Por @perdomoalaba
Que lo sea no me incomoda. Y nos da la razón a quienes insistíamos en disipar esos miedos infundados de un gobierno comunista, totalitarista y tirano que nos iba a convertir en Venezuela.
Y como va la cosa, el petrismo pura sangre vivirá incómodo con las decisiones de este Petro moderado y conciliador. Al sectarismo de izquierda no le gusta nada, vive frustrado, resentido; está tan acostumbrado a ser oposición que su zona de confort es la confrontación y el conflicto. El ataque permanente a lo establecido.
El Petro pendenciero e incendiario se quedó en el Congreso; el Petro revolucionario, solitario, autoritario y tozudo, en el Palacio de Liévano. Este Petro, por lo menos el que estamos viendo en esta primera semana tras su elección, es uno sosegado, inteligente, sereno, reflexivo y deliberante. Muchos esperaban la actitud de un vengador de Tarantino y no, va y le extiende la mano a sus adversarios y les ofrece diálogo. Ese cruce de trinos entre él y el político de extremaderecha más influyente y poderoso de los últimos 20 años en Colombia, trasa una línea histórica para darle paso a la era de la reconciliación y eso es positivo.
Álvaro Uribe Vélez
Pero ojo que este episodio cordial entre ambos dirigentes, no se puede romantizar así no más. Es política pura y dura. De entrada, incendiar al país es inane para el proyecto político de Petro. Y Álvaro Uribe, que tiene la cola larga, debe tratar de llevar la fiesta en paz no sólo con el nuevo Presidente, sino con su más enconado adversario político. Diezmado o no, el expresidente representa a una parte del país y tiene ascendencia popular, no la de hace 15 años, pero aún incide en la gente. Reconciliar al país comienza por ahí; y no se trata de buscar unanimismos sino de labrar un camino de restauración Nacional donde se pueda pensar distinto sin acudir a la violencia o la persecución física, judicial o verbal.
Roy Barreras
También causó molestia en las bases petristas la designación de Roy Barreras, lagarto de lagartos, como Presidente del Congreso en este primer año legislativo. Barreras es, literalmente, un animal político. Y Petro busca eso, un alfil con basta experiencia parlamentaria y ascendencia en todos los partidos políticos para consolidar mayorías y así poder tramitar su agenda de primer año de gobierno: Reforma Tributaria y pensional, Plan Nacional de Desarrollo y Presupuesto General 2023. Flaco favor le hace su tocayo Bolívar, por un afán de sentirse importante, eso de hacer patéticos berrinches en Twitter porque no le cumplieron el capricho de presidir el Congreso. Ya tendrá chance así sea en el 2025. La Unidad Nacional de Santos, para propósitos colectivos, se puede emular en esta ocasión para el trámite de un paquete de reformas urgentes que beneficiará al país.
Gabinete santista
El Presiente electo nos sorprendió este sábado con el anuncio de que el curtido dirigente propaz de ascendencia conservadora, Álvaro Leyva Durán, será el ministro de Relaciones Exteriores. Buen mensaje. Leyva es un estadista de grandes calidades. Llega a una cartera importantísima que debe estar por fuera de las disputas ideológicas, pues la diplomacia y las relaciones internacionales deben restituirse como una política de Estado y no de gobierno.
La llegada en bandada del santismo a la campaña de Petro en segunda vuelta y la rivalidad con un outsider impredecible con rasgos de tirano y salidas de dictador de ultraderecha, corrieron a aquel al centro e hizo que pasara de un discurso de revoluciones abstractas a uno de reformismo sereno.
Petro sabe que necesita ofrecerle garantías al establecimiento para poder gobernar con holgura, por lo menos este primer año. Y lo hará nombrando un gabinete con figuras conocidas, probadas en lo público y con perfil mixto, técnicos con buen manejo político. Estarían, entre otros -y algunos otrora opositores-, Cecilia López Montaño, Alejandro Gaviria, Luis Gilberto Murillo, Guillermo Rivera, Juan Fernando Cristo, Luis Ernesto Gómez y Luis Fernando Velasco, quien acompañó desde el Congreso al gobierno Santos en todas sus iniciativas.
De la estructura política que Petro ha forjado desde que fue alcalde de Bogotá, saldrían un par de ministros, directores de Departamentos Administrativos y superintendencias. Algunos nombres: Aurora Vergara, José Daniel Rojas, Ricardo Bonilla, Eduardo Noriega, Ricardo Roa Barragán y José Fernando Bautista. El resto de cuadros está en la bancada legislativa del Pacto Histórico.
Ahora, con el perdón que el petrismo se merece, no veo en las regiones una figura de la Colombia Humana ministeriable. El gobierno no se puede llenar de activistas porque se cae el Estado. Hay respetadas y poquísimas excepciones, pero está más que demostrado que el activista de megáfono que hace política desde la indignación, cuando le toca tomar decisiones desde el gobierno colapsa, choca con la realidad de lo público. Y gobernar es otra cosa.
Mauricio Lizcano
El célebre expresidente del Senado del Partido de La U que sacó adelante en el Congreso el Acuerdo de Paz, es el líder del equipo de empalme designado por el presidente Petro. Lo acercó su buen amigo y compañero de batallas, Alfonso Prada, quien suena como ministro o director de la DAPRE (Presidencia).
Como podrán ver, este Petro maduro -no asociar con Nicolás- que nos muestran los medios, es quien liderará a la Colombia del posacuerdo tras un nefasto bache que dejó al país roto y enfrentado. Llega con la intención de gobernar para todos, inclusive para quienes no le votaron, como corresponde. El país necesita, más que un presidente en funciones, un jefe de Estado.
Retrocedimos casi una década pero retomamos el camino a tiempo y eso es un logro. Tras el Acuerdo de Paz, el país necesitaba un gobierno de transición que cumpliera con las transformaciones sociales profundas que le urgen y que están allí pactadas. Lo nuestro no es un tema de izquierdas o derechas sino de realidades en contexto.
Ya por último, un mensaje cariñoso, no idealicen la política, no la asuman como un ejercicio de individualidades tozudas y radicales. Dice Michael Oakeshott, que en cuestiones prácticas, el anhelo de perfección era una idiotez.
Un gobierno reformista requiere de alianzas, negociación, mayorías, diálogo y cabildeo permanente con el rival, con el diferente, con el independiente y hasta con el opositor.
Y como le leí recientemente a Alejandro Gaviria en un trino: el país necesita reformas y las reformas necesita de acuerdos políticos.
Necesitamos una ética de mínimos, no de santos.
Adenda: No todo será color de rosa para el gobierno entrante. Gente como María Fernanda Cabal radicalizará su discurso para hacerse con la apetecida figura de la oposición. Y no está mal, por el contrario, es sano para la democracia. Creo que será la Marine Le Pen de Petro. Un asunto de muchísimo cuidado, pues ya el péndulo político se activó en Colombia.