Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

Una Carta Rabínica sobre la Crisis Climática

La noticia de que el Papa Francisco iba a publicar una encíclica acerca del calentamiento global motivó a siete rabinos en los Estados Unidos a preparar un documento que tuviera un rango similar, una Carta Rabínica. De acuerdo con estos Rabinos, el documento serviría a tres propósitos: 1) interpelar a la comunidad judía, especialmente a los más jóvenes, para recordarles que las enseñanzas de su comunidad tienen mucho que decir en esta coyuntura radical del planeta; 2) para enfatizar el hecho de que la íntima conexión entre los seres humanos y la tierra está codificado en la Torá; 3) y para ofrecer al mundo la sabiduría del judaísmo sobre el trastorno climático global, de modo que sirva de apoyo a los esfuerzos por curar la Tierra. Hoy esta Carta Rabínica ya cuenta con más de trescientas firmas de rabinos de todas las esquinas de Estados Unidos.

En un artículo publicado el 6 de junio, uno de los autores de la carta, el Rabino Arthur Waskow, explicó el sentido de urgencia con el cual decidieron hacer eco de la iniciativa del Papa Francisco. Del 30 de noviembre al 11 de diciembre de 2015, los representantes de todos los gobiernos del mundo se reunirán en París con el fin de abordar el problema del calentamiento global. Si la conducta que tuvieron en el pasado esos gobiernos fuera indicativa de lo que harían en esa conferencia, el prospecto no es nada bueno: probablemente esos gobiernos seguirán estancados – “a menos que nosotros, los pueblos, insistamos en la acción.”

El llamado que hacen estos Rabinos procura al mismo tiempo responder de forma afirmativa estas dos preguntas: “¿Podemos prevenir desastres mundiales generados por el cambio climático? ¿Podemos convertir nuestra ciencia y nuestra sabiduría moral en la capacidad de moldear el mundo de acuerdo con un sentido de abundancia compartida y sustentable – de justicia eco-social?”

Espero que la lectura de esta carta sea inspiradora, tanto como lo ha sido para mí.

Al Pueblo judío, a todas las Comunidades del Espíritu

y al Mundo:

Una Carta Rabínica sobre la Crisis Climática

Nos presentamos como judíos y rabinos con un gran respeto por lo que los científicos nos han enseñado – pues, tal y como entendemos esa enseñanza, es acerca de la revelación del misterio de la Presencia de Dios en el universo revelado y, especialmente, en la historia y futuro de nuestro planeta. Aunque aceptamos las explicaciones científicas de la historia de la tierra, la continuamos viendo como la creación de Dios y celebramos la presencia de la divina mano en cada criatura terrenal.

Empero, en nuestra generación, esta maravilla y esta belleza ha sido profanada – no sólo en un país sino en toda la Tierra. Por tanto, en esta crisis, nos unimos a toda la Tierra en la celebración del Soplo de la Vida que nos entreteje a todos –

Alabad al Señor en la tierra,

cetáceos y abismos del mar,

rayos, granizo, nieve y bruma,

viento huracanado que cumple sus órdenes,

montes y todas las sierras (Salmo 148)

Sabemos que toda la Tierra necesita no sólo de la gozosa voz humana sino también de la reparadora mano humana.

Estamos especialmente conmovidos por el hecho de que la más profunda y antigua perspicacia de la Torá acerca de la reparación de las relaciones e la Tierra y de los habitantes terrestres, adamah y adam, encuentran eco en los hallazgos de la ciencia moderna.

Los textos de la Torá que quizá son más relevantes para entender nuestra crisis actual son el Levítico 25-26 y el Deuteronomio 15. Ellos demandan un año de cada siete para que sea Shabbat Shabbaton – un año Sabático – y Shemitá – un año de sosegada Liberación de la Tierra y de sus trabajadores de ser puestos a trabajar, así como Liberación de los deudores de sus deudas.

En el Levítico 26, la Torá nos advierte que si nos negamos a permitir que la Tierra descanse, ella “descansará” de todos modos, a pesar de nosotros y por encima de nosotros – mediante las sequías y las hambrunas y el exilio que torna a un pueblo entero en refugiados.

Esta antigua advertencia escuchada por un pueblo nativo en una tierra esbelta ha llegado a ser ahora una crisis de todo nuestro planeta y de toda la especie humana. La acción humana que utiliza en exceso la tierra – especialmente la quema excesiva de combustibles fósiles – alcanza su culmen en una respuesta planetaria sistémica que pone en peligro las comunidades humanas, así como otras formas de vida.

Ya hemos visto inundaciones sin precedente alguno, sequías, derretimiento del hielo, tormentas de nieve, oleadas de calor, tifones, aumento del nivel de los mares, así como la expansión de insectos portadores de enfermedades de las zonas “tropicales” a lo que antes habían sido regiones “templadas”. Es el Levítico 26 realizado. Las proyecciones científicas del futuro son muy claras respecto al hecho de que cosas peores ocurrirán si continuamos como de costumbre con la quema de combustibles fósiles.

