Mi generación se abrió con el viaje del hombre a la Luna, vimos como los aviones pasaban muy rápidamente la barrera del sonido y moverse en el mundo pasó de ser una aventura a cruzar el océano Indico de manera normal , se desarrolló el microchip que poco a poco convirtió el aparatoso computador que ocupaba edificios a un electrodoméstico más que invadía los hogares , un día nos metimos en una red llamada internet y empezamos a relacionarnos con gente en cualquier parte del mundo, la ciencia avanzaba con todo lo que alrededor de la computación nos daba mejores estrategias diagnosticas y terapéuticas, los antibióticos evolucionaron de manera geométrica pero así mismo las bacterias mutaban haciéndose resistentes porque todos creíamos que las gripas se manejaban con antibióticos que comprábamos en cualquier supermercado.
Colombia desarrollo un sistema de salud muy criticado en la actualidad, pero pocos recordaban el atraso que existía antes del 93. Hoy todos tenemos acceso al sistema, otros planes complementarios y otra medicina privada. Nos parece normal una resonancia, un tratamiento de cáncer, un bypass coronario etc. Con ningún aporte de bolsillo porque para los colombianos pareciera es más prioritario un teléfono de última generación que pude superar 4 salarios mínimos mensuales que aportar para la salud.
El mundo se ha volcado por los cambios de pensamiento; vimos caer el muro de Berlín en 1989 que arrastró la extinta Unión Soviética y demostraba con hechos y datos que el comunismo y el socialismo habían fracasado en el sueño del superhombre de Nietzsche, en el sueño de sociedades volcadas al “partido”, grupos humanos homogenizados destinados a construir la sociedad perfecta como una colmena de abejas. Por el otro lado el capitalismo creció avasallando cualquier límite, donde la capacidad de tecnología, bienes y servicios fueron generando una sociedad de valores distintos a lo tradicional, los países desarrollados monopolizaron el poder económico y fue creciendo una brecha de la desigualdad en países donde la inestabilidad política favorecía el hambre , la desnutrición y el atraso social ; eran oportunidades de negocio para los vendedores de armas , los traficantes de personas y el permanente negocio del narcotráfico que mantiene las llamadas “drogas recreativas” del primer mundo que pagan cifras astronómicas por gramos de cocaína o anfetaminas.
La oferta y la demanda determino que la “mass media” iba mostrándonos que el sueldo de un futbolista diario podría ser lo que un trabajador promedio se gana en un año, los ingresos de un famoso cantante también era parte del crecimiento desproporcionado frente al ciudadano corriente, así la sociedad tuvo el espacio y el tiempo de re-pensar desde la tecnología y el poder de los hallazgos científicos como jugar a ser “como dioses”. Así creció lo referente a la manipulación de embriones, la fertilización in vitro donde el ejercicio de lograr un embrión implantado dejaba por fuera los efectos colaterales como la pérdida de 8 embriones por un ensayo o dejar en neveras millones de embriones abandonados esperando nuevos ensayos o donantes para la ciencia. La gestación humana se convirtió en un producto basado en un llamado “derecho” de la madre, pero no del hijo; donde apareció el concepto interrupción voluntaria del embarazo; procedimiento donde desde lo jurídico se protege y justifica acabar con esas vidas in útero con todo un movimiento ideológico que así lo defiende. También llegamos a una visión como si fuera racionalizada desde el libro III de la República de Platón donde: “cada ciudadano tiene un deber que cumplir en todo estado bien organizado y habrá que establecer una legislación para el estado que cuide de los ciudadanos bien constituidos de alma y cuerpo, pero respecto a los que no son sanos corporalmente se les dejará morir». Aquí llegamos a otra oleada de nuevos derechos ahora basados en poder favorecer la eutanasia en el ámbito médico; es decir legislar sobre un acto eutanásico en manos de los médicos que nunca se formaron para quitar vidas. Y otro impulso social que se ha venido dando es todo el tema de la llamada ideología de género; donde la biología ahora fue llevada a una relación secundaria, donde el ADN expresado en los cromosomas tampoco era importante, lo que en clasificaciones de la psiquiatría clásica eran consideradas alteraciones en el objeto sexual ahora fueron normalizadas con discusiones sociales gigantescas que dividen los grupos humanos. Y para finalizar esta introducción el concepto de familia también ha querido ser discutido y según las necesidades son redefinidas y ya una pareja heterosexual con hijos no necesariamente es el antes llamado el “núcleo de la sociedad”.
Lo anterior es apenas un listado de elementos que han redefinido nuestra actual civilización y que en resumen ha generado un relativismo ético que nos ha llevado a una civilización “moderna” pero con zonas grises y elementos que superan el derecho natural y fundamenta sus principios en ideologías que quieren gobernar desde las minorías.
