Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

El Relator de Naciones Unidas para la Tortura sobre el caso de Julian Assange

El 26 de junio pasado se celebró el Día Internacional de Apoyo a las Víctimas de la Tortura. Con ocasión de ese día, el Relator de Naciones Unidas publicó en el sitio Medium un artículo sobre el caso de Julian Assange. Como el mismo Relator lo indica en el texto que reproduzco a continuación, todos los medios a los cuales él envió su artículo declinaron publicarlo, incluso los medios que activamente colaboraron para publicar las filtraciones que hizo Julian Assange: The Guardian y el New York Times. Así es la vida, podría uno decir, pero no todos somos tan ingratos con Assange por las revelaciones que él y su equipo hicieron a través de wikileaks. Lo fundamental, como lo pone de presente el mencionado Relator, es el funesto precedente que se está estableciendo en el caso de Assange y lo que él como individuo está sufriendo.

Vivimos en una época aciaga. Los europeos, que presumen de ser la conciencia moral de la humanidad y ante quienes se inclinan muchos en esta periferia, no mueven un dedo para detener la infamia de que personas desesperadas se ahoguen en el Mediterráneo tratando de llegar a sus costas. Antes bien, permiten que un gobierno inmoral, como el de Matteo Salvini, persiga penalmente a quienes socorren a esos desesperados. No obstante, el ejemplo de personas como Assange permanece. El texto del Relator nos da la esperanza de que él no está solo. Esa soledad, más precisamente, el aislamiento deliberado, esa tortura, es con lo que gobiernos deshumanizadores nos quieren amedrentar. Está en nosotros resistir su designio.

Aquí va pues el texto traducido del Relator de Naciones Unidas para la Tortura sobre el caso de Julian Assange.

Lo sé, usted puede pensar que estoy engañado. ¿Cómo podría considerarse tortura vivir en una embajada con un monopatín y un gato? Eso es exactamente lo que yo pensé, también, cuando Assange apeló por primera vez a mi despacho para obtener protección. Como la mayoría del público, inconscientemente había sido envenenado por la incesante campaña de difamación que había sido diseminada a lo largo de los años. Así pues, tuvo que llamar a mi puerta una segunda vez para que dirigiera mi reticente atención a su caso. Sin embargo, una vez que estudié los hechos, lo que encontré me llenó de repugnancia e incredulidad.

Seguro, pensé yo, ¡Assange debe ser un violador! Empero, lo que encontré es que él no ha sido nunca acusado de un delito sexual. Cierto, tan pronto como los Estados Unidos animaron a sus aliados para encontrar razones para iniciarle una investigación penal a Assange, dos mujeres aparecieron en los titulares en Suecia. Una de ellas afirmó que él había roto un condón y la otra que él no se había puesto uno, en ambos casos durante una relación sexual consensual – no precisamente los escenarios suenan como «violación» en ningún otro idioma que no sea el sueco. Le advierto, cada una de las mujeres aportó el condón como evidencia. El primero, supuestamente usado y roto por Assange, no reveló el ADN de nadie – ni de él ni de ella ni el de nadie más. Figúrese. El segundo, usado pero intacto, era la prueba de una relación sexual sin protección. Otra vez, figúrese. Las mujeres incluso enviaron mensajes de texto diciendo que nunca tuvieron como propósito reportar un crimen, pero fueron forzadas a hacerlo por la ferviente policía sueca. Una vez más, figúrese. Desde entonces, tanto Suecia como el Reino Unido han hecho todo lo posible para impedir a Assange que confronte estas acusaciones sin tener que estar expuesto a una extradición a los Estados Unidos y a un simulacro de juicio, seguido por una condena de por vida. Su último refugio había sido la Embajada del Ecuador.

¡Está bien, pensé, pero seguramente Assange debe ser un hacker! Pero lo que encontré is que todas sus revelaciones le habían sido filtradas libremente y que nadie lo acusa de haber hackeado un solo computador. De hecho, la única acusación de hackeo en su contra se refiere al supuesto intento de ayudar a descifrar una contraseña que, de haber sido exitoso, habría ayudado a su fuente a borrar sus huellas. En resumen, una cadena de eventos muy aislada, especulativa e intrascendente; un poco así como tratar de acusar penalmente a un conductor que intentó sin éxito sobrepasar el límite de velocidad, pero que no lo logró porque su automóvil no tenía suficiente fuerza.

