República de colores

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Estrellas intensas de Arnoldo Palacios. 5 años de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana

Las estrellas son negras, una novela icónica, cuyo manuscrito original fue consumido por las llamas de El Bogotazo y reconstruido en dos semanas.

Por María Fernanda Claro Avendaño, estudiante del programa de Comunicación Social de la Universidad de Cartagena. Especial para “5 años de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana”, un programa conjunto del Ministerio de Cultura y la Fundación Color de Colombia. Entrega 3 de 12.

Cuando Arnoldo Palacios termina de escribir Las estrellas son negras el 8 de abril de 1948, al día siguiente, en medio de los estragos producidos por El Bogotazo, ocurre un incendio en el edificio García Cadena donde yace su obra plasmada, y en efecto, es consumida por el fuego. Decide recrearla y  dos semanas le bastan para construir una de las más estremecedoras novelas de la literatura afroamericana.

ARNOLDO PALACIOS 5 años Biblioteca de Literatura Afrocolombiana b

Palacios, interesado en los problemas de su tierra natal, retrata su realidad. Al igual que su personaje Israel, el autor logra salir de Quibdó, aquejado de poliomielitis, una enfermedad que ataca los huesos y debilita los músculos, la cual desarrolló desde los dos años de edad.

Sin embargo, en París, Arnoldo se encontraría con un ortopedista que lo opera, minimizando las secuelas de dicha enfermedad; es así como consigue mayor fuerza para caminar.

Las estrellas son negras es un relato nacido en las entrañas de un Quibdó con hambre y escasez. Arnoldo Palacios se detiene ante este panorama para describir las condiciones infrahumanas de sus habitantes por medio de Israel (Irra), víctima y observador de hechos nefastos llenos de racismo, pobreza, humillación y corrupción, que le condicionan una visión negativa tanto de sí mismo como del mundo y las personas que lo rodean.

Allí, se edifican las estrellas negras que reflejan el universo interno del protagonista, pues el autor le imprime el dolor y el odio inmerso en la miseria.

Dos momentos importantes que mantienen la expectativa del lector marcan esta historia. El primero, gira en torno a la decisión de Israel de asesinar al intendente del pueblo como forma de apaciguar todos los daños que bailan en su cabeza. Aunque nunca se concreta dicho acto, el acontecimiento se desliza intensamente por los límites de la desesperación y la desdicha.

Mientras que allá se destapa el lado siniestro de Israel, en el segundo momento, el autor se centra en el aspecto amoroso y empieza a contar de forma sutil, la relación que sostiene el protagonista con su amiga Nive. Al final, luego de que Irra tiene cargo de conciencia por haberla “robado su virginidad” se desata una tempestad dentro de él, en el que el odio y el amor se confunden.

Una narración que escudriña los gritos de Israel sin necesidad de recurrir a la primera persona, pues en el espacio que le brinda la tercera persona fortalecida con la adjetivación y la sonoridad alcanza un estilo fresco y poético: “El verdeazul del campo terminado en el lomo de la cordillera, la flauta triste llorando en la ribera perdida. Una llama viva, fuego…”.

Arnoldo también se cobija en el costumbrismo. Usa diálogos ligados a la jerga rural del contexto al que pertenecen. Una apuesta arriesgada con la que busca tornar su relato más fidedigno a la realidad, sin necesidad de modificar la forma en que sus protagonistas hablan.

Para el pueblo afrocolombiano, Las estrellas son negras es un testimonio que se convierte en denuncia sobre las condiciones que han padecido y aún padecen.

Es una deliciosa perla negra, que contribuye al conocimiento de las riquezas étnicas, aunque haya nacido en los albores de la carencia:

El zumbido del tiempo imprimía en el espíritu respeto por las cosas que están pasando, o que permanecen en el hombre… Porque las horas, los minutos, los segundos, lo remueven todo. Y despiertan a las piedras para que cante el alma de los muertos.

Y despiertan a los ríos para que solloce la arena. Y las estrellas que son negras llaman duro a las olas de la mar… ¡Oh, las horas huyendo!… ¡Oh, las horas que no dejan un rayo de alegría en el pecho de los miserables!… ¡Maldita hora esta, Dios Santo!”.

María Fernanda Claro Avendaño
María Fernanda Claro Avendaño

* El tomo II de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, Las estrellas son negras, de Arnoldo Palacios (1924-) se puede descargar aquí.

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