han hecho cientos de años”, dice el Departamento de Estado. Por favor…

No es a Julian Assange, ni a Daniel Ellsberg, ni a ningún whistle-blower (el que hace sonar el silbato, el que filtra información acerca de actividades ilegales de los gobiernos) a quien hay que temer; es a los gobiernos que actúan por fuera de la ley y engañan cínicamente a un público que puede llamarlos a rendir cuentas.

Coda: el año pasado fue proyectado en las salas de cine de Estados Unidos el documental “The Most Dangerous Man in America: Daniel Ellsberg and the Pentagon Papers” (El hombre más peligroso en los Estados Unidos: Daniel Ellsberg y los documentos del Pentágono). Preséntelo en Colombia, distribuidores de cine, que gracias a Julian Assange esto es taquillero. Mientras, “Daniel Ellsberg: Secrets – Vietnam and the Pentagon Papers” en youtube nos da un poco de sabor de una historia memorable y terriblemente actual.

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