Más allá de la medicina

Publicado el jgorthos

LA DIMENSIÓN DEL ENFERMO CON SU DIGNIDAD TRASCENDENTE

 

De los abordajes difíciles para un estudiante de medicina es entender la realidad del enfermo, de su enfermedad, y reconocer los límites del acto médico con sus fronteras del conocimiento. No quiere decir que el conocimiento mismo logre la diferencia entre la salud y la enfermedad ni que el médico per se sea capaz de enfrentar esa difícil realidad.

Es probable que después de la Primera Guerra Mundial esa “realidad de enfermar” haya logrado un viraje fundamental en ese enfoque de la profesión médica. Me refiero a las enfermedades infecciosas que, con el desarrollo de las vacunas, pasaron a ser controladas de manera progresiva (fiebre tifoidea, poliomielitis, cólera, neumonía, difteria, viruela , etc.).

En cambio, las “enfermedades sociales”, como el estrés con la neurosis y la malnutrición pasaron a ser frecuentes y generadoras de cambios en diferentes grupos humanos. El trauma por el advenimiento de las guerras, la influencia de las tecnologías en la cotidianidad de las personas y los accidentes laborales se fueron posicionando como una epidemia del siglo XX.

Hoy la epigenética y las asociaciones metabólicas parecen ser causa del incremento de las enfermedades neoplásicas, que son objeto de estudio para entenderlas y poder enfrentarlas de manera integral.

Por lo anterior el siglo XXI da unas posibilidades inimaginadas de poder acercarse a la dimensión del enfermo.

Pero una realidad es tener la enfermedad y otra es la persona enferma, es decir padecer la enfermedad con las implicaciones que esto encarna.

En la sociedad contemporánea, llena de tecnología, donde la salud es un derecho fundamental y para algunos en un “bien comercial”, la realidad del enfermo sea vuelto compleja y cuestionable.

Desde 1948, la clásica definición de salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS) no ha cambiado. La misma dice: “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. La cita procede del Preámbulo de la Constitución de la OMS, que fue adoptada por la Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Nueva York del 19 de junio al 22 de julio de 1946 y, firmada por los representantes de 61 Estados.

Esta definición de entrada busca entender al enfermo como quien presenta alguna afección o enfermedad y quizás es lo que vuelve un paradigma la realidad de enfermar.

El médico colombiano Alejandro Jadad ha querido abrir la discusión de la clásica definición de salud de la OMS y dice que: “El nuevo concepto se enfoca en la capacidad de las personas o las comunidades para adaptarse, o para autogestionar los desafíos físicos mentales o sociales que se les presenten en la vida”.

Siendo así, la relación médico-paciente se convierte en un reto pues no necesariamente hay un encuentro conceptual y esto hace que el paciente mire la enfermedad desde el sufrimiento, y el médico desde las estrategias científicas para abordarla. De esta manera, se desdibuja la realidad de enfermar desde la perspectiva del quien sufre la enfermedad.

En una investigación en Chile los pacientes fueron acompañados por un estudiante de medicina para que entendiera sus cambios, necesidades y maneras de confrontarse con la enfermedad crónica, llegando a la conclusión que para poder aproximarse mejor a la curación de la enfermedad el médico debe conocer mejor al paciente, a su familia, y entender sus esperanzas y valores. No es, entonces, suficiente manejar la evidencia científica; se requiere esa percepción particular y única de aproximarse a la persona humana de manera especial y diferente.

Con motivo   de la XXVII Jornada Mundial del Enfermo, en Calcuta, el papa Francisco mencionaba: “El cuidado de los enfermos requiere profesionalidad y ternura, expresiones de gratuidad, inmediatas y sencillas como la caricia, a través de las cuales se consigue que la otra persona se sienta querida”. Quizás una parte difícil de abordar es la relación entre la enfermedad vista solo desde lo biológico y positivista o la relación innegable del paciente con la espiritualidad y sus creencias propias.

Desde esa visión trascendente del ser humano no es posible lograr la curación sino se entiende al paciente en su visión antropológica; esto no quiere decir que el médico tenga que compartir credos y escala de valores de sus pacientes. El rol frente al paciente debe mostrar actitudes de humanidad y ponderar la sacralidad de la vida misma.

Harvey Chochinov, en una publicación titulada Intervenciones para potenciar los aspectos espirituales de la muerte,  habla del ABC para la reanimación de pacientes críticos e incorpora el concepto del ABC y D para el cuidado de enfermos terminales. Define el ABC como: actitud, comportamiento y compasión (Attitude – Behaviour – Compassion), y agrega la D de diálogo.

Se refiere a “actitud” cercana, sin juicios previos ni intuiciones de parte del profesional; “conductas” concretas que expresen bondad hacia el paciente; “compasión” como virtud y comprensión de lo que está viviendo el enfermo y, finalmente, “diálogo” como elemento básico de empatía que permite conocer al enfermo escuchando lo que expresa.

Así, es fundamental que el médico comprenda las diferentes dimensiones del enfermo; de esta manera podemos lograr mejores desenlaces con nuestros pacientes y sus familias.

Seguir formando médicos que solo vean la enfermedad desde el espectro biologista es quedarnos en el pasado de la historia de la medicina, es no querer aceptar la trascendencia de la persona humana y ratificar la llamada deshumanización del sistema de salud que, a veces, solo quiere medir resultados cuantitativos y no cualitativos .

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