¿Cómo recuperar un proyecto político que se diluye por su propia insensatez?
El Pacto Histórico fue un fenómeno electoral que no se repetirá en Colombia durante muchos años, debido al momento en que se presentó, la coyuntura política y social que representó y el líder que jalonó el proceso. Ese contexto, convocó a importantes líderes de opinión y convenció a una parte de la población de un proyecto político de cambio para ser claramente un gobierno de transición, hecho que siempre fue claro en las elecciones congresionales y a la Presidencia de la República, mismas que hoy tienen a Gustavo Petro encabezando el Gobierno Nacional, pero que, en suma, no han logrado resultados estructurales y mucho menos los efectos que la gente esperaba sentir en el corto y mediano plazo. Este hecho claramente no les da una fórmula de continuidad.
La efervescencia del momento y una mezcla de circunstancias, entre las que resaltan, por supuesto, la ineficiente ejecución del presupuesto nacional por parte de los diferentes ministerios, la inexperiencia de la gerencia pública de gran parte del gabinete, la ausencia de representatividad en las instituciones públicas de personas que ayudaron a construir el proyecto político en las regiones y la decisión de las formas en las que el poder ejecutivo se relaciona con los legisladores del Pacto Histórico crearon una mezcla amarga que encamina el proceso hacia el abismo. Tienen en la mesa un cóctel inmolador.
Y si por el ejecutivo llueve, por el legislativo no escampa. La bancada del Pacto Histórico tiene grandes problemas en su relación con el Gobierno, frente a sus electores y entre ellos mismos, algo que, de no ajustarse a tiempo, los va a llevar a dos grandes fracasos: la pérdida de las elecciones territoriales en octubre del 2023 y el hundimiento de las grandes reformas del Gobierno. El primer punto, debido a que el ejecutivo no tiene en cuenta a los congresistas de su bancada, los relega en las regiones y eso los desconecta injustamente de las bases. Esta desconexión con la gente que verdaderamente movilizó las campañas llevará a que la derrota en las elecciones territoriales sea fulminante. El segundo, y que se avizora con prontitud es que no lograrán aprobar las reformas del cambio, simplemente porque no tienen los votos suficientes para inclinar la balanza; incluso en junio no lograron deshacer un quórum en plenaria de la Cámara de Representantes, lo que es evidencia que solos, son una minoría.
Esos problemas se derivan entonces del nulo reconocimiento que el presidente le hace a su propia bancada y de la poca eficiencia que ésta puede tener si no se construye una coalición fuerte que les permita tener influencia y poder de decisión en el legislativo. Frente a los problemas internos de la bancada del Pacto, el asunto es de mayor escala y se reflejó en la reciente jornada electoral de inscripción de candidatos para las elecciones territoriales, porque el resultado fue deficiente, descoordinado y muy alejado de los principios democráticos que inspiraron a la creación de un Pacto Histórico, técnicamente cada quien defiende sus propios intereses electorales y de continuar así, se acabarán a causa de sus propias actuaciones.
Los partidos políticos del Pacto se empoderaron y, desde una visión centralista, cerrada y antidemocrática, tomaron sus propias decisiones desde Bogotá. En su gran mayoría, no concertaron candidatos, desconocieron encuestas públicas en donde la gente había decidido, olvidaron que las bases habían realizado acuerdos en los territorios, impusieron listas cerradas cuando la gente solicitaba abrirlas y viceversa, manipularon el orden de las listas, omitieron los resultados de las consultas internas y nadie salió a responder. Pero adicionalmente, lo que tiene a este proyecto del cambio en cuidados intensivos, es que no entregaron los avales. A muchas personas nunca les llegaron los acuerdos de coalición del Pacto Histórico y, en resumidas cuentas, una gran parte de la población en el país no se pudo inscribir, así que no hay candidatos y mucho menos habrá voluntad para apoyar a quienes les dieron la espalda.
Entonces, se tiene un panorama complejo y que requiere atención inmediata. Los líderes se conocen en las crisis y el Pacto Histórico hoy necesita un norte. Con el fracaso de la entrega de avales y toda la desconfianza que esto generó, es claro que ningún partido político del Pacto tiene capacidad para pensar en un proyecto que se quiere construir a largo plazo. Por el contrario, quienes lideraron ese proceso no hicieron otra cosa que jugar con su propia gente, la dejaron huérfana.
Frente a las acciones del ejecutivo, es necesario que el presidente deje de dar discursos y empiece a administrar, la responsabilidad es suya. La inteligencia que todos le reconocemos debe volverse realidad o su llegada al poder habrá sido flor de un día. Debe entender él y el círculo cercano que lo rodea que la gente ya creyó en un gobierno alternativo; de hecho, lo eligió. Ahora no esperan palabras y justificaciones, necesitan decisiones que se reflejen en una mejor calidad de vida para la población.
Y en cuanto a los congresistas del Pacto Histórico, es imperativo que se conviertan en una bancada crítica frente al Gobierno y autocrítica sobre sus acciones. Porque seguir actuando como un comité de aplausos de un Gobierno que ha tenido algunos avances en materia macroeconómica y medianos direccionamientos en materia ambiental, de empleo, paz y frente a los objetivos de sus reformas, no es suficiente, es más lo que se debe corregir y ejecutar. Por esa razón, los legisladores no pueden defender lo indefendible y continuar ejerciendo como notarios del Gobierno Nacional. Controlen, exijan, superen el activismo, sean gobierno; para eso no se necesita dejar de apoyar y tampoco los convertirá en oposición.
El Pacto Histórico está naufragando, pero aún se puede salvar. La solución no será una carta mágica ni una instrucción del presidente. La respuesta no la van a encontrar creando un partido único que se llame Pacto Histórico. Tampoco será con la auto conmiseración ni con las acusaciones de golpes de estado. La esperanza de un verdadero cambio se encuentra en la madurez política y la inteligencia al servicio de la gerencia pública del presidente. En las capacidades de un buen ministro del interior que lidere la bancada del Pacto Histórico y la acerque a sus regiones. Al fin y al cabo, son ellos quienes representan a la gente y, sobre todo, la solución está en que los ministros y todos los funcionarios del Estado materialicen las políticas que resuelvan las necesidades de la gente. Si lo logran, no es necesario hablar. El proyecto del cambio se habrá salvado.
Luis Gabriel Rodríguez de la Rosa
Abogado, Docente universitario, Escritor y Columnista. Con 11 años de
experiencia en producción académica, literaria y de opinión.
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