Bueno, entonces, pensé, al menos sabemos con certeza que Assange es un espía ruso, que ha interferido en las elecciones de EE. UU y quee causó negligentemente la muerte de personas. Pero todo lo que encontré es que él publicó sistemáticamente información verdadera de interés público intrínseco sin ninguna violación de confianza, deber o lealtad. Sí, expuso crímenes de guerra, corrupción y abuso, pero no confundamos la seguridad nacional con la impunidad gubernamental. Sí, los hechos que reveló les permitieron a los votantes estadounidenses tomar decisiones más informadas, pero ¿no es eso simplemente democracia? Sí, hay discusiones éticas que se deben realizar con respecto a la legitimidad de las revelaciones no redactadas. Pero si el daño real realmente hubiera sido causado, ¿por qué Assange o Wikileaks no han sido alguna vez acusados penalmente por ello o demandados civilmente para que paguen una justa indemnización?

Pero seguramente, me encontré alegando conmigo mismo: ¿Assange ha de ser un narcisista egoísta, andar en monopatín por la embajada ecuatoriana y manchar las heces en las paredes? Bueno, todo lo que escuché del personal de la Embajada es que los inconvenientes inevitables de su alojamiento en ese lugar se manejaron con respeto y consideración mutuos. Esto cambió solo después de la elección del presidente Moreno, cuando de repente se les indicó que buscaran manchas que inculparan a Assange y, cuando no lo hicieron, pronto fueron reemplazados. El Presidente incluso asumió la responsabilidad de bendecir al mundo con sus chismes y despojar personalmente a Assange de su asilo y ciudadanía sin el debido proceso legal.

Al final, finalmente me di cuenta de que la propaganda me había cegado y que Assange había sido sistemáticamente difamado para desviar la atención de los crímenes que había expuesto. Una vez que había sido deshumanizado por el aislamiento, el ridículo y la vergüenza, al igual que las brujas que solíamos quemar en la hoguera, era fácil privarlo de sus derechos más fundamentales sin provocar indignación pública en todo el mundo. Y así, se está estableciendo un precedente legal, a través de la puerta trasera de nuestra propia complacencia, que en el futuro puede y se aplicará igualmente a las revelaciones de The Guardian, The New York Times y ABC News.

Muy bien, usted puede decir, pero ¿qué tiene que ver la difamación con la tortura? El punto es que esta es una pendiente resbaladiza. Lo que puede parecer un simple «embrollo» en el debate público, se convierte rápidamente en «acoso» cuando se usa contra los indefensos, e incluso en «persecución» una vez que los Estados se involucran. Ahora solo agregue intencionalidad y sufrimiento severo, y lo que obtiene es tortura psicológica pura y dura.

Sí, cuando usted cree en el resto de las mentiras, vivir en una embajada con un gato y una patineta puede parecer ventajoso. Pero cuando nadie recuerda la razón del odio que soportas, cuando nadie quiere escuchar la verdad, cuando ni los tribunales ni los medios de comunicación piden cuentas a los poderosos, entonces tu refugio realmente no es más que un bote de goma en una piscina de tiburones, y ni tu gato ni tu monopatín te salvarán la vida.

Aun así, usted puede decir, ¿por qué gastar tanta energía en Assange, cuando muchos otros son torturados en todo el mundo? Porque no se trata solo de proteger a Assange sino de prevenir un precedente que puede marcar el destino de la democracia occidental. Una vez que decir la verdad se haya convertido en un crimen, los poderosos disfrutarán de la impunidad y será demasiado tarde para corregir el rumbo. Habremos rendido nuestra voz a la censura y nuestro destino a la tiranía desenfrenada.

Esta página de opinión fue enviada a The Guardian, The Times, el Financial Times, el Sydney Morning Herald, el Australian, el Canberra Times, el Telegraph, el New York Times, el Washington Post, Thomson Reuters Foundation y Newsweek.

Ninguno de estos medios respondió de manera positiva.

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