El presidente Gustavo Petro se encuentra en una encrucijada política que exige una decisión profunda en la forma de ejecutar el gobierno. Palabras más, palabras menos, un viraje categórico que recupere las bases que lo eligieron, las cuales han sido desconocidas, logre la gobernabilidad y recupere la confianza de muchos sectores que apostaron por el cambio y ven como poco a poco, éste se va desmoronando por el desorden gerencial, un cerco de funcionarios que no representan a los votantes del Pacto Histórico y un excesivo discurso que ilusiona, pero no resuelve necesidades.

Es hora de marcar un punto de inflexión porque las estrategias del gobierno se han enfocado en excelentes visiones a largo plazo y una insuficiente ejecución institucional del presente. El peor error, es culpar de sus fallas a la persecución de la oposición, que, si bien ésta ha existido, no es la única razón para justificar su propia incapacidad para gobernar, dado que eso no llevaría a nada distinto que a convertirse en todo aquello que criticó durante décadas, es decir, una administración que señala todo lo malo como consecuencia de sus antecesores, y sus propias carencias como resultado de actores externos que no le permiten hacer las cosas.

La política ha fallado, tanto en la composición del gabinete como en las relaciones con las diferentes bancadas en el Congreso – especialmente la suya -, la defensa de las reformas, los cambios de funcionarios en las instituciones, las estrategias frente a las elecciones territoriales que se avecinan, la atención a sus electores y por supuesto, la comunicación política. El presidente decidió nombrar un gabinete para lograr un gobierno de coalición y contrario a ello, no logró sino un cuerpo ministerial que en su mayoría es controlado por los partidos políticos que no ganaron las elecciones, con el único fin de obtener las mayorías en el Congreso de la República. Un muy alto costo político.

En ese intento, el presidente logró tener un número importante de partidos como coalición, pero no tuvo en cuenta que, en su afán, solo entregó el poder institucional a los políticos tradicionales, quienes aceptaron las cuotas burocráticas, pero se reservaron el derecho a asumir las reformas legislativas estructurales con “beneficio de inventario”, es decir, lo que a su juicio es más correcto para el país. Eso da cuenta de un error gravísimo y es que la gobernabilidad que se buscó en coalición terminó siendo un condicionamiento que dará como resultado algo diferente a lo que este gobierno imaginó y prometió en campaña.

A eso debe sumarse que el presidente decidió que su propia bancada, únicamente debe limitarse a votar, porque ésta “fue elegida por el único mérito de representar al entonces candidato presidencial Gustavo Petro”, y por eso, no la atiende, aunque sí le exige fortalecer al Pacto Histórico en los territorios, siendo ellos quienes deben responder a la gran pregunta, ¿por qué siguen los mismos funcionarios del gobierno anterior en las entidades? Cuestionamiento que sólo el presidente puede y debe responder, porque al parecer, él confunde las malas prácticas clientelistas con la posibilidad de construir con su propia gente.  

Entonces, frente al reto de ganar las elecciones territoriales, se cree que las reformas estructurales marcarán la diferencia para que el Pacto salga victorioso, pero al final, las reformas no van a ser tan estructurales como se pensó, porque una cosa es crear una coalición con ideas similares y otra, es crear unos acuerdos burocráticos sin puntos de encuentro, por lo que el camino sigue incierto. Ya los rumores plantean que la estrategia es enfrentar las contiendas electorales de octubre con el denominado frente amplio, que no es otra cosa que aliarse con los tradicionales para viabilizar candidaturas.

Así las cosas, el Gobierno está ad-portas de entrar al peor de los mundos, condicionado en su gabinete para poder ganar en el Congreso y ahí, tiene una coalición tan crítica que vota lo que le conviene. La reforma a la salud y la reforma política son una clara muestra, la reforma a la salud está en cuidados intensivos y solo será viable si los propios partidos la rescatan, mientras que la reforma política ya se hundió.

Por último, se han jugado una ficha que es la más débil en todo este andamiaje. Se le ha pedido a la población que salga a defender las reformas a las calles, pero no se ha entendido que a la gente no se le ha escuchado, no la representan quienes tienen el poder en las instituciones y tampoco han visto decisiones contundentes que le entreguen la esperanza como para salir y sostener el gobierno que se avizoraba como un cambio trascendental en siglos de desolación.

Señor presidente, es momento de atender a las bases, a su bancada en el Congreso y a quienes se sacrificaron y allanaron el camino del cambio, seguramente encontrará personas que lo ayudarán a recomponer, porque aún está a tiempo y las decisiones están en sus manos.

Avatar de Luis Gabriel Rodríguez de la Rosa

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