Coyuntura Política

Publicado el Renny Rueda Castañeda

Venezuela y Colombia. La dictadura de la desigualdad.

La velocidad de los acontecimientos  actuales y el vertiginoso afán de los medios en procurar atropelladamente “novedades” a la masa de lectores, deja en el camino de los ciudadanos una estela de información que pocas veces es analizada con la necesaria calma que requiere el ejercicio de reflexionar acerca de las realidades y reinventar los modelos políticos propios.  El contenido de las ideologías, su origen y su lógica, se velan en la vacuidad de los discursos de quienes están a la cabeza de las naciones, y lo que parece en teoría una rivalidad insuperable se olvida en la práctica en medio de elogios mutuos que tienen como único objetivo el mantenimiento de condiciones políticas o económicas privilegiadas.

La desigualdad política en Venezuela y la desigualdad económica que vive Colombia son caras de una misma moneda. El último reporte sobre desarrollo humano de las Naciones Unidas ubica a los dos países por debajo de Perú, Costa Rica, Panamá o Irán. El número de asesinatos que se cometen al interior de sus fronteras las convierten en las dos naciones más violentas del continente, por encima de México, el Salvador o Irak, develando la fragilidad de una institucionalidad minada por formas de poder que operan organizadamente en la ilegalidad, nutridas de la desprotección de vulnerables grupos sociales (en los dos países la impunidad supera el 91%) .Cuando en un costado de la balanza, Venezuela y el gobierno de Hugo Chávez registran la violación sistemática de garantías ciudadanas fundamentales, la injerencia en el libre tránsito de información,  -a pesar de su abultado presupuesto- la lenta eliminación de su aparato productivo y la mayor inestabilidad económica del continente; Colombia por su parte en los últimos años, pasó de ser uno de los países más desiguales del Latinoamérica a convertirse en uno de los más desiguales del mundo, solo superado por Belice en el caribe, y Botswana al sur del África.

El evidente desequilibrio del poder político y económico en Venezuela y Colombia, solo obra en contra de los intereses de la inmensa mayoría de la ciudadanía despojada de los privilegios de pertenecer a las élites de estas dos sociedades. La burocracia chavista, que mediante halagos se mantiene en la estructura gubernamental y se financia sin mérito alguno de la comercialización de los recursos naturales de Venezuela, es tan nociva para el país como la cultura del gamonalismo político económico en Colombia, que permite la existencia de abusos que van desde inacabables actos de corrupción en la impunidad del sistema a diversas violaciones de los derechos humanos.

La frivolidad de jóvenes generaciones privilegiadas de colombianos que ignora las dificultades de la otra Colombia, es tan perjudicial como las consignas vacuas de las generaciones chavistas que creen hacer país al defender un gobierno que en medio de la abundancia, hace agua una economía robusta. La democracia, que demanda la existencia de condiciones de equidad de los distintos actores que participan en los asuntos públicos, se ve burlada a ambos lados de la frontera. Al norte, un gobierno omnipresente logró intimidar a los medios de comunicación cuando al mismo tiempo implementaba una política de propaganda estatal sin antecedentes en Latinoamérica, con excepción de Cuba. Al sur, en la actualidad, las recientes administraciones pasan de agache la existencia de condiciones de asimetría económica con todas las consecuencias que se derivan de ellas. Así, la concentración del ingreso, y con ello del poder político en Colombia, incuba en silencio la manifestación de distintas injusticias que se ocultan en una estrategia de manipulación mediática que en medio de la crisis reproduce noticias banales hasta la saciedad.

Hoy en día tanto Colombia como Venezuela, en una melancólica dicotomía entre derecha e izquierda pierden valioso tiempo para proponerse a sí mismas su propio destino. La noción a partir de la cual se pretende dividir ideológicamente a Latinoamérica es un espejismo que no le permite visualizar la importancia de su papel en la construcción de un orden social y político alternativo, en un mundo en apariencia dominado por la economía de mercado pero aún en maduración, que se debate entre la omnipotencia del capital y la construcción de sistemas democráticos e incluyentes soportados en el conocimiento y el mérito, y sostenibles medioambientalmente.

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Renny Rueda Castañeda

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