Coyuntura Política

Publicado el Renny Rueda Castañeda

Colombia; desigualdad y asimetría política.

Pretender que las sociedades contemporáneas han logrado superar patologías históricas derivadas de arbitrariedades de un orden injusto, es una aproximación inocente y desconocedora de la realidad. En las últimas décadas, gran parte de las tensiones sociales de países industrializados, desencadenadas con los modelos de organización política históricos, han logrado externalizarse a partir de dos fenómenos. En primer lugar, la traslación de condiciones de explotación de mano de obra barata y poco capacitada en actividades laborales intensas (manufactura), a países periféricos que en maquilas industriales internalizan en las biografías de seres humanos las secuelas de una demanda desbocada de producción que provee principalmente países de renta alta. Con el ingreso al mercado de una clase emergente China e India, este panorama en términos geográficos se encuentra en proceso de cambio. En segundo lugar, por el histórico mejoramiento de los procesos industriales, que a partir de los avances tecnológicos y la implementación de mecanismos de justicia redistributivos, ha logrado mejorar las condiciones de vida de grandes masas de población que a pesar de ello, siguen ocupando posiciones sociales, políticas y económicas marginales.

Desde la caída del muro de Berlín, junto con la incorporación de nuevos países al proceso de producción global, un fenómeno anteriormente despreciado ha comenzado a copar las agendas gubernamentales. Las desigualdades económicas que antes se manifestaban principalmente entre países, han comenzado a distinguir una reconfiguración geográfica. Mientras que la desigualdad entre países lentamente se reduce, las desigualdades entre individuos, global y localmente; claramente aumentan. En medio de la dinámica, ni siquiera los modelos de estado de bienestar parecen lograr contener la tendencia. Cada vez más el mundo parece hacerse más desigual.

Intentar mostrar el incremento de la desigualdad económica entre los individuos como un fenómeno natural del orden social actual, es un acto de ignorancia propio de sociedades con formas de gobernanza extemporáneas. Junto con la existencia de formas de vida basada en la reproducción de privilegios sin mérito, adicionalmente muchas sociedades permiten una diferenciación cognitiva, cultural, ética y moral que facilita una organización que en vez de velar por el bienestar colectivo, sirve a la explotación de las condiciones de vulnerabilidad de poblaciones marginales.

La legitimación de las asimetrías políticas en las sociedades actuales, son un fraude ético y funcional de sistemas mal llamados democráticos que se avizoran invasivos de tradiciones basadas en la participación y el respeto a la persona humana. En su mecánica se reemplaza un sistema de valores basado en la dignidad y la construcción de una individualidad ajena a las presiones de mercado, por uno oportunista en donde toda desigualdad del prójimo se convierte en una debilidad explotable, y en donde con un frenetismo desbordado se busca permanentemente explotar al otro.

En Colombia como en cualquier otro país en la modernidad, sugerir inevitable la existencia de asimetrías políticas entre ciudadanos ricos y pobres, urbanos y de regiones periféricas y apartadas, de razas y etnias distintas, con acceso a educación de alta calidad y sin acceso a ella, con condiciones de trabajo de alto poder adquisitivo y posición social y condiciones de trabajo sencillas, es una desvergüenza propia de la incapacidad moral y organizacional de concebir formas de vida sostenibles y respetuosas del ser humano.

Ver como una generación joven que se debe a sus méritos lentamente divide sus destinos políticos y sociales por cuestiones de oportunidades injustificadas, de apellido, de raza, de origen geográfico, de universidad u ontogenia cultural, es una fractura más que se agrega al diagnóstico de un país en dificultades.

Históricamente Colombia ha sido uno de los países más desiguales del mundo. Junto con Bolivia y Honduras se ubica entre los países más desiguales del continente. La desigualdad como fenómeno, lleva implícita la lenta fragmentación del orden social en grupos que paulatinamente se hacen irreconocibles mutuamente. Las diferencias cognitivas y culturales, formacionales, económicas y en general políticas entre Colombianos en medio de un sistema global que percibe como oportunidad de usufructo las flaquezas del “otro”, es uno de los mayores problemas políticos de la nación. Pretender desconocer esa realidad es servir a intereses distintos a los nacionales.

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Renny Rueda Castañeda

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