Como judíos, planteamos la pregunta si las fuentes de la sabiduría tradicional judía pueden ofrecer alguna guía a nuestro esfuerzo político por prevenir el desastre y reparar nuestra relación con la Tierra. Nuestra sabiduría primera y más fundamental está expresada en la Shemá y está subrayada en la enseñanza que mediante la Shekhiná la presencia Divina habita dentro como más allá del mundo. La Unidad de todo significa no solamente que toda la vida está entretejida sino también que un aspecto del Mismo Dios participa de ese entretejimiento.

Reconocemos que durante siglos la atención de nuestro pueblo –conducido al exilio no meramente por haber sido expulsados de nuestra tierra original sino convertidos luego en refugiados expulsados de muchos países de modo que fueron despojados de toda conexión física y política, y sin un país concreto– se ha apartado de este sentido de interconexión entre adam y adamah, hacia la reparación de la injusticia social. Por cuenta de esta historia, estuvimos tan preocupados con nuestra propia sobrevivencia que no pudimos dirigir nuestra atención hacia la crisis más profunda de la cual nuestra tradición siempre ha sido consciente.

Sin embargo, la justicia y la terranalidad no se pueden separar. Esto lo enseñan nuestros textos antiguos – la enseñanza de que que cada séptimo año debe haber un año de Liberación, Shmittah, Shabbat Shabbaton, en el cual no solamente debe haber un año de liberación de la Tierra del uso excesivo sino también un año de compartir por todos en la sociedad la abundacia creciente y gratuita de la Tierra, y por tanto un año de liberación de los deudores de sus deudas.

La unidad de la justicia y de la curación de la Tierra nos la muestra nuestra experiencia actual: El empeoramiento de la desigualdad de la riqueza, ingreso y poder político tiene dos impactos directos en la crisis climática. Por un lado, las grandes empresas de los combustibles fósiles no solamente se enriquecen mediante las heridas que le causan a la Tierra sino que también usan sus ganancias para comprar elecciones y proporcionar fondos para estudios pseudo-científicos para impedir que la opinión pública actúe para curar esas heridas. De otro lado, los pobres en Estados Unidos y en el resto del mundo son los primeros y los que más sufren por causa de los tifones, las inundaciones, las sequías y las enfermedades causadas por el caos climático.

Por tanto, hacemos un llamado en favor de un nuevo sentido de justicia eco-social – de un Tikún Olam que incluye un Tikún Tevel, la cura de nuestro planeta. Urgimos a aquellos que han estado concentrados en la justicia social a que dirijan su atención a la crisis climática y a aquellos que han estado concentrados en la crisis climática a que dirijan su atención a la justicia social.

Aunque como rabinos recurrimos a las prácticas específicas por medio de las cuales nuestra Torá hace posible la justicia eco-social, reconocemos que en todas las culturas y tradiciones espirituales hay enseñanzas acerca de la necesidad de apartar tiempo y espacio para la celebración, el descanso y la reflexión.

Empero, en la historia moderna, nos damos cuenta de que por cerca de 200 años, las instituciones y las culturas más poderosas de la especie humana se han negado a dejar que la Tierra y sus habitantes humanos tengan tiempo y espacio para el descanso. Al quemar de forma excesiva dióxido de carbón y metano en el aire de nuestro planeta, hemos perturbado el sagrado balance en el que inspiramos lo que los árboles expiran y en el que los árboles inspiran lo que nosotros expiramos. El resultado: un ardor global, una crisis climática.

La crisis está empeorada por la difusión de formas extremas de extracción de combustibles fósiles que no solamente calientan el planeta en su conjunto sino que también producen daños en las regiones directamente afectadas.

§ El fracturamiento hidráulico (fracking) de piedras esquistas para obtener petróleo y “gas no natural” envenena las fuentes regionales de agua y da lugar al envío de volátiles “trenes bomba” explosivos por todo el país.

§ La quema de carbón no sólo impone el asma en los vecindarios de las plantas de carbón –usualmente los más pobres y los más negros– sino que también destruye las adorables montañas de la Virginia Oeste.

§ La extracción y el envío por oleoducto del petróleo de arenas bituminosas amenaza a las comunidades de las Naciones Originarias de Canadá y de los Estados Unidos, y pone en peligro a los granjeros y vaqueros por cuyas tierras se supone que pasaría el oleoducto KXL.

§ Perforar para obtener petróleo bien adentro en el Golfo de México, así como el derramamiento de petróleo de Valdez en el Estrecho del Príncipe William del Océano Pacífico ya gab causado la muerte de trabajadores y de vida marina, así como desastres financieros a las comunidades vecinas. Las propuestas de exploración de petróleo en los Océanos Árctico y Atlántico amenazan con producir cosas peores.

