En un contexto de ebullición política regional y mundial, desde el pasado 21 de noviembre Colombia ha sido escenario de tres Paros Nacionales. Un mes de intensa movilización sin que hasta el momento se haya tenido una respuesta alentadora por parte del gobierno. Todo lo contrario: la obstinación de hacer pasar antes de finalizar el año la impopular reforma tributaria a espaldas de la sociedad y la política de represión y violación de DDHH por cuenta del Esmad a la que se han sido sometidos los manifestantes, demuestran la preocupante desconexión del gobierno con una ciudadanía que, según la última encuesta GALLUP, desaprueba su gestión en un 70%.
La tardía convocatoria a una “gran conversación nacional”, prolongada hasta marzo, es un síntoma de miopía de las proporciones que ha tomado la protesta; a la cual se suma la pretensión de desgastarla con el paso del tiempo, sin tomar medidas económicas y políticas concretas. En efecto, el gobierno pretende sostener un dialogo fraccionado con los alcaldes electos de las capitales y con representantes de diversos sectores de la sociedad, los cuales son escogidos a dedo por la Presidencia, sin privilegiar una metodología eficaz de negociación y concertación que a través de la democratización del dialogo, procure mayor representatividad de los ciudadanos que en las calles se están manifestando multitudinariamente.
Sin embargo, es importante recordarle al Presidente Duque que este tipo de dialogo ciudadano extendido en varios meses sin voluntad política de cambio, fue precisamente la estrategia adelantada por el Presidente Macrón ante la crisis política generada por las manifestaciones de los chalecos amarillos, y que la repercusión del fracaso de dicho dialogo al corto plazo es la huelga que paraliza a Francia desde el 5 de diciembre.
El Presidente Duque estaría entonces jugando con candela. Sus intentos por desconocer la magnitud del descontento ciudadano y su dificultad para interpretarlo han puesto al 74 % de la ciudadanía a favor del paro. Un paro que se anuncia indefinido, pues no es ignorando las razones que lo convocan, violentando a los ciudadanos movilizados, ni con discursos vacíos que lograra los mínimos de aceptación ciudadana que le permitan gobernabilidad necesaria para conservar el cargo en el 2020.
El Presidente no solo se ubica en la lista de los líderes más impopulares de la región, sino que su imagen desde las elecciones regionales de octubre se encuentra muy desgastada en las mismas filas del uribismo. Esto, sumado a la impopularidad histórica del 69%, que según el opinómetro de Datexco y W radio ha alcanzado en la actualidad el Senador y Expresidente Álvaro Uribe, ubicarían a Duque bajo la espada de Damocles ante una aparente disyuntiva: seguir entregado a los designios de la desgastada e impopular figura de su mentor Álvaro Uribe en su ocaso, corriendo el riesgo de ser el primero en pagar las viejas facturas del uribismo; o dar un verdadero “timonazo” (de esos que les gusta titular en la Revista Semana para los fines y comienzos de año) escuchando a la ciudadanía y diseñando un método de concertación eficaz que conduzca al re direccionamiento de sus políticas de gobierno, apaciguando los ánimos y haciendo su Presidencia sostenible.
Darle la cara a Colombia y la espalda a Uribe parecería ser la salida más viable de Duque en términos políticos. Podríamos pensar que si Santos lo hizo y los colombianos olvidaron hasta que era el Ministro de Defensa en el tiempo de los falsos positivos, Duque podría también dar marcha atrás en esa carrera que lo lleva directo al abismo.
Sin embargo, Duque no cuenta con el capital, el bagaje y la solidez política con los que contaba Santos. Mal podría traicionar a su mentor quien hasta hace muy poco tiempo era un perfecto desconocido y del que podríamos decir la presidencia le salió en un paquete de chitos, ya que no sobreviviría ni por un segundo a los embates que se avecinan en el actual contexto político. Duque y el uribismo naufragan en el mismo barco y si bien es cierto una eventual salida de Duque podría representarles una oportunidad para reencauchar a través de otro ese debilitado partido, la ingobernabilidad a la que se expondrían les podría costar el fin de su agonizante vida política. O las filas radicales del uribismo salen de su absurdo ostracismo y rodean al Presidente para que logre concertar con esa ciudadanía indignada que se manifiesta en la calle, o en el 2020 “no pasaran” ni Duque ni el uribismo.
*Fuente de la foto Revista Semana:https://www.semana.com/nacion/articulo/alvaro-uribe-velez-ivan-duque-no-es-mi-titere/565362.