@Perdomoalaba
“Una cosa es una cosa, no lo que se dice de ella” dice un letrero, no fortuito, ubicado en uno de los tantos espejos del camerino de Riggan (Keaton), que Iñárritu insiste en mostrar a lo largo de la cinta.
Iñárritu, el filósofo
Amores Perros, esa película que vería con la misma expectativa de la premier una y otra vez sin perderle el gusto, me llevó a admirar a su director, el mexicano Alejandro González Iñárritu y a su exitosa fórmula de jugar con los tiempos, de entrelazar historias paralelas, de provocar al público con escenas desgarradoras, donde la intensidad dramática de sus personajes, hace que veamos no una película corriente de deseo, venganza, sangre, sudor y lágrimas, sino la vida misma.
Birdman (2014) es el quinto largometraje de Iñárritu (Amores Perros, 21 Gramos, Babel, Biutiful). Por supuesto, es inevitable no preguntarse por Guillermo Arriaga, su paisano y genio coequipero hasta Babel.
Coinciden en esos blogs especializados de cine que pululan en la web, que dos egos tan portentosos no cabían en los créditos de otra cinta y por ello la desafortunada ruptura. Extraño a Arriaga; la viscosidad filosófica del Iñárritu guionista, me aturde, y es quizá, lo que hace me pierda por momentos de Birdman.
Keaton voló
“No he visto a ningún actor que esté más libre de la vanidad que Michael (Keaton)” dijo al portal Emol.com, Alejandro González Iñarritu, a la pregunta de por qué lo consideró como la persona correcta para el rol protagónico de su película. Y es cierto, está por encima del bien y el mal.
Michael Keaton, quien se apellida originalmente Douglas, sorprende gratamente por su magistral interpretación en esta cinta. Sostiene el peso dramático de la historia con la suficiencia de su pasado histriónico y esa manera tan sutil de pasar del humor al drama sin que lo notemos.
Tiene presencia, captura, envuelve. Sus compañeros de escena, Zach Galifianakis, Edward Norton, Andrea Riseborough, Amy Ryan, Emma Stone -quien brilla en un corto pero intenso y sustancioso papel de la hija trastornada de Keaton- , y Naomi Watts, robustecen su interpretación y hacen que brille.
Keaton no es ajeno al personaje que el mexicano le cede. Fue Batman en 1989 y repite en Batman Returns, en el 92. Es probable que existan paralelismos entre el guión de Birdman y la carrera del actor, aunque Iñárritu lo niegue, toda vez que desde aquel enmascarado taquillero de los 90s fueron escasos los papeles relevantes que tuvo Michael, hasta su laureado presente que puede terminar en nada más y nada menos que en la obtención de un Oscar, que auguro se lo lleve. Su memorable actuación lo merece.
Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia
Esta “comedia negra” que suma nueve nominaciones al Oscar, es la historia de Riggan Thomas (Michael Keaton) un desahuciado actor, en el ocaso de su carrera, quien otrora fuera una luminaria de películas de acción, recordado especialmente por interpretar al superhéroe enmascarado que lleva el nombre de la película.
Riggan se emprende recuperar su brillo, revitalizar su carrera y demostrar a la cáustica crítica de la industria cinematográfica, que no es un actor desechable de cine comercial. Para ello intenta montar en Broadway, «De qué hablamos cuando hablamos de amor», obra inspirada en el célebre cuento de Raymond Carver, donde tendrá que lidiar con Mike Shiner (Edward Norton) un actor de teatro, pedante e irritante que por creerse bueno, lo ve como un fracasado. Tiene además que encarar las vicisitudes económicas y familiares que lo abruman. Pero su mayor reto, sin duda, es tener que luchar con su alter ego cinematográfico, ese valeroso pájaro con poderes telequinéticos que hace 20 años estelarizó, y que le asalta la psiquis todo el tiempo y en cualquier lugar hasta llevarlo a perder la cordura.
Existe un elemento envolvente dentro de la película que no se puede omitir y necesita le sean concedida líneas de reconocimiento y plauso. Es una actriz más. Una que marca y acentúa su ritmo: la batería. El sello sonoro en tiempo de jazz que le da agilidad y dinamismo a las escenas potentes. Ese redoblante que trasmite el desorden emocional de Riggan Thomson. Hurras para Antonio Sánchez, quien con su batera le dio ritmo a la locura de Birdman.
Qué duda cabe. El aspecto cinematográfico que más llama la atención en esta cinta es sus planos secuencia. Hay una toma única de casi veinte minutos que lo deja a uno quijada abajo. Varios, de diferentes tiempos, bien logrados, de gran factura. Y aunque en el primero hay unos cortes sutiles en la opacidad del abrir y cerrar de una puerta, es fascinante sentir a través de una cámara subjetiva, -que también abundan- la realidad registrada, la vida sin cortes que de vez en cuando nos demuestra la inesperada virtud de la ignorancia.
ADENDA: Francotirador y Cooper. Una película de guerra más. ¿A qué le deben su buena prensa y nominación al Oscar?
ADENDA 2: 50 Sombras de Grey. Ese afán de idealizar el hombre perfecto también da plata. Y harta. Hombrecito, si tu novia te invita a verla, déjala ir pero ¡YA!