Nos parecía común escuchar la etiología del resfriado común era un virus y así manejábamos esa realidad. Pero que es un virus? Y cuando se estudia la definición nos genera una percepción de algo extraño no considerado como vida. Dicen las definiciones que es un “agente” acelular infeccioso que solo se multiplica dentro de las células de otros organismos. partículas formadas por ácidos nucleicos, es decir, moléculas largas de ADN o ARN, rodeados de proteínas, con capacidad para reproducirse a expensas de las células que invaden. Sin que sea un acuerdo general los virus entonces han evolucionado con la humanidad y de maneras diferentes han hecho su presencia en la historia de la misma cuando afectan de manera notable poblaciones y generan epidemias.
Cuando Orson Wells hizo la adaptación de Herbert George Wells de la guerra de los mundos de 1898 en 1938 y con una transmisión en directo por radio nacional en los Estados Unidos se empezó a narrar una invasión alienígena en New Yersey se presentó pánico y la gente llego a creer que era verdad lo narrado. La obra muestra como en la tierra ya estaban ocultos estos invasores y fueron activados por los visitantes y lograron que fuera imposible combatirlos, la gente se aisló, se escondió, pero fueron diezmando la población mundial, tenían que vivir en sótanos y refugios ocultos. Pero la historia termina cuando los invasores empiezan a sucumbir por el contagio con la flora bacteriana de la tierra que los destruye al no tener ellos inmunidad natural.
En este momento enfrentamos la invasión global del coronavirus que está afectando alrededor de 2 millones de personas, 115 mil muertos con una tasa de mortalidad del 6% global. Vimos en tiempo real como inició en el mercado de Wuhan en China y fue expandiéndose de manera certera, silente y efectiva por todo el planeta.
Gobiernos de algunos países lo han subestimado, otros han adoptado medidas de manera tardía y en el medio esta la lucha entre pelear con el virus sin afectar la economía. Quizás esa duda en tiempo se ha cobrado en vidas en muchas regiones.
Desde principios del año hay múltiples centros de investigación dedicados a buscar la cura, encontrar la vacuna o definir la estrategia para neutralizarlo sin haberlo podido lograr. Por el momento hemos tenido que desempolvar nuestros conocimientos en epidemiologia y salud comunitaria; pues parece que la única manera de enfrentarlo por el momento mientras pensamos es el alejamiento social, las cuarentenas, la protección de poblaciones vulnerables y medidas que han colapsado la economía mundial.
Se han cerrado los cielos al tráfico aéreo internacional, los famosos cruceros de pasajeros pasaron de ser un paraíso a un sitio de crisis y angustia. Desaparecieron los grandes conciertos, se cerraron los estadios de fútbol, Hollywood ha decidido aplazar mucho estreno de películas, la radio tradicional parece retomo fuerza perdida, las orquestas sinfónicas se escuchan desde la sala de la casa en otro orden distinto y los encuentros masivos de personas y fiestas ya son del pasado. La civilización esta en jaque como la conocemos.
Las cuarentenas llevaron a que las familias se re-encontraran, que el día a día fuera más pausado, que los adolescentes vieran diferente las redes sociales, que los ancianos como la joya de la corona fueran protegidos; en fin, el mundo cambio en pocos meses.
Acabamos de terminar en la Iglesia Católica una Semana Santa suigeneris, que se caracterizó por la ausencia presencial de fieles, por los templos desocupados y vimos al Papa Francisco en una soledad poética entregado a esa ausencia a pedir por el fin de la pandemia. Pero con la extraña situación de ver como esos fieles buscan televisión, streaming, medios de comunicación virtual que parece ha obligado a valorar más la fe y la religión en momentos especiales.
Las películas de ciencia ficción de temas apocalípticos muestran siempre la guerra post nuclear donde los protagonistas son los ejércitos, máquinas de guerra y destrucción que terminan enfrentando al enemigo o son disidencia de la invasión. Pero lo que estamos viendo es que la primera línea de combate en nuestra realidad son terapeutas respiratorias, enfermeras y médicos que se enfrentan con el invasor conocido como el coronavirus. Ellos son los verdaderos héroes.
Este es un momento para entender cuál es nuestra real trascendencia, cuál ha de ser el impacto social que debemos generar en los demás, acá aparece el concepto del servicio y la solidaridad por el otro. Hemos escuchado historias de algunos países con altas tasas de enfermedad donde los ventiladores mecánicos no alcanzan y el personal sanitario debe definir a quien administrárselos y a quien no. Parece que el valor de la dignidad trascendente de la persona humana ha cambiado, todas las vidas son importantes, todos queremos seguir viviendo y esos parecen ser los esfuerzos en todas las latitudes para salir delante de esta batalla mundial.
El impacto de esta pandemia en la historia no podrá ser medida solo en infectados, recuperados o muertos; deberá medirse en la capacidad de la humanidad de re-plantearse una nueva forma de convivir, de solidaridad por el otro y de retomar los valores fundamentales y no perdernos en conceptos o ideologías que son modas pasajeras y nos distraen de lo fundamental. Toma vigencia esa frase de un santo de la Iglesia: San Josemaría Escrivá: “Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. “