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“El Magdalena está llegando al punto de no retorno de contaminación”

A propósito del Día de la Tierra, el gurú de la ciencia de The Nature Conservancy Colombia, Tomas Walschburger, conversó con El Río sobre la urgencia de acercar el conocimiento científico a quienes toman las decisiones en el país.

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Panorámica del río Magdalena, a la altura de Santa Cruz de Mompox. / Herminso Ruiz – El Espectador

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Por: María Paula Rubiano
Periodista Blog El Río y El Espectador

En The Nature Conservancy (TNC) oficialmente tiene el cargo de coordinador de ciencias de Andes del Norte y Sur de Centroamérica. Pero, entre risas, Tomas Walschburger dice que allá lo conocen como el “gurú de la ciencia”. Su papel dentro d la organización de conservación no es menor: desde el principio, el objetivo de esta ONG ha sido acercar el conocimiento científico a quienes toman las decisiones en los países.

Tomas Walschburger es todo lo que su nombre indica: ojos azules, pelo rubio que se va poniendo blanco, tez muy blanca. Todo menos el acento: es colombiano y le preocupa que a estas alturas, el divorcio entre el conocimiento académico y quienes deciden cómo usar los recursos de su país sea tan evidente.

“Yo siento que el Estado en general sigue tomando decisiones muy a ojímetro, pues los vasos comunicantes entre la ciencia y estos personajes siguen siendo mínimos”, dice. ¿Y a qué puede deberse esta situación? ¿será porqué la ciencia a veces no les da la razón sobre la conveniencia de ciertos proyectos?, pregunto.

Él asiente mientras le hago la pregunta y luego me contesta que también puede deberse a que aquí no hay una planeación estratégica de todos los sectores económicos respecto a un recurso en específico. Me pone el ejemplo del río Magdalena, nuestro afluente más importante, donde el 80% de la población ejerce sus actividades económicas y en donde la mayoría de los colombianos se asienta.

En la cuenca, por ejemplo, ya existen 30 hidroeléctricas. Lo que pasa aquí es que el sector hidroeléctrico dice: ‘voy a hacer otras cinco hidroeléctricas’ y se las licencian, pero nadie evalúa el impacto conjunto. Puede que individualmente los impactos sean manejables, pero no sabemos qué hacen todas juntas”, explica Walschburger.

El científico explica que  tras darse cuenta de que no existía ningún criterio que permitiera tomar decisiones allí, desarrollaron una plataforma en donde cualquiera puede calcular que pasaría en caso de que se desarrollen ciertos proyectos en la cuenca del río Magdalena.

“Lo más importante para nosotros era que fuera fácil de manejar, porque de nada nos sirve si se la llevamos a un alcalde y sea tan compleja a nivel técnico que él simplemente decida no usarla. Por eso, tiene una interface fácil, en la que es posible que tú veas el río y pongas una hidroeléctrica en un lugar determinado del mapa y ella te arroja la forma como el proyecto afectaría los caudales, o la disponibilidad de recursos pesqueros, por poner un ejemplo”.

Pero el hecho de que la herramienta exista no significa que los políticos vayan a escuchar lo que ésta tiene por decirles. “Precisamente por eso es importante que la Academia empiece a generar herramientas para que más adelante, cuando ocurra una megatragedia como las de Manizales o la de Mocoa, no puedan “hacerse los de las gafas” y decir que no había información”, dice Tomas.

Pero bueno, y ¿qué soluciones son urgentes en la conversación sobre los recursos naturales en Colombia?

– Uno de los temas que más hemos olvidado es el manejo de los ecosistemas acuáticos- me responde, y agrega: Tenemos el ejemplo, una vez más, del río Magdalena. Es un río que ha alimentado o que alimentó durante muchísimos año a buena parte de la sociedad colombiana, producía 80.000 toneladas de pescado, y hoy estamos como en 30.000.

– ¿Producto de las hidroeléctricas?-

– En parte, y también porque lo hemos contaminado, porque todas las aguas negras del río Bogotá y de las grandes ciudades terminan en el Magdalena- Y aún así, hemos tenido suerte, pues el Magdalena es un río relativamente noble que sigue vivo. Pero esto no durará mucho. Creo que estamos en el umbral donde ya no va a aguantar, estamos llegando a un punto en el que él mismo no se podrá limpiar.

La solución no es fácil: “tendríamos que cambiar la forma como concebimos el valor de los recursos naturales”. Al río, por ejemplo, habría que calcularle el valor del servicio ambiental que nos presta al regenerarse por sí mismo. Tendríamos que entrar en selvas y bosques para calcular la verdadera riqueza de frutos y plantas que hay allí dentro.

“Pero lamentablemente seguimos con la idea de que lo mejor para el país es meternos en miles de hectáreas con monocultivos o en cultivos que no capitalizan nuestras fortalezas naturales”, dice Walschburger. “Nunca hemos sido autónomos para pensar qué productos del bosque y de los ríos no hacen diferentes y por lo tanto, competitivos. Es que me resulta absurdo que en el país más biodiverso de la tierra, estemos talando bosque para poner a pastar vacas o sembrar arroz”, concluye.

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