
“Οὐ δώσω δὲ οὐδὲ φάρμακον οὐδενὶ αἰτηθεὶς θανάσιμον, οὐδὲ ὑφηγήσομαι ξυμβουλίην τοιήνδε..”
“Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo.” (Fragmento del Juramento Hipocrático, Siglo V, A.C) (Marke, 2004)
Cinco siglos antes de Cristo los griegos definieron un marco deontológico para quienes decidimos servir al formarnos como médicos, que privilegia el respeto por la vida humana. El conocido juramento hipocrático ha sido un símbolo deontológico que acompaña el quehacer del médico y marca la relación médico-paciente de manera tutelar.
A propósito de lo que ha venido sucediendo en las ultimas semanas respecto a la eutanasia, me parece pertinente y oportuno plantear algunas reflexiones desde la orilla de los médicos, para comprender un poco lo que ligeramente se viene tratando en redes sociales y en otros medios de comunicación.
No me quiero detener en la discusión jurídica de cómo la Corte constitucional se impuso y, de alguna manera, se extralimitó en sus competencias sobre el poder legislativo. Es lo que un ciudadano a pie formado en la justicia, la paz y la democracia entiende como una violación al equilibrio constitucional que nos hace daño como sociedad y termina polarizando y enfrentando posiciones que deberían darse naturalmente en los escenarios propios para tal fin. Esperemos que las personas conocedoras de la ley y las normas pidan esas correcciones y aclaraciones y que se recupere el equilibrio de esos poderes constitucionales.
La eutanasia ha tenido varios momentos a través de la historia. En la Grecia antigua existieron corrientes que fomentaban el suicidio y que eran condenadas por aristotélicos, epicúreos y pitagóricos. En el Imperio romano, Suetonio decía que cuando el emperador Augusto tenía información sobre la muerte rápida y sin tormento de alquien “pedía para sí y los suyos una eutanasia semejante”. Epiceto (50 – 130 d.C) predicaba la muerte como una afirmación de la libre voluntad.
En la Edad Media se da una postura con la creciente civilización cristiana en contra de la eutanasia; por ejemplo, Santo Tomás de Aquino condenaba la eutanasia por tres razones: “por ir en contra del amor que el hombre se debe, asimismo, por ir en contra de la sociedad, y contra el amor de Dios”. (Ignacio Sánchez Cámara, 2019)
En el Renacimiento, de nuevo, surgieron corrientes que veían la eutanasia como una salida digna a la enfermedad con sufrimiento.
Por otro lado, aparecen las visiones religiosas, como el budismo que va en contra de la eutanasia, porque acabar con la vida no evita el karma que a cada uno le corresponde ni evita las reencarnaciones; el judaísmo, que predica el respeto por la vida desde los mandamientos entregados a Moisés; en documentos religiosos, el islam prohibe la eutanasia; y la Iglesia católica habla del respeto por la dignidad de la persona humana y la sacralidad de la vida, que sustenta y argumenta desde lo bioético, moral y la revelación de la fe (Enrique Miret Magdalena, 2003).
Ahora tratemos de entender porqué en Colombia estamos llegando a un punto sin retorno, camino a la legalización de un procedimiento, impononiéndonos un concepto antropológico distinto. Entre lo legal, ético y moral el asunto se zanja con un pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia que, con su validación legal quiere convertir en ético, moral y justo un procedimiento frente a los posibles usuarios.
En adelante, podremos pedir un nuevo “beneficio” al plan básico de salud; como en una miscelánea, ahora nos ofrecen la eutanasia. Es decir, quienes aportan al sistema de salud como empresas y trabajadores ayudarían a hora a financiar este procedimiento.
Los cambios culturales en la historia de la humanidad también podrán modificar el enfoque de lo que llamamos o definimos como la dignidad de la vida al morir; mientras que en el juicio de Nuremberg se vivió el juzgamiento por la muerte de aproximadamente 275.000 personas en Alemania con la operación T4, que fue el plan de eutanasia definido por la corriente imperante del nacionalsocialismo, entre 1939 y 1941, en el siglo XXI estamos buscando despenalizar y favorecer la decisión individual y transferirla al sistema de salud, que es quien en definitiva realiza el procedimiento.
Desde mi punto de vista el principal problema para entender el tema de la eutanasia es la visión antropológica de la persona. Aquí es cuando se debe entender cual es el sustrato de vida que estamos tratando como médicos y enfermeras.
La palabra dignidad se convierte en un vocablo con significado que integra la vida humana y le da el nivel que esa vida significa para la sociedad, para la familia y la transformación del mundo.
Sin embargo, cuando el equilibrio del concepto de vida se fragmenta y, de manera ideológica, se justifica de acuerdo con las libertades individuales, estamos terrenos movedizos, donde la vida toma significados disímiles, según con el lente que se enfoque.
