Más allá de la medicina

Publicado el jgorthos

LA SALUD EN CAMPAÑA PRESIDENCIAL

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El 2017 cierra de vertiginosa y ruidosamente en cuestión política. Listas de todos los colores por aquí y por allá, coaliciones, candidatos, propuestas y planes que pretenden obtener el favor de las mayorías, llegar al poder y, en el 2018, entrar por la puerta grande a la Casa de Nariño.

En los últimos veinte años, cada cuatrienio, tenemos el caballito de batalla de la paz y ahora que se firmó con las FARC y que el ELN está sentado en la mesa de diálogo, todos hablamos de post conflicto, sin saber exactamente sus implicaciones.

El presupuesto de la nación para el 2018 se ajustó y, en términos reales, lo destinado a salud aumento apenas un 0,1 % del PIB. Esto debido a la contracción generada por la estrechez fiscal, a la necesidad de contener el gasto de la nación y a la urgencia por favorecer la inversión.

Como ya sabemos los nombres de los cantidatos a la Presidencia de la República, hagamos un ejercicio sobre qué deben contener sus propuestas sobre el sector de la salud para los próximos cuatro años.

Un sistema de salud debe ser visto en diferentes niveles y con distintas perspectivas para poder entender qué tan bueno es para los ciudadanos. Entre otras variables están: infraestructura, financiación, gobernanza y estructura. Precisamente en días pasados la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas presentó el informe mundial de centros de salud y Colombia quedó en el puesto 48, entre 99 países evaluados. El promedio fue de 74,4 y nosotros obtuvimos 80.6.

En nuestro país tenemos 2 médicos y 1,5 camas hospitalarias por cada 1 000 habitantes. El gasto en salud es del 7,20% del PIB y el gasto de bolsillo corresponde al 15,35% del gasto total.

En promedio, los países con mejor desempeño en salud gastan entre 10,07% y 9,85% de su PIB; su gasto de bolsillo es bajo, oscila entre el 12,13% y 17,13 %; tienen un bajo nivel de riesgo de gastos catastróficos para la atención quirúrgica; el gasto aquí está entre el 2,29% y el 7,29%.

En las últimas dos décadas, Colombia ha logrado adelantos indiscutibles en aseguramiento, cobertura de la población y mantener la salud como derecho constitucional. Sin embargo, las brechas frente a desenlaces de salud, la calidad en la atención y el financiamiento del sistema aún son incontrolables y no llenan las expectativas para lograr estabilizar el sistema.

¿Qué esperaríamos entonces del futuro presidente en términos de salud?

Creo que lo primero es establecer un modelo de atención en salud que hoy no tenemos. Suena absurda la frase, pero es real. Los pacientes acuden indiscriminadamente a los servicios de urgencias, la consulta externa especializada se encuentra saturada, con reprocesos en atención, consumo de recursos, demoras en la atención y, por supuesto, ineficiencias diagnósticas.

Un alto número de colombianos se han acostumbrado a que cada síntoma sea manejado por especialistas y subespecialistas del segmento corporal o la enfermedad y no tenemos una visión global del enfermo.

Por ejemplo, si me duele el hombro, no busco un médico, sino que exijo un cirujano especializado en artroscopia del hombro. Este es uno de tantos ejemplos.

El modelo debe garantizar acceso al sistema en forma racional y centrada en el paciente y no en el gasto o en la red del asegurador exclusivamente. Debemos lograr médicos familiares apoyados por médicos generales  que sean protagonistas de la atención, que brinden esquemas de tamizaje y atención de manera preventiva, con el fin de bajar las necesidades de especialistas en el primer acercamiento. Como médico no estoy de acuerdo con la palabra «medicos resolutivos»; pues suena a proceso administrativo de descongestión y no a una atención en salud concreta. Lo que necesitamos son «buenos médicos» que ayuden a los pacientes y el curso de cada paciente en un modelo de salud fluya a favor del paciente y no del asegurador. Hay que disminuir la consulta de supra-especialidades; lo que necesitamos no es médicos para enfermedades sino para pacientes.

Los servicios de urgencias se deben descongestionar y que la mayoría de las necesidades de atención sean ambulatorias en centros de consulta externa,  clínicas especializadas en patologías que afectan epidemiológicamente a la población; por ejemplo clínica para obesidad, hipertensión, diabetes, falla cardíaca, etc . De esa manera se disminuya un poco el porcentaje de población que consume la mayoría de los recursos por falta de políticas claras de salud pública.

