Mi Opinión

Publicado el Ben Bustillo

“Donde esté, mi abuelo debe estar sonriendo”: Dice Jaime Pumarejo

Las palabras claves para escribir esta crónica radica en las dos primeras, “donde esté”, porque se refiere a las posibilidades de otra vida, y está basado en un artículo publicado por El Heraldo: https://www.elheraldo.co/barranquilla/donde-este-mi-abuelo-debe-estar-sonriendo-jaime-pumarejo-688924.

El consenso general de la gente cuando se refiere a la muerte de uno de sus antepasados es de asumir inmediatamente que están en el cielo, o cualquier otro lugar a que se refiera la religión individual. Uso el cielo, porque es, primero, la más común, y segundo, porque es la información radicada en mis gavetas cerebrales, que a pesar de que el tema lo haya investigado y documentado hacia una disciplina o doctrina propria, permanece anclada como base de cualquier argumento filosófico o intelectual.

La duda, es la hipótesis inicial de la frase “donde esté” que se subdivide a dos consecuencias del desarrollo procesal de una idea: Duda personal, donde cabe la posibilidad de una lucha interna de rechazo a ideas religiosas, o duda del personaje, que tiene un historial diferente conocido por el intérprete de la frase.

Mi escrito no se trata de la calidad de vida de Alberto Pumarejo y no tengo ni la menor idea si se merece o no este homenaje. Reitero, está dirigido e inclinado únicamente en las dudas causadas por la ambigüedad de las dos palabras “donde esté”.

Asumiendo que, en la primera hipótesis, duda personal, las filosofías de – no creer en Dios, no ser religioso, no tiene un convencimiento ideológico cristiano – podría dirigirnos a dilucidar que el individuo tiene fundaciones ideológicas contrarias a la frase expresada.

En el segundo discernimiento – dudas sobre el personaje – he analizado que personas que utilizan este raciocinio, conoce alguna anomalía del individuo en cuestión que les impide llegar en primera instancia a la conclusión de “haber ido al cielo”. Nuevamente, no trato de analizar ni definir la vida de ninguno de los dos, (Jaime y Alberto), ambos políticos pertenecientes a una clase sistemática, que, al analizar bajo conceptos religiosos, sería muy difícil poder conceder el “cielo” como premio por el legado de su existencia.

La política tiene demasiadas subdivisiones definitorias, que aún así llegáramos a raspar todo el conocimiento moral e ideológico acumulado en nuestros cerebros, en un nuevo proceso cerebral del pensamiento se les condenaría a la pena máxima adquirida con ese nuevo pensamiento ideológico.

Para mí, la forma correcta de referirse al estado inmaterial de un individuo, sería siempre encaminarlo hacia las memorias proprias de quien continúe viviendo, aunque no exista alguna. De otra forma, la duda, como en el artículo de El Heraldo, persistirá la incertidumbre, especialmente, cuando quien la emula está relacionado con el sujeto.

Mi interpretación  del artículo recae en que, o Alberto Pumarejo tiene esqueletos en el clóset que Jaime conoce, o Jaime tiene un conflicto interno que me hace dudar de su capacidad de gobernar; porque si no puede discernir donde se encuentra su ABUELO, mucho menos capacidad tendrá con el regalo que la familia Char le hizo: La alcaldía de Barranquilla.

 

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