Políticamente insurrecto

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Petro presidente, ¿Es su momento?

Monumento a Los Héroes

Por: Juan Diego Perdomo Alaba 

No es un secreto. A Colombia la mueven los ‘cacaos’. Los empresarios, los industriales. Cualquiera que quiera ser presidente debe sentarse con estos, pues necesitan, por lo menos, tener la garantía de que su patrimonio e inversiones en el país estarán seguros durante el cuatrienio. No obstante, esto ha funcionado históricamente más como un pacto de «tu me ayudas yo te ayudo», estimulando así la concentración de la riqueza, y por ende, ampliando la brecha de la desigualdad.

Según «El virus de la desigualdad», informe publicado por la Oxfam en enero del presente año, en tan solo nueve meses, las mil mayores fortunas del mundo ya habían recuperado las pérdidas económicas originadas por la pandemia del covid – 19, mientras que las familias menos favorecidas o en condición de pobreza, podrían necesitar más de una década para recuperarse de los estragos de la crisis.

El gobierno de Iván Duque, fiel a la ‘Teoría del goteo‘, postulado económico que consiste en favorecer a los más ricos para que con sus arcas rebosantes filtren ‘riqueza’ mediante goteo sistemático a las demás capas de la sociedad, dizque ‘beneficiándolas de ese crecimiento‘, quería financiar una tributaria de urgencia cargándosela a la clase trabajadora colombiana golpeada por la crisis. A raíz de lo anterior se armó troya y el país, como una olla de presión, explotó. Se volcó a las calles furiosa, tumbó el exabrupto fiscal que el establecimiento quería imponer y aprovechó de una vez para presentar una agenda de reformas sociales que aún está en discusión. A la fecha, el Paro Nacional no cede y las marchas y manifestaciones en el país toman fuerza y respaldo ciudadano masivo. El sonido estruendoso de su clamor sube de decibeles y ya se escucha en todo el mundo.

Todo lo que se discute frente al nuevo modelo de desarrollo en el país y que en el pasado reciente era visto por la derecha colombiana como un viraje hacía el modelo «castrochavista», lo adoptó recientemente y sin sonrojarse el expresidente Álvaro Uribe Vélez, líder natural del partido de gobierno, como su nueva política de «economía fraterna». ¡Hágame el favor!

Pero esta tendencia de «progresismo económico» que surge como respuesta a los nuevos retos socioeconómicos que impuso esta pandemia, develando además una realidad que estuvo maquillada por las cifras de ‘crecimiento económico sostenido’ que nos tenía engañados, es reforzada nada más que por el presidente más poderoso del mundo, el estadounidense Joe Biden, un político moderado que no es precisamente de izquierda ni mucho menos socialista, es un administrador más del sistema gringo, siempre dado a mantener su estatu quo. Biden propone un gran paquete social de reactivación económica donde las industrias, las grandes corporaciones y los más ricos, tendrán que que tributar más para poder cubrir el gasto fiscal que demanda esa política. ¿Se cayó la bolsa de Nueva York con semejante anuncio? No. El histórico discurso del demócrata, sin duda, tendrá repercusiones en la política de la Región. Es como una especie de mona y cincel al manido relato estúpido del «castrochavismo».

Hay que decirlo con claridad, en Colombia hay un dirigente que maneja esta agenda social al detalle y que a propósito, es similar a la que demanda la gente en las calles, lo hace con antecedentes, cifras, contexto y acciones claras: Gustavo Petro. Habla de progresividad fiscal, Educación superior pública gratuita y de calidad e industrialización de la economía; reforma pensional de pilares múltiples y salud como derecho y no como negocio. Sostenibilidad ambiental y bienestar social. Reforma rural integral e implementación de los Acuerdos de paz. Y no, no hacen falta 12 años para retomar el rumbo de un Estado reformista, solo se necesita voluntad porque las herramientas están.

A raíz de este estallido social sin precedentes y de la cercanía que existe entre de su idea de país y las demandas sociales de los millones de manifestantes insatisfechos que yacen en el asfalto, los empresarios en el país ya ven a Petro como la opción más fuerte en 2022 y se están reuniendo con él. El reciente encuentro con el colombo-francés Jean Claude Besudo, de Aviatur, y un grupo de empresarios judíos, no es el único. Su relación con los Gilinski es de vieja data y existen otros tantos de mucho peso que lo están tanteando. No importa si es a través de la reconocida relacionista pública Silvia Sáenz Pumarejo, quien le está cuadrando la reuniones, el uribismo se muerde el codo cada vez que un empresario escucha al Senador.

Petro seduce. Su discurso es inspirador y eso en un político es un plus potente porque congrega voluntades a su causa. Es una mente brillante. Votaría por él tal como lo hice en la segunda vuelta de 2018. Pero tengo varios reparos sobre él y otros tantos, ajenos a él.

El líder de la Colombia Humana es soberbio y le cuesta trabajar en colectivo. Tiene unos rasgos autoritarios -que todos tememos- pero que no aportan al momento de gobernar. El adanismo en lo público es fatal, para avanzar no es necesario ‘acabar’ o desconocer lo construido; creo más en el reformismo gradual y constante que en las revoluciones abruptas. Ojalá modere ese aspecto. Es político y va a ceder para poder tener gobernabilidad, el tema es qué tanto y hasta dónde llegan sus líneas rojas. Ojalá dedique gran parte de su campaña a explicarle al país el ‘cómo‘ y de dónde sacará la plata. El ‘qué‘ lo expone magistralmente y nos lo sabemos de memoria. Lo grita la gente todos los días en las calles. Es necesario aterrizar esa grandilocuencia que lo caracteriza. Sus antojos intermitentes de proponer una constituyente no son de buen recibo en muchos sectores. Debe dejarlo claro y sin ambigüedades: Sí o no.

Me preocupa que no lo dejen gobernar. Que le saboteen el gobierno a punta de mentiras, estratagemas y maniobras desestabilizadoras, por eso es necesario tener las reglas claras con el empresariado y los pudientes del país. Es con ellos, no contra ellos. Uribe Vélez y sus perros rabiosos del Centro Democrático -No todos- no se la dejarán fácil y por todos es sabido que su fundamentalismo patológico no conoce límites ni prevee consecuencias. Son expertos en distorsionar la realidad a punta de mentiras, de crear problemas artificiales para ofrecer soluciones exprés. Otro tema delicado que angustia en un probable gobierno progresista, es que como la fuerza pública está ideologizada, un ruido de sables sería inminente. Es un estamento podrido pero con algunas manzanas buenas, por eso su reestructuración es una prioridad de Estado, pero con tacto.

Y parafraseando al célebre economista francés Thomas Piketty, el capitalismo tiene que ser esclavo de la democracia y no al revés. Por eso insisto en que SÍ es posible virar hacia un capitalismo progresista, una economía social de mercado. Es momento de un cambio radical hacia el bienestar social y la sostenibilidad ambiental con responsabilidad fiscal, pero sin Uribe, a quien, parece, ya se le acabó el reinado. Claro, es un político poderoso y sumamente habilidoso, se dará sus mañas para no perder el poder y lo hará a través de figuras amables y probadas en lo público, sabe que su libertad depende de ganar, así sea colado en un proyecto ajeno.

A los marchantes en Colombia, ¡GRACIAS! Una nueva agenda se impuso, la del cambio social. 

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