Todo esto constituye un uso excesivo de la Tierra – exactamente lo que la Torá nos enseña que no debemos hacer. Por tanto, ahora debemos permitirle a nuestro planeta que descanse de ese uso excesivo. Para el Israel Bíblico, esta era una cuestión central de nuestra relación con el Ser Sagrado. Y para nosotros y para nuestros hijos y para sus hijos, esta es de nuevo la cuestión central de nuestras vidas y de nuestro Dios. ¿Cómo? – este es el cuestionamiento al que debemos responder.

Por tanto, aquí hemos de pasar de la sabiduría heredada a la acción en nuestro presente y nuestro futuro. Una manera de asumir nuestra propia responsabilidad por nuestros hogares, congregaciones, denominaciones, federaciones, acción política sería – Retirar Nuestro Dinero de los gastos que le permiten a estos faraones modernos quemar nuestro planeta y gastar lo que ayudaría a curarlo. Por ejemplo, estas acciones podrían ser al mismo tiempo prácticas y efectivas:

§ Comprar energía obtenida del viento en vez de la obtenida de la quema de carbón para iluminar nuestros hogares, sinagogas y centros comunitarios;

§ Organizar nuestras grandes Federaciones para que den becas y préstamos a todas las organizaciones judías en sus regiones para que instalen paneles solares en sus edificios;

§ Cerrar nuestras cuentas bancarias en los bancos que invierten en la quema mortal de combustibles fósiles y abrirlas en bancos comunitarios y en cooperativas de ahorro y crédito que invierten en vecindarios locales, especialmente de las comunidades pobres, Negras e Hispanas;

§ Retirar nuestras dotaciones financieras (endowment funds) del apoyo a los mortíferos combustibles fósiles para apoyar empresas estables, rentables y que dan vida;

§ Insistir en que el dinero de nuestros impuestos no siga subsidiando enormemente a las Grandes Empresas del Petróleo (Big Oil) sino que subsidie el rápido despliege de energía renovable – que lo haga tan rápido en esta emergencia como lo hizo el gobierno en la emergencia de comienzos de los años 1940s cuando la producción industrial de automóviles fue sustituida por la producción de tanques.

§ Convencer a nuestros congresistas de que establezcan un sistema de penalidades al sistema de combustibles fósiles y de dividendos públicos que premie a nuestra sociedad por superar la economía de los combustibles fósiles.

Estos ejemplos son simplemente indicativos, y en los días y años que vendrán, podremos pensar en otros enfoques para alcanzar estos fines ecológicos.

Estados Unidos es uno de los principales causantes de la crisis climática y debe, por tanto, asumir una responsabilidad especial a la hora de actuar. Aunque ya somos en los Estados Unidos vulnerables al caos climático, otros países lo son incluso mucho más – y la solidaridad judía debe asumir seriamente esta verdad. Científicos israelíes, por ejemplo, reportan que si el mundo sigue consumiendo combustibles fósiles como de costumbre, el desierto del Negev llegará a tragarse la mitad del estado de Israel y el aumento de los niveles del mar dejarán la mayor parte de Tel Aviv bajo el agua.

Israel es por sí mismo un país muy pequeño para reducir el calor que cada día empeora alrededor del mundo. El ingenio innovativo de Israel en el campo de la energía solar y eólica podría ayudar a gran parte del mundo, pero se requerirá de los fondos de Estados Unidos y de otros países para ayudar a las naciones pobres a usar las nuevas tecnologías de energía renovable creadas por innovadores israelíes y estadounidenses.

Creemos que en la sociedad estadounidense de hoy hay tanto peligro como esperanza, un peligro y una esperanza que la comunidad judía estadounidense, en acuerdo con nuestras hermanas y hermanos de otras comunidades del Espíritu, debemos abordar. El peligro consiste en que los Estados Unidos son el más flagrante causante del arrasamiento de nuestro planeta. La esparanza radica en que una y otra vez en nuestra historia, cuando nuestro país tuvo que enfrentar la necesidad de un profundo cambio, han sido nuestras comunidades de compromiso moral, alianza religiosa y búsqueda espiritual las que se han levantado para cubrir esta necesidad. Así fue hace cincuenta años durante el movimiento de los Derechos Civiles y así debe ser hoy.

En tanto pasamos por este año de Shemitá, somos especialmente consicientes de que la Torá nos exige el Hak’heylla congregación de toda la comunidad del Pueblo de Israel durante el Sucót después del año de la Shemitá, para escuchar y volvernos a comprometer con las enseñanzas básicas de la Torá.

Por tanto, encomiamos a los judíos en todas las comunidades nuestras a que se reúnan el domingo de Sucót este año, el 4 de octubre de 2015, para explorar juntos nuestras responsabilidades hacia la tierra y hacia toda la humanidad, en esta generación.

Nuestra antigua sabiduría terrenal nos enseñó que la justicia social, la abundancia sostenible, una Tierra saludable y la realización espiritual son inseparables. Hoy debemos escuchar esa enseñanza en un contexto global, recurriendo a nuestra inusual capacidad para moldear la política pública en una gran nación. Llamamos al pueblo judío a asumir el desafío de Dios una vez más.

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