Redes de atención. Mientras las redes estén basadas exclusivamente en la integración vertical de los aseguradores, los pacientes serán sujetos de procesos que controlan el costo pero que no se acercan a la realidad de la enfermedad, ni de sus familias o necesidad especifica. Las redes deben asegurar la geo-referenciación del paciente, promover el cuidado  en la salud, evitar la movilidad innecesaria y poder controlar la gestión del riesgo en salud de cada grupo poblacional. No son las mismas necesidades de salud de quienes viven en Ciudad Bolívar, en Bogotá, o las de quienes viven en el municipio de Chía. Los determinantes en salud son diferentes.

Hoy la red moviliza por hospitales de tercer y cuarto nivel a enfermos y a sanos, sin contar con estas diferencias. Las redes deben ser mixtas entre aseguradores y centros de atención. Lograr defender el costo de la UPC basado en el control epidemiológico y no en la reactividad de grupos poblacionales abandonados en su realidad, puede favorecer el objetivo primordial de las redes y no creer que las redes son listas de hospitales que controlan exclusivamente el acceso de pacientes a servicios.

Se debe balancear la realidad de los hospitales y asegurar que las EPS administren los recursos y no se vuelvan contructores de infraestructura. La Upc debe asegurar la salud del paciente y no dedicarse a facturar eventos y procedimientos únicamente.

Calidad del sistema. Los colombianos quieren sentirse bien tratados, con oportunidad y adecuados desenlaces en salud. Esto se mide con el seguimiento de indicadores. En este caso, la Superintendecia Nacional de Salud debe analizar periódicamente los indicadores, tomar medidas preventivas y no limitarse a entregar balances.

El estímulo de EPS y de hospitales acreditados debe potencializar esos esfuerzos para darle a los pacientes seguridad, acceso y adecuados niveles técnico – científicos en el manejo de su condición clínica, entre otros aspectos. Si tenemos los mejores hospitales de América Latina eso lo debe capitalizar el gobierno y allí fomentar mejores niveles de atención en salud.

La calidad debe ser una. No puede ser que unos pocos se esfuerzan por dar lo mejor a pacientes y familiares y que sus esfuerzos sean vistos y evaluados de la misma manera y con los mismos raseros con los cuales se califican a los pocos ineficientes. Se debe, entonces, motivar esos esfuerzos con mejores accesos a la financiación, incentivos en recursos, facilidades en importación de suministros, etc.

Financiamiento del sistema. Esta debe ser una responsabilidad tangible y medible y no pura demagogia. El único sector de la economía en donde una factura se paga después de 90 días de haber prestado el servicio es el de la salud. Esto es «macondiano». Imaginen que es equivalente a ir a un restaurante, consumir los alimentos, luego irnos a casa y días después decir que no pagamos el postre pues nos pareció costoso y el arroz apenas un 80 % porque estaba frio.

Estas prácticas «normales» han permitido el crecimiento indiscriminado de las carteras morosas en los sonados casos de Saludcoop, Cafesalud y ahora Medimas. Se castiga a quienes prestan servicios de obligatorio y legal cumplimiento legal y luego proveedores y clínicas a quejarse al mono de la pila.

La irrupción del sistema de facturación electrónica deberá mejorar la obligatoriedad de los pagos, los tiempos de los mismos y que sea en la Supertintendencia o los jueces quienes determinen si los pagos o las facturaciones son legales.

Se debe desestimular que el pago sea una creciente cuenta de nuevas tecnologías y medicamentos. Los pagos y reconocimientos deben garantizar el servicio de salud de los colombianos y no promover pagos por fuera del sistema, que hacen imposible que el gasto en salud sea racional.

Aunque la salud es un derecho constitucional, se debe lograr que sea la Supersalud la que defina y vigile los tratamientos. Así el gasto de bolsillo deberá crecer para quienes puedan pagar complementariamente atenciones de acuerdo con su condición.Los copagos deben ser proporcionales a las capacidades , de lo contrario no existe el principio de subsidiariedad.

El candidato que en campaña asegure que es infinita la cobertura en salud y su costo esta asegurado es un mentiroso y no conoce la real situación del sector. NO podemos estar tranquilos con la deuda de las EPS a las IPS, que hoy supera los ocho billones de pesos. Eso es corrupción y falta de gerenciamiento del sistema. El candidato debe poner limites en el gasto en salud, controlar la irrupción de tecnologías basado en las necesidades de la mayoría de los colombianos y no de unos pocos.

Si se lograran estrategias en estas líneas de atención, seguramente nuestro sistema de salud se fortalecerá, los desenlaces de salud de los colombianos mejorarán y estaremos ante un mejor constructo salud – enfermedad.

Porque a todos los colombianos nos cabe responsabilidad en el buen manejo y desarrollo del sistema de salud, el voto a conciencia es una obligación. Cambiar tejas y lechona por óptimos servicios de salud no es buen negocio.

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