Más allá de la medicina

Publicado el jgorthos

ENSEÑARÉ DESINTERESADAMENTE: DE HIPÓCRATES AL SIGLO XXI

hipocrates

 

“…trataré a sus hijos como a mis hermanos y si quieren aprender la ciencia, se la enseñaré desinteresadamente y sin ningún género de recompensa”.

“Instruiré con preceptos, lecciones orales y demás modos de enseñanza a mis hijos, a los de mi maestro y a los discípulos que se me unan bajo el convenio y juramento que determine la ley médica, y a nadie más”                                  (Hipócrates, Siglo V, A.C)

En casi todas las facultades de medicina en el  grado de médicos hemos hecho una ceremonia del juramento que  nos diferencia de otras profesiones, momento existencial en la vida del médico donde recordando el corpus hipocraticum , hacemos un compromiso ético y deontológico que nos enfrenta a la individualidad de la vocación de la medicina. Ese arte y ciencia escogido en la adolescencia nos confronta con realidades que superan la profesión misma, las agremiaciones o los ramos de las diferentes carreras.

Los médicos hemos aprendido de la coherencia de nuestros maestros, nunca nos pidieron nada para enseñarnos, los pesados turnos en la noche eran elemento de encuentro para estar al  lado del paciente y entender mejor la enfermedad, nunca esos maestros preguntaron si nuestra universidad pagaba o no ese acto mismo, nos cubría la sombrilla de los convenios vigentes, pero jamás nos prohibieron ver la enfermedad, en cambio a través del prójimo sufriente ; buscando su curación nos mostraron el camino de la medicina que se encuentra en esa realidad de ser médicos.

El acto docente en medicina esta esencialmente en la necesidad nobilísima de buscar lo mejor para nuestro paciente y eso se convierte en el primer ejemplo de nobleza de la profesión. Cuando un médico en su actuar pierde el hilo conductor de vida en la reciprocidad de enseñar la medicina frente a sus estudiantes, allí las cosas se hacen instrumentales y la relación pierde el nivel de humanidad que de por si genera el acompañar, cuidar y enseñar a esos estudiantes. El mismo enfermo pide la presencia de los estudiantes porque sienten la sacralidad de la relación de maestro a estudiante que buscan lo mejor para ese elemento de salud y enfermedad.

Quien vive, trabaja y hace su vida profesional en un hospital universitario, se acostumbra a la necesidad del conocimiento médico, a la búsqueda de la verdad en la realidad del enfermo, en las guías de manejo, en la descripción de técnicas quirúrgicas y por supuesto en la presencia y compañía del personal en formación.

Después de un siglo de la aparición del informe Flexner surge un informe al respecto por la fundación Carnegie quienes fueron en su momento los mismos contratantes de Abraham Flexner y resumen algunas cuestiones que vale la pena pensarse en lo que nos vincula a esa vivencia del Hospital:

  • Estandarizar los objetivos de aprendizaje con individualizar los procesos educativos
  • Integrarla adquisición del  conocimiento formal con la experiencia clínica
  • Un balance entre los hábitos mentales inquisitivos y la capacidad innovadora
  • Formación de la identidad profesional

Como lograr entonces que la enseñanza no sea excesivamente teórica o que no sea centrada exclusivamente en el profesor sino en las necesidades de aprendizaje en los alumnos. Como lograr una autonomía del hábito de estudio en los estudiantes. Pues parece que todo termina dando la vuelta y mostrando la realidad del rol model del médico que enseña con su ejemplo frente al paciente.  Se requiere entonces una asistencia regular en el escenario que favorece el contacto con el paciente , que puedan participar de las actividades regulares y comunes de la práctica clínica que es la realidad donde a futuro se podrán desempeñar y como establecer un nexo real con la historia del paciente y en casos poder realizar actividades que hacen parte de la cadena de valor de buscar el tratamiento del paciente. Esta realidad supervisada del alumno deberá llevar entonces a que el alumno se vuelva protagonista de su autoaprendizaje.

Por esta forma de enseñar en los hospitales no hay un modelo caduco de protagonistas sino una necesidad permanente de reflexionar frente a los pacientes y los estudiantes. Y quizás olvidamos que por transferencia directa el ámbito más importante que podemos transmitir a quienes buscan aprender es la realidad ética y el centro rotacional de nuestra profesión , basado en el llamado profesionalismo médico. Ahí , junto al paciente los estudiantes podrán entender el respeto por los derechos del mismo, aprenderán la autonomía del paciente y los limites en los esfuerzos de ayudar a la mejora en la salud de esos pacientes, el respeto por su dignidad trascendente, entenderán la importancia de las virtudes humanas y por supuesto como la relación médico-paciente termina por definir el norte permanente del objeto mismo de la profesión.

Viendo este basto panorama de la enseñanza de la medicina , no podemos creer que con estrategias basadas exclusivamente en simulación , en interminables clases magistrales , o en prácticas de laboratorio podremos formar los buenos médicos que el país necesita. Para quienes aún no entienden que es un hospital universitario o más bien cuál es el rol de un médico que enseña y forma en salud; es importante que se comprenda que la relación médico-paciente en el rol de formar no puede ser instrumentalizada como una práctica de laboratorio sino el punto de inflexión en la biografía de un ser humano que al estar enfermo necesita de toda la atención y por ende del cuidado para curarse y allí aparece la unicidad de la docencia que Hipócrates con claridad mostró como lo hacemos por una realidad ética trascendente.

Por esto no se deberá convertir  la enseñanza de la medicina como un producto más para facturar, o utilizarlo como una manera de presionar objetivos laborales o gremiales en el entorno de la educación médica . Quienes tratando de capitalizar réditos personales o profesionales usan el rol de enseñar como una manera de hacerlo o no hacerlo por razones diferentes a la razón de ser del paciente y sus familias ; han perdido el norte deontológico de la profesión y estarían confundidos en lo que el juramento Hipocrático ha proclamado con dramática certeza: enseñaré desinteresadamente y sin ningún género de recompensa.

 

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