Yo
trabajé para Rodríguez Gacha
“Un
corazón tranquilo es mejor que una bolsa de oro”. Proverbio árabe.

Fuente: Twitter
Por: Chejo
García
Twitter: @ChejoGarcia @maleconomista
Facebook: El Mal Economista
Instagram: @maleconomista
Atrapado
en un trancón en la Calle 53, ÉEdgar*
saca la cabeza por la ventana de su taxi para calcular la magnitud del atasco
en el que se encuentra. «Esto va para largo», dice. «En las épocas de Gonzalo
esto no era así de congestionado». Se refiere a Gonzalo Rodríguez Gacha, alias ‘El mexicano’,.
uUn narcotraficante
colombiano que entre los años 70’s y 80’s
llegó a acumular una gran fortuna (fue considerado como uno de los hombres más
ricos del planeta por la revista Forbes)
y a enfrentarse contra el Estado colombianode
Colombia en una guerra que cubrió con su manto de muerte a
civiles, miembros de la Unión Patriótica y de la fuerza pública.
En
los 80,’s ÉEdgar
era un pequeño comerciante que traía todo tipo de mercancía (radios,
tocadiscos, televisores) desde Norte de Santander para venderlos en Bogotá. Se
organizó con algunos vendedores y alquilaron un lote en el centro de la ciudad
para poder ejercer su actividad, pero las autoridades amenazaron a los
comerciantes con cerrar sus negocios e incautar toda la mercancía porque
algunos de los productos eran de contrabando. Fue así como decidieron irse de
aquel lote y rentar, con opción de compra, una bodega en el sector industrial de
Puente Aranda para almacenar y vender sus artículos. En dicho sector nacería el
San Andresito de la 38.
Las
ganancias en el negocio no eran suficientes y un día ÉEdgar
se encontró de frente con Gonzalo Rodríguez Gacha. «Fuimos compañeros de
estudio en Pacho (Cundinamarca). Hasta me acuerdo que un día nos fuimos a los
golpes en el salón de clase», comenta ÉEdgar
mientras el semáforo de la Calle 53 con 50 sigue en verde, pero
todos los autos están detenidos. «En esa época Gonzalo andaba por la ciudad con
cierta tranquilidad porque había comprado a mucha gente. Un día me dijo: “ÉEdgar,
¿qué hace ahí perdiendo tiempo y plata, hermano? Véngase a trabajar conmigo”».
Lo
que asustaba a ÉEdgar
era la idea de terminar muerto o desaparecido por
meterse en con un narco. Le comunicó sus
temores a Rodríguez Gacha y eéste le
juró que nada le pasaría, que los que morían eran los sapos y los ladrones, y que lo veía como a un hermano pues habían
compartido momentos familiares en sus años de infancia en Pacho. ÉEdgar
aceptó.
El
trabajo consistía en llevar la comida y el dinero del
salario a los trabajadores en una planta de procesamiento de droga en los Llanos
Orientales. Luego pasó a estar pendiente de ellos. «Tocaba cuidarlos y estar al
tanto de que no fueran a abrir la boca y hablaran de más cuando salieran de
permiso a las discotecas del pueblo». Es así coómo
ÉEdgar
pasó a tener una pistola 9 milímetros en su cinto y un esquema de seguridad
conformado por tres guardaespaldas.
«Para
qué le digo mentiras. Yo allá ganaba muy bien. Gonzalo mantenía una cuenta con
10 millones de pesos mensuales sóolo
para mis gastos», confiesa EÉdgar.
Un día Rodríguez Gacha le preguntó qué tipo de camioneta le gustaba y él
respondió que la Dodge 100. Un par de
días después ÉEdgar
recibió una camioneta de esa marca como regalo.
Así
como sus ganancias aumentaban, también lo hicieron sus responsabilidades. «Hacía
pista: pasaba la avioneta, tocaba tierra y ellos lanzaban unas tulas llenas de
dólares. Yo me encargaba de lanzar la droga dentro de la avioneta en movimiento
porque no se podía detener. No había tiempo para equivocarse, debía estar
cargada antes de que tomara velocidad para el despegue».
ÉEdgar
sabía lo que le pasaba a los que traicionaban a un narco. Por eso nunca se le
pasó por la cabeza robarle dinero a Rodríguez Gacha. «Días antes de la muerte
de Gonzalo, a mí me llegan tres tulas repletas de dólares. Pero... lo que es pa’ uno es pa’ uno, y si está de
Dios que yo fuera pobre, pues ni modos. Prefiero la tranquilidad de la pobreza
a morirme por cualquier centavo. Así que le hice llegar esas tulas y ya», sentencia
EÉdgar
mientras los pitos de los carros empiezan un coro insoportable en
la Calle 53.
Gonzalo
Rodríguez Gacha muere en enfrentamientos con las autoridades colombianas en
cercanías a Tolú, Sucre, en 1989. Una bala destroza su cara y para su
identificación recurren al reconocimiento dactilar. Se manejaron dos versiones
de los hechos: que el disparo fue realizado por miembros de la fuerza pública en
el cruce de fuego mientras Gachaéste
intentaba huir o que, al verse acorralado, decidió accionar una granada e
inmolarse. «“Preferimos
una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos»”,
era el lema de Los
Extraditables.
Tras
la muerte de Rodríguez Gacha, ÉEdgar
decidió retirarse. Había acumulado un modesto capital para emprender algunos
negocios por fuera de la ilegalidad y del narcotráfico. Se abstuvo de ir a
reclamar algunos salarios atrasados por el narco y se alejó de aquel mundo en
el que nadie muere de viejo. «Muchos de mis compañeros fueron a reclamarle
dinero a la viuda de Gonzalo y no volvieron. Un día me llamó la esposa de uno
de mis guardaespaldas para contarme, llorando, que su marido había ido a donde
la viuda y no había regresado. Y efectivamente nunca regresó».
Los
años pasaron y con ellos las buenas y malas jugadas que la vida guarda en su
lista de pendientes para cada uno. Ahora ÉEdgar
pasa sus días recogiendo y dejando pasajeros en su taxi. Asegura que, aunque
nunca más verá tanto dinero y prosperidad como en esa época, prefiere llevar
una vida con lo justo, sin causarle daño a nadie y sin el temor a ser
asesinado. Como dice un proverbio árabe: «“un
corazón tranquilo es mejor que una bolsa de oro»”.
*El
nombre ha sido modificado.