Aun cuando sea convencional entender el concepto de la democracia como un procedimiento asociado a los procesos electorales, la misma por su naturaleza sobrepasa cualquier aproximación procedimental rígida. En principio, las representaciones antiguas del concepto, se amparaban en la voluntad de los gobernados de tener un rol activo en los asuntos públicos, y en la necesidad de los gobernantes de hacer legitimo su criterio como representantes de un sistema político. Si la historia humana, fuera la historia evolutiva del ideal de la democracia, se podría decir, que desde Grecia, el mundo político ha sufrido una involución.
La idea de que la ciudadanía debe tener un papel activo en los asuntos civiles, es una que se justifica incluso funcionalmente. Las sociedades son entes que por la inabordable numerosidad de sus interacciones, requieren de las capacidades sumadas de los individuos. La democracia es por ello, una herramienta natural de organización social, una construcción consustancial al hombre.
Desde la antigüedad, la democracia directa ha atravesado los siglos de la historia como un recuerdo casi inmutable de sofisticación política. Hoy, contados grupos sociales en el mundo, respetando su propia historia, pero principalmente motivados por el deseo de organizar sus asuntos civiles de una forma más legitima y madura, han adoptado procedimientos de democracia directa. Un diagnóstico aplicado a este fenómeno, demuestra que las diferencias de las instituciones en las cuales estas iniciativas han prosperado pueden en apariencia responder a culturas aparentemente opuestas. En la práctica, no obstante, ello no ha impedido concebir todo experimento «democrático» como un acto de lucidez.
La democracia directa no es un sueño, es una realidad que tiene lugar en este mismo instante, en diversas partes del mundo, y en rincones de organización social sin atavismos institucionales anacrónicos. Pensar en formas de democracia directa, y reemplazar estructuras representativas por canales de interacción civil y política activa, es solo el principio de la madurez cultural de las sociedades actuales.
Renny Rueda Castañeda
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