Ya no sé si lo mío es una alergia, un lupus como un piano o un dejavu en el ADN. Me siento bien y de pronto la mancha se apodera de mí y me jode el rato. Así que empiezo clases de yoga con un profesor que me enternece. Se ha trabajado mucho, pero su relación con las mujeres delata su debilidad. Entre débiles que tienen que actuar como fuertes nos entendemos.
Sus asanas me hacen estar en el presente. Los lunes y miércoles hago yoga para olvidarme de que no me quiero, o de que tengo una mancha en la cara, o de que estoy sola. Mi familia vive en otro país. Mi raíz con España se divide en dos: mis hijos y mis amigos.
Alguna vez tuve un marido.
Fiesta de la Mujer (o cómo sentirse a gusto con sus mejores amigas)
Organizo una fiesta-taller con mis amigas en mi micro casa. A las once de la mañana estamos todas. Nos presentamos poco a poco con jarras de té. No era mi intención, pero se fuma desde el minuto cero. Las personas fuman cuando están ansiosas, y la ansiedad a veces es contagiosa.
El primer taller que hacemos lo dirige una sicóloga que conocí en una presentación de un libro. Nos hace una actividad para encontrar nuestros puntos débiles. En mi caso tengo algo olvidada mi paz interna y mi economía hace parte de un libro de misterios. Me gusta darme cuenta de que mis puntos fuertes son mis hijos y mis amigos. Hay que balancear un poco la historia. Con mis amigas es muy fácil reírme. ¡Mis amigas siempre tienen un toque exótico!
Rox nos ha preparado una clase intensiva de flamenco. Ella fue profesora en Estados Unidos y en minutos nos tiene a todas taconeando en mi piso de madera. Lo paso increíblemente bien bailando. Mi amiga Cristina va haciendo reikis a demanda. A mí no me ha hecho porque yo estoy a cargo de la reunión. Sé que O, mi amiga tarotista, nos dejará hacer una pregunta a cada una. Me da mucha angustia preguntar por mi salud. Me da terror que algo indique que tengo lupus, o que tengo cáncer. Pero las cartas son como esos documentales sobre animales: cada quien entiende lo que le apetece.
En mi caso, estoy sensible y recibo la orden de la carta de El Colgado. Mi amiga O. me dice que mi tarea es darle la vuelta a la situación. Normal, pienso yo, o le doy la situación o me la da ella. Mi vida con esta mancha ha cambiado muchísimo. ¡Igual hasta me mata la condenada!
Lejos de encontrar mi propia paz, decido ir a ver a un constelador. Nunca había conocido uno, así que me emociona saber que voy a tener mi primer encuentro.
Cincuenta euros después, puedo decir que lo del constelador fue una tremenda estupidez. El tipo, que consteló él solito, me decía que yo no me quería dejar ayudar, me insistió en que yo tenía que estar quieta y dejarlo a él moverse libremente por la sala casposa donde me citó. De repente empezó a mover ansiosamente sus dedos y a convulsionar gritando:
¡Esto es muy fuerte!
¡María Paz desea estar muerta!
Nada de eso, pensaba yo, pero me tragaba el aire pensando cuánto tiempo quedaba por pasar con semejante individuo sudoroso a mi lado. Creo que debe ser más bonito de ver un exorcismo que a este tipo dando saltos y vaticinando mi final. Me habló de mis ancestros, de mis antepasados, y ya para rematar la faena me dijo que a mí me acompañaba un criminal, un ancestro asesino que siempre andaba conmigo. ¡Qué manera más idiota de desperdiciar el poco dinero que tengo!
Llego a casa en un espantoso agite. Abro el Whats App, grupo Familia y escribo:
Tres horas después tengo a todo el clan en revolución, chateando desde Londres, Madrid y Bogotá. Salgo a reunirme con un amigo que es sonidista y con otro que es periodista. Yo los llamo mis arbolitos, porque uno es de apellido Manzano y el otro Castaño.
Intento no llorar para decirles que tal vez tengo lupus. No quiero incubar una depresión y me voy a mi casa después de unas cervezas. Prefiero quedarme con mi ancestro criminal al que nunca le he visto la cara.
Texto de @mariapazruiz
Ilustrado por @dgalantz