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La de Gigante, en el departamento del Huila, es la ceiba de plaza más famosa y esplendorosa del país, verdadero símbolo de la libertad republicana. Bicentenaria, continúa altiva y majestuosa pese a la mano depredadora del hombre y a un hongo que penetró su raíz debilitando su tronco y propiciando un follaje escaso y enfermizo. En este entrañable municipio de gente cálida y clima perfecto, que vive principalmente del café y el cacao, están mis raíces paternas y mis amigos de la vida.

Hay dos versiones sobre su siembra y varias leyendas alrededor de su existencia.  La oficial relata que fue sembrada el 5 de octubre de 1851 por orden del presidente liberal José Hilario López, para celebrar la firma de la Ley que abolía la esclavitud en Colombia. El historiador giganteño Humberto Montealegre  afirma  que se remonta a mucho antes  en 1813 como símbolo de nuestra independencia.

Ambas versiones, sin embargo, tienen arraigo en la Revolución francesa. Resulta que en la época de la colonia se emplazaba un cepo en la plaza central para castigar a los indios y esclavos que desobedecían las normas establecidas. Tras el movimiento independentista  de 1810, Antonio Nariño recoge las banderas de la Revolución francesa y toma el símbolo del “Árbol de la Libertad”, junto con la traducción y divulgación de los derechos humanos. Fue él quien decidió entonces que el cepo fuera cambiado, en todos los pueblos, por un arrayán que engalanara la plaza principal.

Confío en la tradición oral, pues indagando entre los más viejos del pueblo, me confirman la versión oficial. Y de allí una de sus leyendas, pues se dice que si este árbol muere, volverá a reinar la esclavitud en los pueblos y llegará nuevamente el cepo para castigar a los rebeldes. De niño mi papá me contó que a la ceiba la sostiene una columna de oro que si se rompe, la ceiba muere y se hundirá el pueblo ya que debajo hay una gran laguna.

Este año la visité y la vi con otro semblante, siempre tan señorial, nos recibió con su acogedora sombra y una brisita fría. Hace un par de años la alcaldía municipal y la polémica multinacional Emgesa contrataron a la fundación Yarumo para intervenirla, le realizaron un tratamiento especial para su fortalecimiento y así prolongar su vida. Su deterioro comenzó en el 78 cuando le cortaron parte de sus raíces para construir un muro a su alrededor. No las curaron, perdió estabilidad y por ahí llegaron los hongos que comenzaron a podrirlas y a carcomer su voluminoso tronco. El árbol se fue inclinando. En los 90, agonizante, un comité pro defensa de la ceiba le programó un tratamiento de cuidados intensivos que duró más de un año. Uno de sus cinco brazos, el más pesado, quedó con muletas; en el 92, perdió uno.

A la ceiba hay que hacerle seguimiento, este “Símbolo universal de la libertad y patrimonio ecológico de la humanidad” no soportaría baches prolongados de abandono. No te mueras nunca, Libertad, no la dejemos morir.

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