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El grito humano de los tambores. Jorge Artel en #5añosBibliotecaLiteraturaAfro, con @mincultura

Tambores en la noche, la obra insigne del poeta cartagenero Jorge Argel, heredero de Candelario Obeso.

Por Cindy Herrera, estudiante de lingüística y literatura de la Universidad de Cartagena*. Especial para “5 años de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana”, un programa conjunto del Ministerio de Cultura y la Fundación Color de Colombia. Entrega 4 de 12.

“Mientras yo –Jorge Artel-
Galeote de un ansia suprema
Hundo remos de angustias en la
Noche”.

“Negro soy”. Con ese primer título el poeta cartagenero Jorge Artel da comienzo al poemario ‘Tambores en la noche’, una afirmación escrita de la voz e identidad musical afro en la simplicidad de las palabras humanas.

“Agapito de Arcos”, seudónimo con el que se le conocía a este representante de la lírica colombiana, getsemanicense y por convicción heredero de una etnia y un dolor, retrata y publica por primera vez en 1940 la recopilación denominada ‘Tambores en la noche’, un libro que de entrada reconstituye y redirecciona la mirada de la composición poética del siglo XX en Colombia, convirtiendo en protagonista principal a una fuerza oculta hasta entonces: la negra.

Se dice que Artel es el descendiente de la obra de Candelario Obeso y que por ende recae sobre él, el espíritu vanguardista negro. La cotidianidad, el lenguaje y el folklor caribe entran en fusión con África, que se ve tan lejos pero a la vez tan cerca, un llanto que resuena en los años, que se enamora y se vuelve eco de tambor en los silencios de la oscuridad.

‘Tambores en la noche’ es, sin duda, una de las obras más reseñadas, analizadas y referenciadas alrededor de la crítica literaria y poesía negra en el país.

JORGE ARTEL 5  años  de Biblioteca de Literatura Afrocolombiana b

Caracterizada principalmente por el aire musical que se desarrolla en torno de todos y cada uno de los versos libres y construcciones populares. Son en esta edición, ochenta y cuatro páginas a la exaltación del mar, el viento, los tambores, la gaita, la danza, y el color. Todos estos hablan en medio de la quietud y la libertad de las noches.

El título de esta obra se encuentra impregnado del son negro. La evocación del instrumento “tambor” en plural “Tambores”, circunscribe un llamado, un clamor común y una voz multitudinaria de toques de percusión ancestral. Por su parte, la noche se convierte para este autor en el espacio ideal donde los tambores pueden ser ellos, ser tocados sin ninguna represión, ser libres.

“En la noche” es el único momento en donde la negritud gozaría del pleno romance con su interior y su nueva realidad, su África y nuestro Caribe. Es una noche que no solo alude a la piel, sino al sentir negro, a la música negra, a la fuerza, y el brío de un color que transmite golpes de rebelión en el cuero de los tambores.

Observaremos así tres aspectos importantes alrededor de esta obra: la musicalidad y la danza ancestral, la evocación Caribe, y la africanidad, que se patentizan entorno a la idea que plasma Artel sobre la identidad negra, el sentimiento de deseo, amor y erotismo y el canto de libertad versus la represión.

Aunque en toda la obra se evidencian los valores musicales, más allá de la rima, el verso y la métrica, se encuentran los elementos armoniosos y los sonidos onomatopéyicos, estos y el lenguaje mismo, envuelto en la popularidad de los lugares, crean un particular potencial de significación rítmica, que involucra las expresiones más autóctonas y nacientes de la nueva connotación de raza negra Caribe.

Los poemas, que contienen en su mayor parte este estilo, también ofrecen de forma magistral, un tinte danzante que no solo envuelve la letra y el ritmo, sino que además reconcilia a la poesía como género literario con su característica lírica, pero desde nuevos horizontes, mucho más perturbadores y raizales, tanto que al verse comprometido el cuerpo como instrumento se convierte en parte de toda la orquesta de deseo y sensualidad.

Artel en “¡Danza, mulata!», “Cumbia” o “Bullerengue” presenta al cuerpo femenino fuera del estereotipo, aquí es mostrado como el aposento donde recaen todos los sonidos, cuerpo que lleva a cuestas la herencia de los abuelos y la supervivencia de lo afro.

“Deja que el sol fustigue
Tu belleza demente,
Que corra por tus flancos inquietantes
El ritmo de tus senos estremece.” (‘¡Danza, mulata!’, p. 18)

Es un cortejo cantado y una descripción física del baile. La música se compenetra al ritmo de la base poética, y es la sensación de movimiento que se siente fuerte como latigazo, como el sol inclemente.

“¡Danza, mulata!” es una invitación, un llamado que hace el yo poético a ese cuerpo, que se deja seducir por el ritmo vigoroso del tiempo que trae consigo.

“Amalgama de sombras y de luces de esperma
La cumbia frenética,
La diabólica cumbia,
Pone a cabalgar su ritmo oscuro
Sobre las caderas ágiles
De las sensuales hembras” (“La cumbia”, p. 19)

Existen muchas formas de invocar y ritualizar al Caribe, pero sin duda la cumbia es una de las mejores. Herencia africana, desde las entrañas del tambor, que al igual que el bullerengue se convierten en una exaltación a la sensualidad y fertilidad de la mujer negra.

Artel logra aquí tocar los puntos más cercanos y sensibles de la voz pasional y sentimental de ese yo, utilizando en la música su propio dialecto y la conspiración de lo oscuro y oculto en el flujo y meneo del baile.

“Si yo fuera tambó,
Mi negra,
Sonara na má pa ti.
Pa ti, mi negra, pa ti” (“Bullerengue”, p. 31)

La idea de identidad negra que se construye es una de las premisas que abandera la poesía de Artel, y está íntimamente ligada a la sensación de libertad que ofrecen estas voces en cada poema, en cada verso, en cada recreación del ambiente Caribe y antillano.

Ya sea por una o por otra figura literaria, la personificación o el antropomorfismo, el eje conductor del entrecruzamiento de la musicalidad, con las formas poéticas, el verso libre y la acentuación en sus creaciones, es el canto de una etnia, que está buscando su cuerpo, su lugar, entre el mar, el puerto, Chambacú, Palenque, Barú, Chocó, la danza y el tambor.

Es un imaginario que no puede evitar trasladarse a sus orígenes en El Congo y Argelia, que luego regresa, se pasea por Yanga en México, y se vuelve más citadino en Nueva York.

Jorge Artel oye galopar a los vientos, es una necesidad de contar lo que los tambores en la noche le golpean desde hace muchos años. Esta poesía lleva consigo el clamor de una raza, de una noche, de muchos días. La vanguardia que ofrece Jorge Artel no solo da muestra de un increíble atrevimiento a la fuerza y rudeza musical en las voces de la poesía, sino que da al mundo un patrimonio sensible para el deleite literario.

“Los tambores en la noche
Son como un grito humano.”

El tomo X de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, Tambores en la noche, de Jorge Artel (1909-1994) se puede descargar aquí.

CINDY Herrera, autora perfil de Jorge Artel
Cindy Herrera

* Cindy Herrera hace parte del taller de escritura creativa de Cartagena, miembro de la Red Relata–Ministerio de Cultura.

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