El candidato presidencial por el Pacto Histórico, Gustavo Petro, no la tiene fácil y él lo sabe. Alcanzó su techo, por eso busca afanosamente hacer alianzas políticas que le garantice votos para ganar en primera vuelta porque sabe que en segunda le toca batirse con varios adversarios fuertes, Federico ‘Fico’ Gutiérrez, sus aliados y la Registraduría del cuestionado Alexander Vega.
No ayudan, además, sus deshilvandas propuestas de campaña, pues ahuyenta en vez de atraer. Salidas en falso que se convierten en negativos usados por sus oponentes para reforzar la agenda del miedo y así prolongar los ataques en su contra. La reforma pensional, por ejemplo, sirvió a sus adversarios para mantenerse vigentes esta semana que pasó. Él mismo les está haciendo la campaña.
Petro debe moderar el discurso, hacerse entender mejor. Ser acucioso en los detalles. Captar votos libres desde la ilusión y no a partir de la incertidumbre. Yo le votaré pero con mucha desconfianza. Y eso no me agrada. Me puede más el rechazo a Uribe, y eso de votar en ‘contra de’ no puede seguir trazando los destinos de la política electoral en en el país y en las regiones.
En cuanto a quién capta los votos de qué sector, el análisis no puede partir desde lo ideológico, pues la gente va a conectar con quien le dé confianza y garantías de un gobierno serio y responsable que ofrezca un paquete de reformas sociales que permita reducir la brecha de desigualdad con oportunidades.
Ahora bien, los votos disciplinados de izquierda y derecha ya están fijos. No son el todo, afortunadamente. Hay, no obstante, una amplia franja de votantes subestimada por expertos, periodistas y analistas, que no está pensando en quién es de izquierda o derecha; esperan, más bien, conocer de los candidatos en contienda, propuestas de intervención para los problemas cotidianos que le efectan en este contexto histórico del posacuerdo y la pospandemia.
Es allí donde opera la política de la identidad posmoderna, esa campaña sentipensante que con base en la razón y la emoción, logra enganchar con un electorado que pide buen feeling. Ahí el que va pisando adelante es Federico Gutiérrez, sin dejar de lado a Rodolfo Hernández. Ambos son cercanos, desparpajados. «La realidad del país no es un debate entre izquierdas o derechas», insiste el primero; «No soy de izquierda ni de derecha», subraya el segundo. No obstante, en temas complejos como la legalización de las drogas, el proceso de paz, la eutanacia, la legalización del aborto, y las reformas sociales y económicas que necesita el país, son bastante ortodoxos y conservadores. Engañan con las formas, pero el fondo trae más de lo mismo que nos tiene en esta crisis socioeconómica sin precedentes.
Por los lados de Sergio Fajardo, su campaña es sosa, inexpresiva, no entusiasma. Si las elecciones fueran hoy, no sacaría más de 1 millón y medio de votos. En vez de techo tiene fondo, y profundo. Sólo sumaría los voticos disciplinados de Jorge Robledo y la maquinita electoral de Carlos Amaya en Boyacá, quien, apropósito, no tendrá problemas para elegirse nuevamente gobernador en 2023. Los votos de Juan Manuel Galán y Alejandro Gaviria son más libres, espontáneos, quizá por la naturaleza política de ambos personajes. Sé de gente que apoyó a Gaviria que votaría por Fico; yo lo hice por Galán y me voy con Petro. Gran parte del electorado de la Coalición Centro Esperanza se delizará hacia los extremos. Y el vice de Fajardo, Luis Gilberto Murillo, a quien respeto mucho, sólo pone los votos de su familia.
¿Qué otros votos hay por arañar?
Rodolfo Hernández sacaría mínimo 1 millón y medio de votos. El exalcalde bumangués es tan impredecible que es difícil intuir con quién se iría en segunda. No obstante, con base en los hechos y las circunstancias, puede que se vaya con Fico, lo que no garantiza que tambien sus votos. Entre Ingrid Betancourt y Enrique Gómez habría unos 700 mil votos. Ambos estarían con Gutiérrez en seguda vuelta.
Los partidos Cambio Radical y de la U, armaron bonche. Ahí hay varios votos que si nada extraordinario ocurre, irían a parar con Fico. Y el Partido Liberal, con toda y su maquina de hacer votos, aún no define a quien apoyará. Allí hay un fenómeno interesante que ni el mismísimo César Gaviria podrá controlar. Si bien es una colectividad de 2 millones de votos, no todos serían endosables. El trapo rojo de otrora que iba en bloque con convicción, se volvió un mísero expendedor de avales sin fuerza de ideas. Una cloaca donde hay de todo. El senador Mauricio Gómez Amín, por ejemplo, dijo que si el partido se va con Petro, él no acataría la orden, invocaría «objeción de conciencia». Luis Fernando Velasco, del ala progresista del partido, está de lleno con Petro. Qué decisión tomará el expresidente Gaviria y en qué momento, es una incógnita. Como sea, tiene la oportunidad histórica de reivindicar a su partido o ratificar su tendencia arribista y mercenaria.
Este es el complejo escenario que nos dejaron las elecciones del domingo 13 de marzo, la verdadera primera vuelta. El país nos puso a elegir nuevamente entre los dos extremos. Pero, asimismo, demanda que asumamos posiciones, cualquiera que sea la que decidamos.