El primero de enero al abrir mi twitter a mediodía encontré que la dinámica de #SiganmelosBuenos2020 volvió a ser tendencia nacional. Mi “time line”, como el de muchos de ustedes, ha estado desde entonces invadido de réplicas y solicitudes de usuarios de la red que en una especie de revolución cibernética solicitan ser seguidos a cambio de seguir a quienes lo sigan.
Fui testigo del origen de la dinámica liderada por Urías Vásquez, a quien conocí en el marco de las movilizaciones contra el Fiscal General, y con quien desde entonces he venido construyendo una bonita amistad basada en afinidades y sensibilidades compartidas. No adherí a su primera fase, pues su espíritu me pareció loable en el fondo, pero algo problemático en la forma. Sin embargo, he venido siguiendo a la inmensa mayoría de los perfiles que se han destacado en ella y opté por participar “en parte” en esta segunda fase, tratando de superar las reticencias que aquí expongo en clave constructiva.
La dinámica es loable en el fondo por varias razones: 1. Es una manera de reconocer en la red a quienes defendemos la consolidación del proceso de Paz, nos oponemos al uribismo, la corrupción, rechazamos la violencia y aspiramos a un país con justicia social y comprometido en la lucha ambiental. 2. A través de ella, se puede avanzar en la democratización del diálogo virtual, empoderando nuevos perfiles que con su diversidad vienen a enriquecer el flujo comunicacional e informativo. 3. Se pueden visibilizar y promover causas comunes, y en últimas desmonopolizar el flujo de la información “relevante” de las manos de los grandes medios.
La forma de la dinámica me parece problemática por varias razones: 1. Seguir de manera desaforada en pocos días miles de perfiles a condición de ser seguidos por otros miles, sin ningún criterio de selección, puede resultar una trampa. Privilegiar la cantidad de seguidores y no la calidad de contenidos redunda en la pérdida de calidad de la información que se recibe y de la información que se está en capacidad de digerir y compartir. 2. El compromiso de seguir a todo el que nos siga es realizable por quienes cuentan con muy pocos seguidores al entrar a la dinámica – gracias a ella, les permite aumentarse exponencialmente en pocos días –; sin embargo, son muchos los usuarios que, en estos casos, no cumplen la regla, se llenan de seguidores, siguen a muchos menos y se convierten en los “divos” que tanto critican. 3. La dinámica no ha sido pensada para involucrar también a quienes tienen miles de seguidores y sensibilidades afines, ya que no es atractivo dedicarse días enteros a seguir “miles” de nuevos perfiles, sin privilegiar antiguos seguidores, ni realizar algún filtro. Salvo excepciones, para quienes han logrado posicionar sus perfiles de manera independiente y después de años en el uso de la red, no ha sido llamativo someterse a la “rigidez” de la regla del “yo te sigo, si tú me sigues” que en estos casos no resulta beneficiosa ni sostenible. Para quienes entraron en la dinámica con más de 20000 seguidores y se comprometieron a seguir “la misma cantidad de quienes los siguen”, el compromiso es plausible, ojalá logren cumplirlo.
Ahora bien, mis reticencias parten de mi experiencia personal y busco a través de ella realizar una crítica constructiva y propositiva. Parto del principio que un buen manejo de twitter implica procurar el seguimiento de las voces valiosas (no necesariamente buenas) de las diferentes orillas y claro, no con ello esperando que todas nos sigan. Apartarnos en una burbuja en donde todos pensamos lo mismo y nos aplaudimos entre nosotros puede resultar emocionante, pero está lejos de ser constructivo. Incluso a los contradictores hay que tenerlos cerca, saber que piensan, para así mismo poder cuestionarlo y debatirlo.
Pienso que seguir miles y miles de perfiles es un falso seguimiento. Queda uno sumergido entre el flujo de información y el filtro automático que en ese caso hace twitter, haciendo imposible privilegiar la información que preferimos. El sistema de alarmas y silenciamiento tiene muchos limites en su funcionamiento. Lo ideal sería partir de un tope de seguimientos razonable. En mi caso, me lo he propuesto en 5000 e invito a quienes tienen una amplia red de seguidores, a ampliar la de sus seguidos y darse el gusto de conocer y ayudar a consolidar nuevos perfiles.
Ahora, no se trata solo de “seguir”. Nada cuesta replicar y promover. Muchos son los “divos” que a un número ínfimo siguen, o que siguen a unos miles, pero que nunca responden comentarios o que copian los comentarios y contenidos de quienes siguen sin el más mínimo gesto de reconocimiento. Poco a poco todos los vamos conociendo y si a pesar de eso los seguimos, es porque necesariamente hay algo en sus perfiles que nos interesa, pero no estamos obligados por ello a darles eco. Igualmente, fuera de la dinámica hay perfiles valiosísimos que enriquecen con sus contenidos y que no tienen el eco que deberían. “Sigamos los buenos” debería ser también una invitación a darles a eco a ellos.
Sería bueno que quienes están en la dinámica se den a conocer, hablando un poco de sí mismos. Algo que nos hable de los “seres humanos” detrás de esos perfiles, ya que es deshumanizante limitarse a una frase de “te sigo para que me sigas” o “sígueme si quieres que te siga”. Ingresé a twitter siguiendo rápidamente cientos de personas nuevas y que me parecieron interesantes sin exigir que me siguieran, pero rápidamente me desanimé cuando empecé a recibir al mismo tiempo exigencias de: “que hubo que no me está siguiendo! “oiga que espera que no me sigue?” “Sígame o la dejo de seguir”, o “yo te sigo, ¿porque tú no lo has hecho?”.
Al comenzar el ejercicio seguía unas 2200 personas y me propuse seguir a mi ritmo 5000. Es decir, mi aporte a la idea sería aumentar mis seguidos en un 100% sin esperar a cambio un “obligado” seguimiento. De hecho, a diferencia de la mayoría que participa en la dinámica, mis seguidores aumentaron tan solo en un 1%. Cuando manifesté mi incomodidad comenzaron a bajar y seguramente sigan bajando a causa de este escrito, pero, a esos amigos buenos del “te dejo de seguir si no me sigues”, les quiero decir que sufro por otras cosas, como el regreso de la barbarie a Bojayá, pero no porque me dejen de seguir en twitter. No soy monedita de oro ni aspiro a ser seguida por medio mundo. Síganme los que quieran seguirme, yo seguiré siguiendo de “los buenos” los que me resulten interesantes o “agradables” sin que cunda el pánico durante días, en el time line de quienes me siguen. Estaré feliz de ser seguida por quienes quieran hacerlo en ejercicio de su “libre albedrio” condición fundamental de la dignidad humana que ejerzo y respeto. Que el afán por ser seguidos no nos haga silenciar lo principal: las causas que seguimos y que ojalá esa tendencia se traduzca en acción colectiva fuera de las redes, de lo contrario resultara un espejismo.