Más allá de la medicina

Publicado el jgorthos

EL PLANETA AZUL SE HA SALVADO: ¡LA HUMANIDAD HA DESAPARECIDO!

 

Bill Gates se ha dedicado a estudiar a profundidad una serie de temas que afectan la humanidad, entre ellos la producción de energía en el planeta y el cambio climático a causa de las emisiones de dióxido de carbono -Co2- y de otros gases de efecto invernadero.

Los países que más producen Co2 son en su orden: China, Estados Unidos, India, Rusia, Japón y Alemania. Pero, ¿cómo controlar dichas emisiones? EL 68% de la emisión de CO2 está asociada a la generación de energía; le siguen los procesos de agricultura con un 12 % y otros procesos industriales con un 7 %.

Creeríamos, entonces, que la energía atómica es una de las opciones lógicas en la etiología del problema. El reactor en desarrollo de Bill Gates llamado “Reactor de onda viajera” teóricamente lograría el autoabastecimiento prolongado y disminuiría los riesgos de operación con el subsecuente error humano que causó las catástrofes de Chernóbil y Fukushima.  La energía nuclear genera vapor de agua y el uso de los isotopos es prolongado, permitiendo así que la pieza del pastel disminuya de manera importante estas emisiones y el efecto invernadero.

Pero como todo es susceptible de ser discutido y las aproximaciones son diversas, vale la pena reflexionar sobre el contenido del artículo “World Scientists’ Warning of a Climate Emergency”,  publicado el 5 de noviembre de 2019, en la revista BioScience.

En este escrito sus autores William Ripple, Christopher Wolf, Thomas Newsome, Phoebe Barnard y William Moomaw, de las universidades Estatal de Oregón, Sydney, Ciudad del Cabo y Tudts  advierten su preocupación moral y su obligación de alertar al mundo sobre la emergencia climática que enfrenta la Tierra.

Estos investigadores retoman la inquietud expresada en la Primera Conferencia Mundial sobre el Clima, realizada en Génova en 1979. Allí hace cuarenta años los científicos recomendaban las medidas que debarían tomar los Estados frente al inminente cambio climático.

Esas recomendaciones fueron ratificadas en Rio en 1992, Kyoto en 1997 y París en 2015. Hasta acá todo tiene sentido de urgencia y una legitima preocupación mundial por lo que nos pude suceder y que está sucediendo.

El mencionado artículo ratifica que en el cambio climático influyen variables como el  crecimiento de la población mundial, la caída en la tasa de fertilidad, el aumento de rumiantes, la producción de carne para el consumo humano, la deforestación, la tala y quema de bosques en la Amazonia en Brasil, el incremento del consumo de energía, el crecimiento del transporte aéreo de pasajeros, la crecida en las emisiones de CO2 y la  caída en el precio del carbón, entre otras.

Dicen, además, los investigadores citados que el secreto es disminuir los combustibles fósiles buscando energías renovables y limpias; bajar la generación de contaminantes de corto plazo como son el carbón, el metano y los hidrofluorocarbonados.

También enfatizan en la necesidad urgente de recuperar los ecosistemas marinos, las sabanas, valles, praderas, humedales y bosques.

En temas de alimentación sugieren dejar de consumir carne de rumiantes, disminuir los cultivos para pastoreo y sembrar vegetales para los humanos.

Debe restringirse la sobreexplotación de procesos extractivos y plantean la importancia de crecer el producto interno bruto, reducir la desigualdad y mejorar el bienestar humano.

Del mismo modo, está su planteamiento sobre la población y muestran el incremento de 80 millones por año o 200,000 diarias, ante los cual sugieren la reducción de la población con políticas de esterilizaciones y hablan de la equidad de género.

Aca es donde me parece que uno tiende a perderse… Pienso con visión de macrobioética sobre las responsabilidades que tenemos con el planeta y con las nuevas generaciones.

En 1975 el filósofo judío aleman Hans Jonas (1903-1993) escribió El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica (editoriall Herder), en el que llama la atención sobre el crecimiento técnico-científico de una sociedad que, de manera pragmática somete al planeta a nuevos desarrollos, cuyos impensables resultados impactan  al planeta.

Jonas dice que “El valor o bien máximo es la existencia de esta especie animal distinguida ontológicamente por su libertad y autonomía, por su grado de autoconsciencia y responsabilidad, es decir, por su condición espiritual y moral”.

En su concepto de ética, Jones sostiene que “el hombre es el único ser conocido que tiene responsabilidad. Sólo los humanos pueden escoger consciente y deliberadamente entre alternativas de acción y esa elección tiene consecuencias…”

Entonces, lo que debemos asimiliar con claridad y total responsabilidad es el momento actual del planeta y de la humanidad. Si asumimos la existencia como el bien máximo no tiene sentido creer que la reducción o minimización de los seres humanos sea la manera de evitar la catástrofe apocalíptica anunciada.

El principio de precaución o el mandato de cautela es precaverse ante un mal posible, es no sólo un bien, sino una responsabilidad moral. Esto facilita entender quiénes son los protagonistas y los responsables de las decisiones con sus implicaciones hoy y en el futuro.

Hans Jonas  en su principio de responsabilidad dice con claridad:  “En la medida en que es el destino del hombre, en su dependencia del estado de la naturaleza, el referente último que hace del interés en la conservación de ésta un interés moral, también aquí ha de conservarse la orientación antropocéntrica de toda la ética clásica”.

Así las cosas, qué nos pueden responder los 11 mil científicos que respaldan el artículo citado al comienzo de este escrito a esta sencilla pregunta: ¿Si acabamos con la humanidad, entonces, quién salvara a esa humanidad?

Es el momento de pensar que las decisiones que se tomen no estén supeditadas al estudio de una colonia de cobayos, a los cuales puedo disminuir esterilizando las hembras para que la comida alcance mejor en mi cálculo racional.

Quizás debemos superar análisis técnicos y pensar en la preponderancia que tiene la persona humana, en su dignidad y trascendencia, donde no cabe la hipótesis que al disminuir la población humana, baja la emisión de efecto invernadero y se salva el planeta. Como si al mismo tiempo, en el mismo laboratorio, se calcula número de vacunos y el total de la población en el mundo.

Me vuelvo un defensor del análisis de Bill Gates que, con una visión de Pareto y ponderación, quiere atacar el mayor productor de Co2 en el mundo. Los demás elementos pueden caer en una ideologización del problema y en una discusión bizantina que, en lugar de aportar, ataca la dignidad de las próximas generaciones.

Con la visión de la Teoría de la responsabilidad pensemos qué debemos hacer y cómo aportamos realmente al problema de la emergencia climática.

Considero un imperativo acogernos a los dictámenes de la Asamblea General de Naciones Unidas que, el pasado 1º de marzo, declaró los años comprendidos entre el 2021 y 2030 como la década para la restauración de los ecosistemas.

Según la ONU, “restaurar a gran escala los ecosistemas degradados y destruidos es una medida probada y eficaz para luchar contra el cambio climático, mejorar la seguridad alimentaria, la recuperación de los suelos degradados, el suministro hídrico, la protección de la biodiversidad y de los bosques”.

Así dejaremos de un lado el embeleco de la reducción de la especie humana y diremos con responsabilidad ¡el Planeta Azul se ha salvado!

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