Por: @Perdomoalaba
«Cancelar las Fiestas de Independencia no resuelve los problemas estructurales de Cartagena«, leí en un texto del periódico El Universal, que desestima esa idea y que según su autor, es recurrente año tras año. Pero más allá de las razones culturales, sociales y del impacto económico que generaría, hay unas motivaciones de coyuntura muy fuertes para desistir de su realización.
Me explico. Llevamos dos años consecutivos sin agenda festiva presencial. Para este 2022 el Distrito propuso una muy interesante que va en firme. Hay expectativa. Se nota un ímpetu ciudadano motivado, a lo mejor, por ese ayuno festivo en razón a la pandemia.
De entrada me pareció irresponsable decretar fiestas en medio de esta ola de inseguridad, delincuencia, asesinatos diarios, y enfrentamiento entre bandas criminales trasnacionales que tienen a la ciudadanía en zozobra. Cartagena está, literalmente, cercada por el hampa.
Súmele a eso que estamos ante un gobierno Distrital débil, sin norte, carente de liderazgo y autoridad, que suele ofrecer circo en medio de la tragedia, pero que no garantiza la seguridad e integridad de la ciudadanía en medio de esta celebración novembrina. Está más que comprobado que las autoridades locales, evidentemente desarticuladas, no tienen capacidad de reacción para atender situaciones de orden público.
Tras el vil asesinato de una niña de 10 años y su padre, frente al colegio Biffi, hecho que conmocionó a la sociedad cartagenera, varios sectores ciudadanos le pidieron al alcalde William Dau, cancelar las Fiestas de Independencia porque no había «nada que celebrar» entre tanto muerto diario que se ha convertido en contador y paisaje cotidiano, «Van 300» dice la prensa local. Lo más grave es que hemos normalizado la muerte y el caos, fenómeno altamente peligroso.
Dos días después, y como si fuera poco, una onda tropical se parqueó en el cielo de la ciudad, y con este lunes festivo, ajustamos ya tres días de lluvias ininterrumpidas. El reporte de emergencias en todas las localidades de esta Cartagena rodeada de agua y repleta de cerros y lomas invadidas ya superó el centenar, y miles la estamos pasando muy mal por los estragos de este invierno que no da tregua. La misma naturaleza forzó lo que la empatía, solidaridad y sensatez no han logrado en la ciudad.
Pero no es momento para endilgar responsabilidades. Lo que corresponde, sugiero, es cancelar la agenda festiva y enfocar todos los esfuerzos ciudadanos y la capacidad institucional del Distrito en atender las múltiples emergencias reportadas en toda la ciudad. Llamar a la solidaridad y no a la rumba. Solicitar al Gobierno Nacional -Una vez más- un Consejo de seguridad por la vida, encabezado por el propio presidente Gustavo Petro, donde además esté la bancada bolivarense como garante de compromisos.
Alcalde Dau, hay que unir a la cuidad en vez de enfrentarla. Ofrézcanos una tregua de Navidad a ver si no la pasamos tan mal este fin de año. Déjese ayudar. Escuche. Las Fiestas no son un trofeo, y cancelarlas no es entregarlo a sus adversarios políticos, es una decisión motivada desde la sensatez y en razón de las circunstancias. En Cartagena no hay nada que celebrar.
Adenda: El decreto que prohíbe el parrillero hombre en toda Cartagena es buscarle la quinta pata al gato. La ciudad no está para líos adicionales, ni bloqueos y ni alteraciones de orden público. Para emitir decretos restrictivos, el diálogo social con los grupos de interés se hace antes de y no después.