En las sociedades modernas, aún cuando gran parte de las interacciones sociales individuales se deben a roles de carácter societario, muchas de ellas no obstante son producto de la necesidad de establecer relaciones económicas o de reproducción material entre los individuos. En suma, de satisfacer demandas de coordinación no dialógica sino productiva del sistema. Los sistemas sociales entonces no solo están conformados por construcciones consustanciales al hombre como ente autónomo, pensante, sino también al hombre como objeto.
A nivel doméstico, el concepto del estado del bienestar occidental, ha sido el garante de la conciliación del mundo económico con el mundo político; la construcción social más avanzada dirigida a armonizar las tensiones del orden económico desde una perspectiva institucional. Es así como excesos del orden económico, han sido regulados o contenidos, posibilitando el bienestar de la sociedad como conjunto.
Adicionalmente, mecanismos de justicia redistributiva (impuestos), han permito a actores históricamente vulnerables integrarse productivamente a formas de vida civil incluyente, incrementando los niveles de complejidad de los proyectos domésticos, y desarrollando paulatinamente un trasfondo cultural que permita mayores niveles de sofisticación organizacional civilizada.
A la fecha, a nivel internacional, no existe ningún mecanismo regulador del orden económico. En este contexto, los esfuerzos nacionales por conservar intacta su vida doméstica de un orden internacional desregulado, han llevado a construir esquemas organizacionales cuyo mayor objetivo es mantener sus propias reservas de capital.
Al interior de los países, es por ello que todo experimento democrático ha estado sujeto a presiones de un sistema económico internacional, que al día de hoy carece de un regulador internacional. En consecuencia, el capital producido en el último siglo en todo el mundo se ha concentrado principalmente en nodos de renta alta. Selectas jurisdicciones internacionales han hecho del secreto bancario una institución legítima y respetada normativamente.
Aun cuando todas las sociedades necesitan capital para continuar su proceso de modernización, a la fecha se estima que más de 32 trillones de dólares se ocultan en paraísos financieros internacionales, gran parte de ese capital, producido en países de renta media y baja. Hoy en Latinoamérica, las mayores salidas de capital se están registrando en Brasil, México, Chile y Perú.
Ante la necesidad de construir proyectos democráticos domésticos reales, es necesario que países en vías de industrialización demanden cambios en la regulación global actual. El capital es un activo de la sociedad global como conjunto, los esquemas actuales de secreto financiero afectan gravemente las posibilidades de inversión y la circulación de capital en nodos de renta media y baja.
Renny Rueda Castañeda
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