Cara o Sello

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Bogotá: los ciudadanos, las elecciones y el reto de los 4 años siguientes.

Basta dar un vistazo a las condiciones coyunturales de la región en la que nuestro país está para entender que su capital, Bogotá, se está perdiendo de una oportunidad de oro en el contexto internacional.

Colombia, Perú y Panamá son, por nombrar algunos, países que han demostrado su potencial como líderes regionales en los últimos años y, en consecuencia, ha habido un desarrollo de sus ciudades principales que salta a la vista, como es el caso de Medellín, Ciudad de Panamá y Lima. Empero, Bogotá, la ciudad más importante en este conjunto de países de la región, que parecen estar en una línea ascendente en cuanto a inversión, infraestructura y otros factores, se encuentra estancada por cuenta de sus últimas administraciones distritales.

Sin entrar en detalles sobre la economía nacional y sólo haciendo referencia a la situación general y a la evidente mejoría de la calidad de vida desde hace más o menos 15 años para acá, es posible decir que lo que ha ocurrido con  la ciudad es lamentable puesto que se ha estado, literalmente, tirando por la borda el potencial que tiene para convertirse en un ‘hub’ regional de comercio, inversión, transporte, entre otros. Eso sin contar “el impulso” que le debería haber dado ‘la caída’ de ciudades como Caracas y Buenos Aires gracias al contexto político de sus respectivos Países.

Es sinceramente increíble que Medellín, Barranquilla y Cali sean ciudades a las que el cambio si ha llegado con la normalización de las condiciones de vida de los Colombianos después de 2002 y no a la Capital del mismísimo país. Sobre todo, desde la posesión de los respectivos alcaldes en 2008, se ha hecho visible el esfuerzo de sus administraciones municipales y distritales por impulsar y transformar la imagen de esas ciudades en el contexto nacional e internacional: Una Medellín innovadora que se renueva constantemente; Cali como ejemplo de que se puede superar progresivamente un pasado marcado por la violencia; y Barranquilla una ciudad en donde sus dos últimos alcaldes (uno de esos vuelve el próximo período) han entendido el poder de su posición geográfica.

Mientras tanto Bogotá se enfrasca, desde 2004, en peleas partidistas; pocos avances y grandes retrocesos en infraestructura; discursos demagógicos; bruscos cambios de Gobierno; en fin. No hay en Bogotá, a la fecha, un sistema de transporte multimodal que funcione a cabalidad; No hay un aeropuerto que esté a la altura de las necesidades regionales; No hay coherencia política para crear un flujo inversionista que ponga en el mapa a la ciudad como parada obligada de los empresarios en América Latina. No hay una red de hospitales confiable ni un sistema de colegios distritales que se destaque. No hay nada o, más bien, hay poco. Ni siquiera los taxis funcionan bien y eso ya es el colmo.

La solución, no se queda en salir a votar por un candidato de izquierda o de derecha, o por un hombre o una mujer. Tampoco es solo votar por el candidato del Presidente o el del Vicepresidente o el de la Oposición. Los Bogotanos (permanentes y temporales) tienen que “ponerse las pilas” con su ciudad. No es salir a depositar un voto y durante los cuatros años siguientes hacerse los de las gafas oscuras. Hay que hacer veeduría y control político constante; ahí si tienen a sus Partidos y movimientos ciudadanos: ese es el momento para hacer uso de ellos además, claro, de todos los otros mecanismos constitucionales para hacerlo.

La cuestión es que este 25 de octubre en adelante los capitalinos deben escoger a un gobierno distrital que no siga botando la oportunidad que tienen, sino que tenga las capacidades para empezar a arreglar los problemas de las pasadas administraciones y así allanar el camino a la innovación, a la inversión y a la inclusión. Este nuevo gobierno, por supuesto, tiene que crear consensos y evitar al máximo las peleas partidarias que usualmente son infértiles y solo provocan el atraso en decisiones importantes.

Sin embargo el reto está en los siguientes cuatro u ocho años; y se trata básicamente de dejar atrás esa incertidumbre y entrar en la dinámica de desarrollo que parece tener todas las condiciones para darse en Latinoamérica, aunque para eso se necesita, repito, unos ciudadanos conscientes y comprometidos. Así que, chachacos –como decimos en la costa– es el momento de que se apropien de su ciudad y empiecen a intervenir en las decisiones trascendentales. Voten bien, vigilen, evalúen y vuelvan a votar.

Rápidamente:

*No crean en la imposibilidad de que Trump se convierta en Presidente. Ese tipo sabe lo que hace, y pues si no gana al menos lo intentó. Entre comentario y comentario, sale a la luz algo que cualquier persona que haya estado en E.E.U.U. probablemente ha sentido: los gringos son ‘trumps en miniatura’, solo que la mayoría de ellos no lo dice abiertamente.

*Recientemente vi una columna que criticaba el nuevo video de la Tierra del Olvido de Carlos Vives por  «ser incoherente con la realidad de la Nación». Personalmente, me pareció algo muy bien hecho y que resalta la belleza natural de Colombia y a algunos de sus artistas. ¿es que no se puede quedar el asunto hasta ahí?¿no puede ser solamente un bonito video y ya?¿Es realmente necesario criticarlo todo en este país?

 

Julio Morales Daza

@JotaMorales

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