Sistema judicial, su corrupta podredumbre apesta al mismo olor del trasero de dios y el diablo
No es solo en Colombia, porque esta corrupción existe en cualquier ideología política y en cualquier rincón del mundo; es privilegiada, tiene clases religiosas, políticas y sociales. En este artículo voy a hablar de los dos sistemas judiciales que conozco por experiencia propia tanto civil como criminal. En Colombia, en el año setenta y tres…
No es solo en Colombia, porque esta corrupción existe en cualquier ideología política y en cualquier rincón del mundo; es privilegiada, tiene clases religiosas, políticas y sociales.
En este artículo voy a hablar de los dos sistemas judiciales que conozco por experiencia propia tanto civil como criminal. En Colombia, en el año setenta y tres fui encarcelado por dos días porque un policía me encontró en el bolsillo de la camisa un cigarrillo de marihuana, y en En estados Unidos, porque le saqué mi pistola a un par de decrépitos que me atosigaban en mi oficina como en el 2010. En el último, me representé a mí mismo ganando el caso y es por eso por lo que no existen cargos de ninguna forma en mi contra.
En lo civil, me he representado en cortes del estado de California y Federal, ganado algo, perdiendo algo también; pero estas pérdidas las convertí en ganancias al demandar a cuatro jueces estatales y tres federales.
No gané, pero todos esos jueces fueron destituidos de sus cargos.
Ahora en Colombia, me enfrento al último capítulo de ejercer mis disputas legales contra familiares, jueces, Char, Departamento del Atlántico, ciudad de Barranquilla, compañías de servicios usurpando servidumbre del suelo de terrenos que me pertenecen, Policía, Fiscalía, Lewis Energy y sus secuaces, y una empresa criminal que se hace llamar cuando le conviene RCI, Mobilize o AECSA (esperen mi respuesta).
Vamos a ver cómo me va.
Volviendo al análisis judicial de los estadounidenses con algunas comparaciones al colombiano, para mí que tengo más de 180 créditos en clases de leyes, un AA Degree en Liberal Arts y como asistente de abogado y Paralegal de Los Angeles City College, lo que me asombra es que en Colombia sea tan descarada la corrupción.
Además, he asistido a numerosas audiencias en cortes californianas y federales, personales y como crédito para mis clases de leyes y periodismo. En Colombia, realmente nada.
La putrefacción deriva de una sola cadena, y la única forma de contrarrestar estos pandilleros corruptos juececitos y fiscales de pacotilla, es de demandarlos por prevaricato.
Además, por daños económicos personales, porque la jurisdicción se otorga constitucionalmente al momento de posesionarse, y al dictaminar una sentencia falsa o torcer un caso investigado por la fiscalía, se expone a daños materiales y económicos por desproteger a la víctima. Lo hace adrede, premeditado, y con conciencia de que su acto es criminal.
Aprendiendo estoy, porque, afortunada o desafortunadamente, tengo la capacidad cerebral de entender códigos civiles, gravables, financieros y procedimientos legales. A veces pienso que es una maldición porque hay momentos que hubiese preferido ser escaso de pensamiento y no entender la situación, que enfrentarla.
Pero ese es uno de los residuos de los genes del apellido Bustillo que prevalece en estos núcleos a diferentes niveles.
La corrupción comienza en la distribución de casos tanto civiles como criminales. En algunos casos hay hasta competencia entre jueces por tomar el caso; sigue con el secretario del juez y otros subalternos. Por último, el juez que decide sobre el caso. Sigue la apelación con otros juececitos de pacotilla o de bolsillo (igual en ambos países), por último, a las cortes supremas.
Algunas de las funciones principales del poder judicial también en ambos países son la de administrar justicia de manera independiente e imparcial, resolver conflictos legales y aplicar las leyes vigentes, proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos y velar por el cumplimiento de las decisiones judiciales.
Constitucionalmente teórico, ¿cierto? La realidad es otra; porque la identificación de esos corruptos tiene su propio grado de aceptación, soporte político, y su inmediata clasificación al grupo que ofrece fallos a cualquier precio, dependiendo de los factores de cada caso. Me imagino que tiene una tasa cambiaria como cualquier producto de venta en el mercado.
Es igual en ambos países.
Y si le echamos un vistazo a las dos cortes supremas a la machota nos muestran su criminalidad, su ceguera en la imparcialidad, sus aficiones políticas. Recientemente en Estados Unidos al entregarle inmunidad a Trump, el revoltijo con el aborto, la imposición de criterios religiosos, sin importarle que la mayoría del voto popular les pertenece a los demócratas y ellos son republicanos.
Los jueces en Estados Unidos son vitalicios; al menos en Colombia su poder está limitado a cierto tiempo según cambios hechos recientemente.
En Colombia, el caso más reciente que recuerdo es el de la juez constitucional que desechó la tutela descalificando a Char para alcaldía. A esta señora hay que ponerle una demanda por prevaricato por omisión y acción.
Y no hablemos de la supuesta vigilancia de la judicatura en Colombia. El conocer de un caso específico, se hace su obligación de ejercer y disponer de los violadores. Hace unos meses inicié una demanda (tutela) contra RCI, y cuando los denuncié en este blog, algunas personas me comentaron que el sistema judicial de Envigado es donde se concentra el mercado de dictaminaciones o fallos judiciales.
Y a todas estas, ¿qué diablos hace el ministro de Justicia?
El ser humano está desubicado en reconocer cuales funciones personales o sociales se necesitan para el proceso evolutivo del pensamiento, y a mi parecer, consiste en el fenómeno que yo llamo “Las Dos Realidades” (es el estudio de una teoría que tengo en proceso de elaboración – no sé si ya existe una o alguien ya escribió sobre esto). Existe, es intercambiable, y se ajusta a un individuo creando su dogma principal de desempeño ante el sistema.
Vivimos un tiempo de estancamiento mental en este momento de una tercera guerra mundial no declarada todavía y en desarrollo, y ante las incertidumbres de lo desconocido, la mentalidad se pierde en un mundo entre dios y el diablo reproduciendo la calidad de vida de estos seres que huelen al trasero de dios y del diablo.
Ben Bustillo
Nacido en Barranquilla de padres bolivarenses y radicado en California desde 1977. Graduado de periodismo de la Extensión de UCLA en el 2003, AA en Liberal Arts y Paralegal 2016 en Los Angeles City college, MBA – Criminal Justice, enero 2019 en Northcentral University.
Creo en la libertad de expresión y por lo tanto daré cabida sin contestar a los mensajes enviados, pero no publicaré aquellos que sean ofensivos o tengan malas palabras. No soy un santo y me las sé todas, pero no son parte de mi vocabulario diario.
Alguna que otra vez publicaré comentarios que aunque no esté de acuerdo con ellos, lo hago para mostrar como piensan algunos lectores.
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