El ciclo de la vida humana va teniendo distintos procesos de desarrollo, según la sociedad donde se genere; la llamada esperanza de vida al nacer (el promedio de años que vive una determinada población, nacida en el mismo año) depende de una suma de variables que logra subir los promedios de vida y hace que las distintas sociedades se diferencien de otras por este indicador. Por ejemplo, en Colombia el promedio de vida es de 74,3 años, en Estados Unidos,76 años; Países Bajos, 79 y en Italia de 80 años (Datos Macro.Com, 2021).
Estos datos, de alguna manera, sintetizan los esfuerzos de los sistemas sanitarios, las economías y los soportes sociales de los diferentes estados. Cuando aparece la eutanasia, este indicador puede variar de acuerdo con la normatividad de cada país. Ya no calcularemos según la historia natural de la enfermedad, sino con base en la determinación de las personas que hayan optado por el suicidio asistido entonces, se alterará el registro de mortalidad y empezaremos a comparar la mortalidad natural vs la artificial. La dignidad de la persona humana no permite congraciarse con la eutanasia. Es creerse dueños de la vida y moralmente capaces de acabar esa vida. La vida es sagrada y la opción de acabarla no es lícita si en verdad se entiende cual es el valor de una vida.
Por otro lado, estamos frente a la concepción del sufrimiento, que es lo que motiva en definitiva la necesidad de pedir el suicidio asistido al sistema de salud. Toda enfermedad conlleva a un sufrimiento inherente, cada persona lo vivirá de manera distinta. Pero la forma de enfrentar ese sufrimiento no puede ser acabar con la vida. El personal de salud debe ofrecer a sus pacientes esperanza, compañía.
Lo que vemos de manera repetitiva es que el enfermo queda abandonado a su suerte en el sentido de la pérdida de acceso adecuado a los sistemas de salud, presenta carencias en la red de apoyo familiar, problemas socioeconómicos y soledad al enfrentar la enfermedad.
Esto hace que el paciente quede en un callejón sin salida donde la eutanasia soluciona rápida y efectivamente todo el sufrimiento que encarna lo anterior. Por esta razón el procedimiento no debería ofrecer de manera libre y espontanea el acceso a la decisión de la eutanasia; pues el paciente presenta un conflicto de intereses y un nivel de subjetividad difícil de manejar y controlar. Es necesario un acompañamiento del sistema de salud que asegure el buen tratamiento y soporte al paciente, que se exijan las redes de apoyo y se pueda asesorar el soporte familiar.
La eutanasia es la forma para terminar con el mito de Sisifo que muchos pacientes viven por su condición, por el abandono de la familia, carencias de servicios de salud y por la pérdida de oportunidades para revindicar el valor de la vida humana. Error ético de quienes la ofrecen.
Llegamos a los cuidados paliativos que son una oportunidad antropológica única y necesaria para cuidar, soportar y apoyar mejor a nuestros pacientes. Carlos Centeno, un médico consagrado en el estudio y formación de cuidados paliativos, en la Universidad de Navarra, en España, define los cuidados paliativos como “medicina moderna, centrada en la persona, atendiendo sus necesidades y respetando las prioridades y objetivos del enfermo. Con la medicina paliativa se fijan nuevos objetivos : el dolor, los síntomas, lo emocional, la familia, también los problemas espirituales y existenciales” (Centeno, 2021).
En Colombia la Ley 1733 de 2014 permite y da la posibilidad de acceder a los cuidados paliativos a todos los colombianos como un derecho y, de manera interdisciplinar, enfrentar y manejar las distintas enfermedades y evitar pensar en términos de eutanasia.
Los cuidados paliativos ayudan a recuperar el cuidado integral de los pacientes, a dignificar la vida de las personas, aparecen herramientas que soportan las distintas situaciones y defienden la vida entendiendo el sufrimiento y acompañando al paciente y sus familias a lograrlo.
De manera que la atención de los cuidados paliativos debe centrarse en la persona y demostrar que la relación médico-paciente estará siempre definida por ese principio hipocrático de “no harás daño”; siendo así, podemos impactar en los pacientes y sus familias nuestra razón de ser ante el sufrimiento y que prime la vida sobre la promoción de la muerte voluntaria.
Centeno, C. (2021). La medicina paliativa centrada en las personas consigue aliviar y acompañar. Amigos Universidad de Navarra. https://issuu.com/amigosunav/docs/amigos_31_ok_ba_def/s/11936996
Datos macro.com. (2021). https://datosmacro.expansion.com/demografia/esperanza-vida
Enrique Miret Magdalena. (2003). Eutanasia,filosofia y religión. HUmanitas, Humanidades Médicas, 1(1), 113–120.
Ignacio Sánchez Cámara. (2019). EL VALOR Y LA DIGNIDAD DE LA VIDA TERMINAL. PROLEGÓMENOS FILOSÓFICOS PARA UNA CRÍTICA DE LA EUTANASIA. Cuadernos de Bioética, XXX(98), 45–53. http://aebioetica.org/cuadernos-de-bioetica/archivo-on-line/785-no-98-enero-abril.html
Marke, H. (2004). I swear by Apollo, the Hippocratic Oath is obsolete. N Engl j Med, 30(2), 60–63.