Dejamos atrás los campos de Palencia y llegamos a León, la última provincia antes de Galicia, donde pone fin el Camino de Santiago. El nuestro, al menos, ya que muchos otros peregrinos continúan el viaje hasta llegar a Finisterre y a Muxía, pueblos portuarios en los que, de acuerdo a la tradición, deciden abandonar las botas y quemar su ropa. Esta práctica, una copia del ritual medieval de quemar la ropa en la Cruz dos Farrapos -cruz que hoy en día está en los techos de la Catedral de Santiago-, está desaconsejada por el ayuntamiento de Finisterre, puesto que ensucia el entorno y supone un riesgo grave de incendio dados los fuertes vientos en la zona.
A nosotros, sin embargo, todavía nos falta un poco para concluir nuestro viaje: pasadas las otras provincias castellanas, con sus pueblos con encanto, como Carrión de los Condes y Sahagún -centro geográfico del Camino y donde el peregrino, previo pago de 3€, recibe una credencial que acredita haber completado al menos la mitad de la ruta- por fin llegamos a León.
De pueblos, ciudades, lesiones y ronquidos: historias de los primeros días del Camino de Santiago
Junto a Pamplona, Logroño y Burgos, León es una de las cuatro “grandes ciudades” por las que discurre el Camino. Con 125.000 habitantes, aproximadamente, y ubicada a unos 300 kilómetros de Santiago, destaca por su excelsa gastronomía -la sopa de ajo, la morcilla leonesa, el chorizo-, su gran vida nocturna, con sus vinos y sus tapas en el Barrio Húmedo y el Barrio Romántico, y su maravillosa arquitectura: la Catedral de estilo gótico francés, el Monasterio de San Marcos, la Casa Botines del célebre Antoni Gaudí y la Basílica de San Isidoro, por poner algunos ejemplos.
Aunque todos sus monumentos y rincones merecen mención especial, es, precisamente, esta última la protagonista de esta entrada del blog. En la basílica podemos encontrar el cáliz de doña Urraca y el Panteón Real de San Isidoro. Así, de primeras, no suenan muy imponentes; pero la cosa cambia cuando nos referimos a ellos como el Santo Grial y la “Capilla Sixtina” del Románico.

“En esta visita vamos a ver muchas maravillas, pero hay dos que sobresalen por su importancia: el Cáliz de Doña Urraca, que podría ser el Santo Grial, y el Panteón, donde están enterrados 33 miembros de la realeza leonesa. En las bóvedas y muros de este salón hay una serie de pinturas murales al temple que comienzan con la anunciación y terminan con la crucifixión; estos frescos no han sido restaurados y están perfectamente conservados, convirtiendo a este recinto en la ‘Capilla Sixtina del Románico’”. Esta fue la explicación inicial de la guía, quien, con perfecta dicción, pronunció la última frase con una entonación especial que causó el efecto esperado entre los visitantes: apertura de bocas y ojos, elevación de cejas y algún que otro “Ooohh”.
Cómo recorrer un camino medieval: historia y preparación del Camino de Santiago
Estas reliquias están en el Museo de la Colegiata de San Isidoro, uno de los conjuntos arquitectónicos de estilo románico más destacados de España, construido entre los siglos XI y XII. Contrario a lo que pueda pensarse, para entrar a San Isidoro no hay hordas de visitantes, ni filas kilométricas, como en Roma: nuestra visita estaba compuesta por un reducido grupo de personas, del cual éramos los más jóvenes.
El recorrido inició en la Sala del Cáliz, un recinto de piedra al que se accede por medio de unas escaleras. Al fondo, una caja de vidrio iluminada protege la reliquia: el Cáliz de Doña Urraca, una copa de ónix formada por dos cuencos -el copón y la peana que le sirve de base- que, tras una investigación realizada en el 2014, parece ser el auténtico Santo Grial, es decir, el recipiente usado por Jesucristo en la última cena. Otras teorías, como en el caso del Código Da Vinci, la exitosa novela de Dan Brown, afirman que el término hace referencia a la sangre de Cristo y a su descendencia directa con María Magdalena.

Volviendo a la versión más literal, ¿cómo llegó este tesoro cristiano hasta esta ciudad española? Según cuentan Margarita Torres, profesora de historia medieval en la Universidad de León, y José Miguel Ortega, doctor en historia del arte, el cáliz estuvo en el Santo Sepulcro de Jerusalén hasta el año 1009, cuando la ciudad fue saqueada por Al-Hakam. En el Siglo XI, el Califa egipcio Al Mutansir se la regaló al emir de Denia (localidad al este de España) por ayudar a su pueblo durante una hambruna, y éste luego se la entregó al rey leonés Fernando ‘El Grande’ a cambio de que no invadiera su territorio durante sus cruzadas católicas de reconquista. Después de su muerte, los cuencos pasaron a manos de su hija Urraca, quien conocía su valor y donó sus propias joyas para adornarlo.
Dentro de las pruebas de los investigadores están dos documentos medievales hallados en la biblioteca de Al-Azhar, en El Cairo: la decisión de Doña Urraca de entregar a los orfebres algo que, aparentemente, carecía de valor (demostrando que conocía la verdadera historia de los cuencos) y la representación de la copa en los frescos del Panteón Real.
La visita a la basílica continuó a través de otras estancias del edificio, como la Torre del Gallo (símbolo de la ciudad) y la biblioteca, que alberga 800 pergaminos, 150 códices y más de 300 incunables, entre los que se encuentra la Biblia visigótico-mozárabe del siglo X. Finalmente llegamos al Panteón Real, y lo que vimos nos dejó con la boca abierta: un espacio rectangular de 3 naves, formadas por columnas, capiteles tallados y arcos de piedra, en cuyas bóvedas y muros está representado el evangelio como en un cómic medieval.

Escenas de la Navidad, la Pasión y la Resurrección se mezclan con un calendario agrícola y signos zodiacales. En la escena de la Última Cena aparece la figura de Marcial “el copero” -un personaje de los evangelios apócrifos encargado de repartir el vino- sirviendo la bebida en una copa como la que hemos visto al inicio de la visita, ataviada con las joyas de Doña Urraca.
Una vez terminada la explicación, nos dejaron 10 minutos para admirar la sala con rapidez, no sin antes advertirnos que no estaba permitido hacer fotografías. Mientras tanto, nos contaron que durante la Guerra de Independencia española, Napoleón y sus tropas se acuartelaron en el edificio y usaron el Panteón como establo, abrieron las tumbas en un destello de practicidad y, sin tener compasión con los nobles huesos, las usaron como abrevadero para sus animales.
Como siempre, fuimos los últimos en salir, alargando la paciencia de los guías y guardas que se preparaban para ir a comer. Una vez fuera, decidimos disfrutar del soleado -aunque helado- día y vagar por las calles estrechas y las placitas encantadoras del casco histórico de León: la Plaza de San Marcelo con su fuente y la emblemática Casa Botines -diseñada por Gaudí-, la Plaza de San Martín con sus terrazas repletas, la Plaza del Grano, donde está el Albergue Municipal de Peregrinos, y la Puerta Moneda, una de las antiguas entradas a la ciudad, ya en las cercanías del histórico barrio judío.
Casados sin casa: así empezó este cuento
»Visto León y con las fuerzas recuperadas después de cuatro días de vinos, cañas y tapas con Elsa -amiga que nos recibió a las mil maravillas en su casa-, afrontamos lo que nos queda del Camino. Ya faltaba poco para la anhelada Galicia, que nos esperaba, según los partes meteorológicos, con lluvia y frío.