El sexo no es solo un acto capaz de crear vida. Este performance reproductivo al que románticamente hemos llamado “hacer el amor”, es uno de los placeres de esta tierra que nos hace sentir más vivos.

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Pero ¿por qué algo tan instintivo, se ha llenado de tabúes y se ha idealizado a niveles insospechados?

Gracias a la falta de educación, a la educación distorsionada, a las películas, a la publicidad y en general a una sociedad tapada. Hombres y mujeres han sufrido las frustraciones que conlleva ser un ser sexual. Por ejemplo, hemos creído por años que “el tamaño importa”, que existen mujeres incapaces de tener orgasmos así estén físicamente preparadas para tenerlos. Que el sexo debe durar toda la noche. Que masturbarse es un acto prohibido, aunque irónicamente se diga que “el que niega la paja niega la madre”. Hemos crecido creyendo que el sexo tiene que ser tan sexy como en Hollywood, o salvaje como en las películas porno: sin mucho diálogo, incoherente y por todos los agujeros. Y que todas las mujeres debemos estar dispuestas a todo, por todos los lados. Que todos los hombres deben ser supermachos. Que el sexo lésbico es el único acto gay atractivo y socialmente aceptado. Y como si fuera poco, que para comprar un producto sexual hay que ser un perdedor o una persona demasiado “open mind”.

Nosotros mismos nos hemos encargado de llenar de mitos uno de nuestros actos más naturales. Y lo hemos rodeado de estereotipos, prohibiciones, frustraciones, embarazos no deseados, enfermedades, traumas y muchas otras desgracias.

Es por eso que es hora de sacar el sexo de la cama y llevarlo a la mesa. Porque es hora de hablar abiertamente de la importancia del acto sexual tal y como es. Hoy todos: heterosexuales, homosexuales, bisexuales, transexuales, pansexuales, asexuales, etc. Tenemos la oportunidad de dejar la ignorancia de lado para comenzar a disfrutar mucho más de nuestra sexualidad.

Es hora de sentirnos plenos y libres con nuestros cuerpos, nuestras fantasías, nuestras parejas y ser mejores seres humanos para esta sociedad.

Es hora de follar sin prejuicios porque es natural. Porque todos los animales lo hacen y nosotros somos animales. Sí, follemos por placer, por curiosidad, por amor, por ocio. Follemos porque es saludable para nuestro cuerpo y nuestra mente.

Pero comencemos por el principio. Entendiendo que somos nosotros los que tenemos la responsabilidad de tomar las riendas de nuestra sexualidad. Es decir, no solo follemos. También autofollémonos. Y sobre todo eso. Porque solo a partir del autoconocimiento y la exploración de nuestros propios genitales y las partes más sensibles de nuestros cuerpos, estaremos mejor preparados para conocer otros.

Hagámoslo ahora mismo. Pero hagámoslo divertido, con confianza, con amor por nosotros mismos. Mirémonos a un espejo, observemos nuestros órganos sexuales, toquémonos, amemos cada parte, así como queremos y cuidamos el resto de nuestro cuerpo. Cuidemos nuestro clítoris, vagina, pene, bolas, ano y mantengámoslos ejercitados y saludables.

Amémoslo a él, a ella, a ellos, pero sobre todo, amémonos a nosotros mismos. Y aunque estemos grandes para actuar como niños. Exijamos nuestro derecho a jugar y a usar juguetes. Aprendamos a manejar un vibrador, un masturbador, un lubricante, unas bolitas chinas y entrenemos nuestros músculos pélvicos y nuestros orgasmos.

Follemos para existir, pero sobre todo para darle significado a nuestra existencia.

Escrito por Alejandra Garavito.

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