Más allá de la medicina

Publicado el jgorthos

TRAUMA DE ALTA ENERGIA: UNA PANDEMIA SILENCIADA

Sin darnos cuenta vivimos en una sociedad que ha desarrollado tecnología que hace parte de nuestras vidas y nos hemos adaptado y acostumbrado, por ejemplo, a los registros de viajes tras atlánticos de menos de 12 horas o a velocidades de trenes balas que superan los 250 km por hora y que se ven con normalidad en Europa.

En nuestro contexto colombiano las vías de automóviles están más cercanas y nos olvidamos de sus interacciones. Cuando compramos automóviles, nos fijamos en los elementos de seguridad, pero pocas veces tenemos en cuenta el entorno. En nuestras ciudades las motocicletas son un enjambre de seres humanos sobre un motor de dos tiempos, con cilindrajes potentes que prometen velocidad y hacen el salto al detestable embotellamiento de automóviles de nuestras ciudades, pero con poca o ninguna seguridad.

La Organización Mundial de la Salud publicó el año pasado algunas estadísticas que son bastante dicientes de lo que hoy manejamos con familiaridad y es una pandemia. Anualmente se dan aproximadamente 1.3 millones de muertes por accidentes de tránsito, calculan que esos accidentes equivalen al 3% del producto interno bruto de cada país; en los países de medianos o bajos ingresos se producen el 93% de las defunciones y el rango de mortalidad está entre los 5 a 29 años principalmente. El 50% de esas muertes afectan a peatones, ciclistas y motociclistas.  Por todo lo anterior, la Asamblea de las Naciones Unidas pretende lograr una meta en la mitad de la reducción de esas estadísticas para el año 2030.(World Health organization, 2021).,

Desde el inicio de la pandemia, a finales de 2019, por el coronavirus se han registrado 5,6 millones de muertes en el mundo; sin embargo, la cifra del trauma por vehículos supera un poco más el millón anual. Así, podríamos ver que estamos embebidos en una pandemia silenciada o, ¿será que nos hemos acostumbrado a esta realidad y la incorporamos como algo normal de la realidad del mundo moderno?

La semana pasada vimos como un querido colombiano, dedicado al deporte profesional, que ha llevado la bandera de Colombia a los más alto del ciclismo, fue víctima de un accidente de tránsito, que le ocasionó lesiones personales de altísima gravedad, y se volvió en otra estadística más de esa pandemia del trauma.

Diagnosticado con trauma de alta energía, todos los colombianos quedamos atónitos con esa difícil noticia y, mientras muchos pensaban anticipadamente en los futuros campeonatos ciclísticos del deportista y su posibilidad de volver a competir; pocos reparamos en la sumatoria de lesiones que pueden comprometer la vida del paciente y en la manera de enfocar ese paciente para superar el riesgo de muerte, en la forma de minimizar los daños de varios órganos y, de alguna manera, tener una persona por quién luchar minutos después de haber traspasado el umbral de la sala de emergencias.

Revisemos algunos datos en trauma que son fundamentales. El tiempo en que se produce el accidente o la lesión y la atención por parte del equipo médico. Por ejemplo, en la Primera Guerra Mundial el tiempo oscilaba entre 12 y 18 horas, en la Segunda Guerra Mundial fue de 6 a 12 horas; en la guerra de Corea, entre 4 y 6 horas, (M. M. Manring PhD, Alan Hawk, Jason H. Calhoun MD, FACS, 2009).

Los tiempos de atención son fundamentales, pero en nuestro país este factor se ve afectado por varias circunstancias. Como en el Macondo de Gabo, la guerra de ambulancias por ganarse el herido y llevarlo al sitio donde en ocasiones reciben alguna retribución, sin importar que tengan que atravesar toda una ciudad  o pasar disantos hospitales. En ocasiones no sabemos cuál debe ser el sitio ideal para la atención de un trauma de grandes magnitudes y eso implica centros especializados, con equipos formados de manera permanente en estas patologías. Se debe saber qué operar, que no operar y cuándo hacerlo. El trauma es interdisciplinario, no depende ni de un hospital ni de una persona, implica una mirada integradora y entender el trauma de alta energía.

Ese término nos ubica en nuestros estudios de bachillerato, cuando en física nos enseñaron las leyes de Newton y aprendimos que la energía cinética es la ecuación multiplica el cuadrado de la masa por la velocidad. Pues bien, el trauma de alta energía hace referencia a esos Newtons que se generan de impactos superiores a 50 km / hora; dependiendo de la masa tenemos el efecto producido por esa energía cinética que destruye los tejidos de quienes sufren en el accidente. (Cuacuas Cano et al., 2008).

Cuando miramos con el espejo retrovisor debemos ser muy agradecidos con la evolución de nuestro campeón del ciclismo, Egan Bernal,  que probablemente al sufrir un trauma de alta energía en la vía pública permitió que se alinearan las variables que pueden dar un mejor desenlace clínico: el tiempo de traslado del lugar de los  hechos, llegar a un centro especializado en trauma, contar con un equipo formado en trauma que aplicó los protocolos internacionales dando inicio al  damage control, que no es otra cosa que priorizar el control del daño, contener las lesiones mortales en los primero minutos y logar el mejor manejo de los tiempos quirúrgicos, la selección de cirugías, la elección de implantes, el soporte del cuidado crítico en trauma y el  proceso de rehabilitación. (Tscherne & Regel, 1996)

Nos queda seguir optimistas por su evolución y tener los mejores deseos para que Egan pueda volver a competir en lo que a él más le gusta.

Hoy la reflexión es: si el ciclismo es practicado por tantas personas en nuestro país, ¿por qué vemos a diario decenas de aficionados lanzándose solos a las vías nacionales, como si fueran inmortales en la mitad del tráfico de la ciudad sin protocolos de seguridad o vías secundarias o terciaria adaptadas y custodiadas para tal fin?

Este es un reto para los ministerio del deporte y de transporte y para de los disantos entes gubernamentales para que implementen campañas que hagan efectivas las normas existentes para unos y otros: deportistas en la vía, automotores y motocicletas y, de esta manera, tengamos menos tragedias en nuestros ciclistas, representantes del deporte más querido por los colombianos y que nos han dado tantas glorias internacionales a lo largo de la historia.

 

 

 

Cuacuas Cano, V., Escobar Martínez, M., Torres Méndez, J. L., & Hernández Aureoles, E. (2008). Trauma de alta energía y su respuesta inflamatoria sistémica. Artemisa En Línea, 4(1), 1–12. http://www.medigraphic.com/pdfs/orthotips/ot-2008/ot081h.pdf

  1. M. Manring PhD, Alan Hawk, Jason H. Calhoun MD, FACS, R. C. A. M. (2009). Treatment of war wounds. Clin Orthop Relat Res, 467, 2168–2191. https://doi.org/10.1007/s11999-009-0738-5

Tscherne, H., & Regel, G. (1996). Care of the polytraumatised patient. Journal of Bone and Joint Surgery – Series B, 78(5), 840–852. https://doi.org/10.1302/0301-620x.78b5.0780840

World Health organization. (2021). Traumatismos causados por el tránsito. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/road-traffic-injuries

 

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