En medio de un país dividido cuando comienza un nuevo gobierno, la mitad de los colombianos quieren a su nuevo presidente y la otra mitad no. Es trascendental pensar en los puntos de encuentro que pueden tener estas mitades enemigas.
Algo en lo que evidentemente estarían de acuerdo la mayoría de colombianos es que somos una manada de tramposos. O dicho con más sutileza para evitar la culpa: “El problema en Colombia es la corrupción”. Nuestro país, más allá de la ideología, no ha podido salir de la pobreza por la debilidad de nuestras instituciones. Y nuestras instituciones políticas son débiles porque no se respeta la ley, desde ciudadanos de a pie hasta poderosos oligarcas han caído en este vicio.
Es en este punto, en el rechazo a la corrupción, donde la izquierda y la derecha tienen la posibilidad de construir puentes para un trabajo conjunto por la institucionalidad en Colombia. Se debe pensar que en entidades como el Congreso se puedan hacer alianzas entre congresistas que permitan tramitar proyectos de Ley con más eficiencia. Pues en la vida real, no se puede pensar en desaparecer al que piensa diferente a mi. Mal o bien, necesitamos a nuestro enemigo para poder trabajar.
La consulta anticorrupción del 26 de Agosto, aunque pueda parecer muy obvia para quienes no quieren darle réditos políticos a la oposición (se dice que varios de los puntos del referendo ya están contemplados en la constitución y la ley), es una excusa simbólica para darle peso político al respeto por las instituciones y la ley.
En Colombia el problema no es si vivimos del petróleo o del aguacate, nuestro verdadero problema es que ni siquiera hemos podido ponernos de acuerdo para respetar las reglas de juego después de más de 200 años.
Seguimos pensando que anular al enemigo es el camino a la victoria, cuando es utópico e ineficiente. Al enemigo hay que analizarlo para transformarse con él, así se supone que debe funcionar un Estado social de derecho. Parto de un ejemplo básico, los líderes políticos, o también conocidos como arrastra votos, que colocan entre 10 o 30 votos a su jefe político por favores a corto plazo. Ellos mueven millones de votos, y si se va construir una nueva democracia, hay que pensar en transformar la forma de pensar de estos líderes. Convencerlos de seguir participando en política pero respetando las reglas de juego, motivados por intereses sensatos a largo plazo. Trabajo difícil, pero la única salida.
La reciente instalación del nuevo Congreso tiene personajes muy populares y carismáticos de diferentes ideologías. Uribe, Mockus, Cabal, Petro y muchos otros nos harán disfrutar de varios espectáculos. Pero lo único que pedimos es una concertación alrededor de la lucha contra la corrupción en el Estado. Necesitamos que sin importar su forma de ver en mundo, en lo único que se pongan de acuerdo es en evitar los abusos de poder y las mordidas en el presupuesto nacional. El poder siempre estará sentenciado al vicio, y ese vicio en Colombia está desbordado.