
Las fuerzas que canalizó Trump están a la vista y a la vista también cómo las podrá usar.
Con mucha autocomplacencia, el establecimiento económico e intelectual hizo caso omiso del drama humano de pérdida de seguridad social y económica que causaron las reformas neoliberales. Los abogados del credo neoliberal suponían que “la destrucción creativa” del crecimiento económico le daría a la gente suficientes compensaciones por vivir en un estado permanente de ansiedad, que esa misma gente las encontraría aceptables y que aceptaría también los nuevos niveles – escandalosos, diría yo – de desigualdad. Cuando esos abogados se dieron cuenta de que las cosas se habían complicado y anunciaron remedios, ya era tarde.
En julio de este año, Christinie Lagarde, la directora del Fondo Monetario Internacional, dijo que era necesario hacer considerables esfuerzos para reducir la desigualdad con el fin de contener el populismo. Sin embargo, en el Reino Unido la gente ya había votado por el Brexit. Ahora, en Estados Unidos lo acaba de hacer por Donald Trump.
Cabe decir, sin embargo, que la victoria del Brexit y la de Trump, y también la del NO en el Plebiscito, no se reduce a problemas económicos. Lo que he estudiado acerca de Trump y de quienes le apoyan me lleva a decir que el éxito del populismo se comprende gracias a la disposición autoritaria de una proporción considerable de personas y a la forma en la cual esa disposición es reforzada por pares que poseen características personales similares, en contextos de fuerte segregación social. La disposición autoritaria es una actitud de ansiedad frente a un orden social que se percibe inestable o bajo ataque, lo cual hace que quienes se sienten así favorezcan la mano dura en el espacio privado y también en el espacio público. Si esas personas tienen pocos contactos con otras que piensan diferente, lo más probable es que confirmen entre sí cualquier percepción de amenaza, no importa cuán delirante sea, como ha sucedido, por ejemplo, con la supuesta amenaza del “castrochavismo” en Colombia.
En un contexto de tribulaciones económicas y sociales, al cuadro anterior solamente hay que agregarle dos cosas para que el coctel populista sea explosivo. Por un lado, políticos sordos a las preocupaciones de la gente. Esto le da a los profetas del cambio un aura de redentores que, de otro modo, no tendrían. No importa que sean groseros y superficiales, y que al final ignoren los intereses del pueblo llano. Lo decisivo es que logren ser percibidos como los impugnadores del establecimiento. Por otro lado, se requiere que los populistas sean promovidos por medios de comunicación dispuestos a acentuar la ansiedad de la gente. Independientemente de lo que crean acerca de la realidad de las amenazas al orden establecido, el punto radica en que esos medios saben que los discursos azuzadores venden – los populistas proporcionan buenos ratings.
Trump tiene el perfil de un sociópata: un ego desproporcionado, bajísimos niveles de empatía personal, altos niveles de agresividad y una fuerte disposición a manipular a las personas. Es un bully, un matoneador, como algunos que conozco en el ámbito académico. Sin embargo, es un bully que muchos encuentran divertido y ejemplar. En particular, es uno que ha logrado canalizar la ansiedad de sus seguidores y convertirla en rabia contra todo aquello que perciben como amenaza. La rabia empodera. Eso lo que han sentido muchos ciudadanos de a pie, que ahora apoyan a Trump casi que incondicionalmente.
Sólo hay que ver la forma en la cual Trump y los trumpistas han roto las convenciones del respeto y del decoro para hacernos a una idea de lo que nos espera. Yo, por ejemplo, temo por una de mis hermanas y por mis sobrinos, quienes viven en Estados Unidos pues Trump le ha dado a sus seguidores carta blanca para dirigir su fanatismo y su intolerancia contra quienes consideran extraños. Al confirmarse su victoria, Trump profirió un discurso sereno y conciliador, pero yo creo que cambiará de tono cuando alguna gente salga a la calle a cuestionar sus políticas. Es lo que hacen los sociópatas cuando les dicen que no o cuando les piden que rindan cuentas.
Conjeturo que Trump echará en saco roto una buena cantidad de promesas y que a sus seguidores les importará poco. Por tanto, es probable que las deportaciones masivas y el muro con México se queden en el papel. Para bien, buscará un avenimiento con Rusia. Para mal, gracias a ese avenimiento, Assad podrá hacer lo que se le dé la gana en Siria. Quién sabe qué hará respecto de Israel y Palestina, y de Irán. Mi temor más grande con respecto a Trump concierne a su ignorancia, a su limitada capacidad de atención y a su irascibilidad. Eso lo hace imprevisible. Trump sabe que lo es y lo considera una ventaja.
Como Presidente, Trump podría descarrilar el esfuerzo mancomunado por mitigar el calentamiento global y, en un descuido, echar mano del arsenal nuclear. El uso de estas armas es tabú, pero él no tiene problemas en hacer caso omiso de límites de ninguna clase. Anunció que reestablecería la tortura. Creo que esto lo va a cumplir. La prisión de Guatánamo ya no la cierran; la van es a llenar otra vez de presos llevados allá desde todo el mundo.
Para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande de nuevo, hará caso omiso de la deuda externa, emitirá muchos dólares y Bonos del Tesoro, y exportará su inflación al resto del mundo. No descarto que devalúe el dólar para aliviar la carga de la deuda y para mejorar la posición comercial de las empresas estadounidenses. Para Colombia, este puede ser el impacto más fuerte de sus políticas. No me preocupa mucho el proceso de paz pues Trump puede encontrar aceptable el trato hecho con las FARC y el que se haga con el ELN. Me preocupan los ahorros de la nación, casi todos en Bonos del Tesoro, que se verán reducidos de un tajo si Trump pone en marcha algunas de sus ideas de política económica.
Si estuviera en la Junta del Banco de la República, creo que empezaría a comprar oro y a deshacerme de Bonos del Tesoro. No obstante, soy consciente de que el lazo con Estados Unidos aprieta mucho y que el márgen de maniobra es limitado. Pero, por sobre todo, sacaría lecciones de la victoria Trump. Es urgente comenzar una tarea despolarizadora en Colombia. Necesitamos cruzar las barreras que nos dividen y poner en cuestión los prejuicios que nos hacen deshumanizar a nuestros semejantes. Precisamos también pedirle cuentas a los medios de comunicación que alimentan la polarización y activan contiuamente la ansiedad, el miedo, el resentimiento y el odio. Nuestra tarea también incluye entablar un diálogo franco con el establecimiento económico y con el político acerca de la realización de profundas reformas pues las tribulaciones de muchos de nuestros compatriotas no dan espera.