“Un par de años hará (he perdido la carta), Gannon me escribió de Gualeguaychú anunciando el envío de una versión, acaso la primera española, del poema The Past, de Ralph Waldo Emerson (…).” Esta quizá sea, en realidad, la primera mención a dicho poema en una publicación en lengua castellana. La hizo Jorge Luis Borges en su cuento “La Otra Muerte”, incluido en el volumen El Aleph.
Desde que se inventaron los nuevos medios de publicación electrónica, abundan varias traducciones del mentado poema, todas de diferente factura – alguna, la más notable, confunde un verbo en la tercera persona del singular con el plural de un sustantivo. Gracias a esta confusión, el texto de Emerson adquiere un giro inesperado, uno que sin embargo no lo hace menos digno de lectura.
En The Past, uno encuentra una idea que abona la vida para que no dé frutos amargos. Su expresión poética es deudora de una reflexión previa, en la que no deja de abundar la poesía. En un ensayo dedicado a la memoria, Emerson le atribuye a ésta el poder de mantener juntos el presente y el pasado y, de ese modo, de ligarnos a nuestra familia y a nuestros amigos, y así de tener un hogar. Es la memoria la que hace posible que podamos darle valor a cada hecho nuevo y también a cada hecho previo.
Gracias a la memoria, escribe Emerson, el pasado deviene nuestro compañero, tutor, poeta y biblioteca con la cual viajamos. “No nos miente, no puede ser corrompido, nos informa no lo que querríamos sino lo que realmente ocurrió. Dices, ‘no puedo pensar acerca de algún acto de descuido, de egoísmo, o acerca de una pasión sin dolor.’ Bien, así es como debe ser. Esa es la policía del Universo: los ángeles están ahí para castigarte, en tanto seas capaz de semejante crimen. Pero en la historia del carácter llegará el día en que serás incapaz de ese crimen. Entonces, no sufrirás más, dirigirás a ello tu mirada como lo mira el cielo, ‘con asombro ante el acto y con aplauso ante el dolor que te ha costado.’”
No sabemos cómo este pensamiento corrió como agua entre cavernas hasta reventar en otra fuente. Apenas tenemos unas cuantas indicaciones acerca de su origen. Las jaquecas que le vedaron a Nietzsche un conocimiento más acucioso de sus contemporáneos no le impidieron llegar a la obra de Emerson, a quien describió así en uno de sus cuadernos póstumos:
“El autor de este siglo que hasta ahora ha tenido las ideas más fértiles ha sido un estadounidense (desafortunadamente nublado por la filosofía alemana). Vaso de leche.”
En el “devenir quien somos” y en el test del eterno retorno uno encuentra transvasada la idea de Emerson. Su presencia se siente en el arresto que demanda responder a la pregunta, ¿puedo poner un “¡así lo quiero! ¡así lo querré!” en lugar del “así fue”?
En la historia de las ideas, siempre uno encuentra antecedentes e inspiraciones. Sin duda, Nietzsche y Emerson son deudores de Montaigne, de su terapia de auto-conocimiento y auto-apropiamiento, de su cura contra el resentimiento y el remordimiento que infectan la tierra. En Emerson, sin embargo, uno encuentra una radical ruminación acerca del pasado y una gran claridad acerca del hecho de que no puede ser redimido sino incorporado.
Pier Damiani, un teólogo del Siglo XI, propuso otra cosa, que Dios puede alterar lo ocurrido y nos deja a merced de su designio. En el relato “La Otra Muerte”, Pedro Damián, gracias a un milagro divino, realizó un anhelo que desafía el orden del tiempo, no importa cuán modesto ese anhelo pudiera ser. Cuarenta años después de un acto cobarde en una batalla local, en el delirio que antecedió su muerte, Damián pudo volver a esa misma batalla como un valiente y encontrar otro fin. Al serle concedida esta modificación del pasado, numerosas incoherencias tuvieron lugar. No importa cuán nimios hayan podido ser los hechos; siempre es intricada la trama que los entrelaza. En su relato, Borges lo registra todo como un escándalo de la razón, pero deja entrever que no se fía de los poderes de la mente, a los que no les atribuye mucha capacidad para distinguir sombras de sombras.
Nietzsche no se habría reconocido en esta desconfianza. Aunque se rebeló contra el racionalismo, no apostó por la fe poética. Prefirió apelar a una conjetura racional para lidiar con el pasado – que el universo es finito y está abocado a repetirse eternamente, pero engastó esa conjetura en una forma literaria y literariamente afirmó no haber escuchado jamás “algo más divino.” Sin admitirlo, Nietzsche se embriagó del mismo espíritu de encantamiento que le atribuyó a los poetas.
Emerson, el poeta, es más sobrio, si bien no prescinde del mito: nos hace familiar su idea mencionando a Satanás, a los dioses, y también a Las Furias. Emerson, el psicólogo, nos invita a la aplicación metódica de la memoria. Uno y otro exponen la cura de la aceptación y de la benevolencia.
El Pasado
La deuda está saldada,
La sentencia declarada,
Las Furias aplacadas,
La plaga está frenada.
Todas las suertes echadas;
Gira la llave y tranca la puerta,
Dulce es por siempre la muerte.
Ni esperanza altiva, ni melancolía venenosa,
Ni odio asesino pueden entrar.
Todo es ahora seguro y firmemente fijo;
Ni los dioses pueden el pasado agitar;
Vuela – a la adamantina puerta,
Atrancada por siempre.
Nadie puede allí volver a entrar,—
Ni ladrón tan astuto,
Ni Satanás con artimañas perfectas puede
Entrar furtivamente por ventana, grieta o agujero,
Y atar o desatar, o añadir lo que faltaba,
Insertar una hoja o un nombre inventar,
Una nueva cara o terminar lo que está lleno,
Alterar o enmendar el Hecho eterno.
Versión original:
The Past
The debt is paid,
The verdict said,
The Furies laid,
The plague is stayed.
All fortunes made;
Turn the key and bolt the door,
Sweet is death forevermore.
Nor haughty hope, nor swart chagrin,
Nor murdering hate, can enter in.
All is now secure and fast;
Not the gods can shake the Past;
Flies-to the adamantine door
Bolted down forevermore.
None can reënter there,—
No thief so politic,
No Satan with a royal trick
Steal in by window, chink, or hole,
To bind or unbind, add what lacked,
Insert a leaf, or forge a name,
New-face or finish what is packed,
Alter or mend eternal Fact.
Union Station Square, Washington DC – “Looking Into The Past” Project, Jason E. Powell