Ready player number two

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Macross, mi primer amor en los videojuegos

Macross

Si bien recuerdo que mi primer contacto con los videojuegos se dio en el apartamento de mi bisabuela, cuando ella vivía frente a mi colegio, el Liceo de Cervantes El Retiro, en el Atari 2600 (o 5200, no lo recuerdo muy bien) de una prima en segundo o tercer grado, siempre tengo en mi memoria a Macross de NES como el primer juego que probé y que me enamoró.

Solo hasta ahora, más de veinte años después, me vine a enterar que esa nave que se transformaba en un vehículo raro y luego en un robot era una de las usadas en una serie llamada The Super Dimension Fortress Macross, la cual nunca vi pese a estar muy apegado durante mi infancia y adolescencia a toda la cultura japonesa.

Era uno de los videojuegos más sencillos del NES, en la cual había varios imposibles de acabar (de los cuales hablaremos después), pues Macross solo tenía dos escenarios, uno en el espacio sideral y luego dentro de una nave, según creíamos mi amigo (el dueño del Nintendo) y yo.

Aún recuerdo la emoción que sentí cuando destruí por primera vez al jefe, al cual solo hasta ahora veo como un núcleo o una especie de reactor de la gigantesca nave enemiga, pero al mismo tiempo la decepción al ver que Macross volvía a comenzar, pues como muchos juegos, era infinito, uno estaba condenado —por la falta de memoria de la consola— a jugar los mismos escenarios una y otra vez.

Sin más preámbulos, los dejo con un video de Macross, en caso que no hayan podido identificar esta joya desconocida del NES.

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