El sexo es amplio, íntimo, y nos permite comportarnos como hombres y mujeres lúdicos, con ganas de disfrutar de nosotros mismos, de nuestras parejas y de nuestros cuerpos. Y lo mejor de todo esto es que: ¡El sexo puede ser un arte enormemente divertido!
Los instintos sexuales son naturales y disfrutarlos asegura el camino hacia la realización sexual, todo en el sexo, por extraño que parezca, es humano, así que las palabras que garantizan una vida sexual más plena son las que abarcan conceptos como aprobación, aceptación, libertad y autenticidad.
Todos estamos programados para tener sexo, incluso sin haber sido informado de cómo se hace, el cuerpo se encarga de descubrirlo. No hay que ir a ninguna academia del sexo para iniciarse en su práctica. No existen los cursos teóricos sobre sexo. Aquí todos somos autodidactas. Ahora bien, ¿por qué unos están quejándose sobre su vida sexual y otros están felices y derrochando pasión y deseo?
Algunas personas nunca han pensado que el sexo sea divertido. Otras tuvieron un tiempo en que creyeron que fue así pero dejó de serlo, y otras sueñan con que en algún momento de sus vidas será así. Todos se equivocan. Si nuestro sexo no resulta divertido ni atractivo algo está fallando. Excusas hay miles, pero lo importante aquí es darnos cuenta de que los que creamos nuestro sexo somos nosotros mismos.
La barrera más habitual que hace que el sexo deje de ser agradable y placentero es la rutina. No es fácil vencerla porque se instala en la vida y es frecuente darse cuenta de que las parejas tienen horarios para el sexo, que muchos ya saben lo que les espera en casa y que admiten acomodarse a que esa misma práctica se repita sin cuestionarse si les gusta, si tiene remedio, o si es mejor preocuparse por otro asunto más apremiante.
La rutina es la culpable de que nuestro sexo vuelva monótono y que se repita una y otra vez en nuestras vidas como si estuviéramos en el Día de la marmota. Cuando perdemos el factor sorpresa en nuestras vidas, nos vemos obligados a tener sexo sin que muchas veces lo deseemos. El sexo se convierte en una actividad más, como la de ponerse la pijama, sacar al perro o tirar la basura.
Si esto nos está ocurriendo podemos actuar. Si somos conscientes de que nuestro sexo lo hacemos nosotros, lo cambiamos nosotros y lo enriquecemos nosotros, ¡podremos mejorarlo!
Extracto de mi libro Sexo sin comillas, Intermedio Editores