Políticamente insurrecto

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El periodismo que no sirve para nada

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@Perdomoalaba

Antes de insistir, permítanme decepcionarme en estas casi mil palabras. Para avanzar y seguir dudando, el oficio necesita de una constante reflexión, del sensor de la autocrítica. Alguna vez Mauricio Gómez, ese aguerrido periodista crítico del periodismo, desilusionado, llegó a la conclusión de que el periodismo no sirve para nada. Se lamenta que, tras haber hecho denuncias sobre el contrabando, las regalías, la salud, la educación y el medioambiente, todo siga peor que antes.

El canibalismo noticioso tiene mucho que ver, y como la inmediatez de las redes sociales altera el foco de lo realmente importante, provoca lo inevitable, que la noticia posterior se devore a la siguiente y así sucesivamente. No hay filtros ni contexto, tampoco seguimiento. La información no se procesa, no se corrobora ni se contrasta. Se sacrifica rigor por likes, aprovechando la ligereza de esa audiencia fútil proclive a la indignación pasajera, al populismo informativo. De ahí el famoso clickbait. Los análisis de los hechos acaecidos terminan haciéndolos desenfrenados foristas anónimos y uno que otro carroñero que funge de periodista, ‘microfoneros’ de facto que escupen furiosos su esputo infectado de posverdad

También hace mucho daño la práctica de ese nocivo ‘periodismo de rumor’ que se estila en algunos medios para inducir situaciones de coyuntura y así favorecer a terceros. La “intriga” como “herramienta periodística”.

Los corruptos están al tanto de lo anterior, por eso siempre vencen. Igualmente los consultores en comunicación pública. Ambos conocen las debilidades del periodismo actual, sus carencias; saben cómo doblegarlo. Estuve en esa orilla, por eso insisto en que hacer periodismo y asesorar gobiernos es como ser juez y parte. No es correcto. Ambas actividades son válidas, pero se ejerce una cosa o la otra. Y al cruzar esa puerta giratoria, por lo menos hay que ser honrado y advertirlo para que la opinión pública sepa desde dónde hablamos. Va un ejemplo: ‘La caja china’ es una estrategia de comunicación de gobierno que consiste en construir una noticia, detonarla, darle el mayor tiempo al aire a través de una historia en algunos casos inventada, en otros tantos sobredimensionada, para tapar otra que afecta intereses mayores. Funciona y se ejecuta todos los días en complicidad con los medios. En la película mexicana La dictadura perfecta de Luis Estrada, se evidencia esa perversa relación entre ambos poderes para proteger intereses. El uno no puede ser complemento del otro; en esencia el periodismo debe ser un contrapoder.

Cartagena es un caso de análisis complejo pero rico en ejemplos y situaciones cotidianas que soportan la idea de que el ejercicio periodístico es inofensivo. Haciendo un barrido juicioso de las recurrentes problemáticas que históricamente aquejan a la Heroica, uno encuentra que periodistas curtidos y fundamentados como Vicente Arcieri, Tadeo Martínez o Rubén Darío Álvarez, por citar algunos, han escrito hasta la saciedad de la necesidad de trasladar el mercado de Bazurto; del trasporte multimodal; del inminente riesgo de colapso en el cerro de la Popa o de las obras fallidas de Cartagena; de la necesidad del proyecto de protección costera o de los rellenos en la bahía de la ciénaga de la Virgen. Nada pasa, todo sigue igual o peor. Letras al viento o en el mejor de los casos al vaivén de las olas, llegan y se van.

El principal periódico de circulación local, carente de una unidad investigativa, suele replicar titulares condicionales calcados de los comunicados de prensa que le envía el gobierno de turno: “Cartagena tendría transporte acuático”, título que al guglear se encuentra registrado más de tres veces en fechas de administraciones distintas. El desarrollo de la ciudad se ve, pero en los titulares de prensa. Ejemplos de ese estilo hay cientos.

Últimamente los informes periodísticos de alto impacto sobre Cartagena llegan de medios de comunicación de afuera, se vuelven virales e influyen tanto en la ciudadanía activa que a los locales no les queda de otra que publicar citándolos. Lamentable, pues no hay agenda propia. Ya hace curso aquello de: ‘si quieres saber qué pasa en Cartagena, consulta El Heraldo’.

«Periodismo es publicar lo que alguien no quieres que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”, cita que le atribuyen a George Orwel. En esta ciudad cooptada por un trío de apellidos es casi un suicidio publicar lo que no les interesa que sea develado. Hay muchos temas que tienen frenado el desarrollo de Cartagena y que demandan ser abordados, pero son intocables. La agenda noticiosa pasa por la indignación del momento, flor de un día, el resto se nutre con comunicados de prensa e información inútil. Bien decía el reportero polaco Ryszard Kapuscinski: “Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”.

Los lobos solitarios del periodismo local, algunos neófitos impetuosos y otros tantos veteranos honrados con el oficio, hacen intentos valiosos y valientes de escarbar en esa maraña de temas vedados, pero al no encontrar respaldo editorial se pierden en la nada de la anestesia colectiva. Entonces ocurre la autocensura. Algunos osados terminan judicializados y con las puertas cerradas; otros exiliados, echados al olvido; porque Cartagena tiene eso, es amnésica, pero sobre todo ingrata. Malagradecida.

Urge entonces un proyecto de emprendimiento digital de periodismo investigativo serio, riguroso e independiente con un modelo de financiación innovador que no permita recursos públicos. Quien diga que no se puede está equivocado, existen muchos casos de éxito a nivel país y en otras latitudes. La Silla Vacía en Colombia, El Faro en el Salvador o Plaza Pública de Guatemala son buenos ejemplos. Paradójico que en la casa de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano de Gabo no haya una incubadora de proyectos que apoye iniciativas locales en ciernes. Hagamos la tarea para que el periodismo sí sirva para algo.

ADENDA: Cero y van muchas. – Juan, qué escribiste, me mandaron a que te botara porque estás incomodando. No te metas en eso, quédate quieto, tienes un hijo. -Vale.

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