Ecuador es, junto con Venezuela, uno de los países con peor récord en materia de libertad de prensa (sólo en Honduras y en Colombia la cosa es peor). Basta traer a la memoria el caso de los ataques del presidente Correa al diario El Universo para sentir escalofríos: al presidente ecuatoriano no se le puede llamar dictador porque se comporta como tal. Quien lo haga se enfrenta a una demanda millonaria. ¿Por qué querría irse para Ecuador el fundador de WikiLeaks? ¿Qué garantías ofrece un país sin garantías? Su política exterior.
Julian Assange ha pedido asilo en Ecuador luego de que todos los recursos legales interpuestos para evitar su extradición a Suecia fallaron. En Suecia Assange es acusado de haber acosado sexualmente a dos mujeres y es requerido por la justicia de ese país. De acuerdo con un antiguo miembro de WikiLeaks, Daniel Domscheit-Berg, Assange no debería rehusarse a comparecer ante las autoridades judiciales suecas. En Suecia prevalece el imperio del derecho, no la arbitrariedad bananera de Correa. Aunque eso es cierto, Suecia se ha caracterizado por tener una política servil con las grandes potencias con el fin de preservar su independencia y su prosperidad.
Lo dicho en el párrafo anterior contradice todo lo que creemos saber acerca de la política exterior sueca. ¿Acaso podemos olvidar que en 1968 Olof Palme, siendo ministro de educación, participó en una protesta contra la guerra de Vietnam y que luego, en 1972, siendo primer ministro, comparó el bombardeo estadounidense a Hanoi con varias de las atrocidades cometidas por los Nazis? ¿No se han beneficiado muchos latinoamericanos de la generosa política de asilo del gobierno sueco?
Suecia, el país de los Premios Nobel, de los carros Volvo y de Ingrid Bergman, también ha sido el país de cuestionables servicios a las grandes potencias. Durante la Segunda Guerra Mundial, la política de Suecia pareció favorecer a quienes iban ganando. Las concesiones que le hizo a los Nazis fueron numerosas: vendió metales ferrosos esenciales para la industria militar alemana, permitió el uso de sus líneas telefónicas y telegráficas, y autorizó el desplazamiento de tropas a la batalla de Narvik y a la invasión de la Unión Soviética. Cuando cambió la marea, Suecia permitió que los estadounidenses usaran aeropuertos en Suecia para luchar contra los Nazis en Noruega y a los británicos para bombardear Alemania.
Suecia estaba en una posición comparable a la de Suiza. Los dos eran países pequeños con una capacidad limitada para resistir una posible invasión Nazi. Su política de neutralidad sólo podía ser mantenida a costa de numerosos y cuestionables compromisos. A la vista estaba la suerte que había corrido otra nación que se había declarado neutral: Noruega. Los británicos minaros sus costas y luego los Nazis la invadieron. Las comparaciones son odiosas y más en un tema como éste. Sin embargo, para atenernos a una sola escala, la más relevante en la caso Assange, la del trato dado a los refugiados, los suecos pueden decir a su favor que fueron más generosos que los suizos. A los judíos les fue mucho mejor con Suecia que con la Confederación Helvética.
Cambia, todo cambia. No es que los suizos se hayan vuelto más generosos sino que los suecos se han hecho más serviles y mezquinos. Detrás de la fachada de neutralidad, Suecia mantiene una política de permanente colaboración con la OTAN. Además de que sus sistemas de comunicación son compatibles con los de la OTAN, ha participado en varias misiones: en Afganistán y en Libia.
La colaboración viene de hace rato. Hace sesenta años los soviéticos derribaron un hidroavión sueco que portaba equipos de radio británicos instalados para espiar las estaciones de radar de la Unión Soviética. Y eso que en esa época el primer ministro era el socialdemócrata Tage Erlander.
También con un gobierno socialdemócrata, Suecia se ha visto involucrada en una práctica infame: negarle asilo a un refugiado para que luego lo torturen en su país de origen. A pedido de la CIA, involucrada también en las torturas, Mohamed al-Zari y Ahmed Agiza fueron enviados desde Estocolmo hasta El Cairo para ser interrogados acerca de su conexión con organizaciones terroristas. El caso llegó a conocimiento del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas, el cual estableció que Suecia violó la prohibición de devolución de los refugiados al país de origen donde corrían el riesgo de ser torturados.
El servilismo sueco ha llegado a extremos. La líder del partido socialdemócrata, Mona Sahlin, fue a la embajada de los Estados Unidos a pedir ayuda para ganar las elecciones. Aunque en público tenía una postura firme en relación con la neutralidad sueca y en contra la guerra en Afganistán, en privado dijo todo lo contrario. Esto último lo sabemos gracias a las filtraciones realizadas por WikiLeaks. ¿No tiene Assange razones para preocuparse?
El temor de Assange es que, una vez en Suecia, lo extraditen a los Estados Unidos. Es preciso recordar la suerte corrida por quienes han puesto al descubierto las mentiras y los crímenes del gobierno de Estados Unidos. Daniel Ellsberg fue víctima de un intento de desprestigio luego de haber filtrado los llamados Documentos del Pentágono: el registro del sistemático engaño del gobierno a la opinión pública acerca de la guerra de Vietnam. Las mismas personas involucradas en el escándalo de Watergate trataron de hacerlo ver como un drogadicto que no merecía ninguna credibilidad. Eso es lo que está ocurriendo ahora con Julian Assange. Es víctima de una conspiración internacional.
Y si eso fuera poco, hay que añadir que Assange puede ser víctima de torturas por parte del gobierno de los Estados Unidos. No es sólo Abu Grahib. Es la manera como ha tratado al soldado Bradley Manning, acusado de haber entregado a WikiLeaks la información que esta organización filtró acerca de la actuación de los Estados Unidos en Afganistán y en Irak, así como los cables de las embajadas de ese país enviados al Departamento de Estado.
Las teorías conspirativas no gozan de mucho crédito. Las hay de toda clase, incluida la historia de que el alunizaje de los astronautas estadounidenses fue un montaje propagandístico. Eso no significa que no haya conspiraciones. Y si hay una clara ante nuestros ojos es la que hay contra Assange y contra WikiLeaks.
Con su decisión de pedir asilo en Ecuador, Assange ha desconcertado a varias personas, incluidas algunas de las que pagaron su fianza. A mí, por el contrario, me parece una decisión razonable. En materia de refugio y asilo para un whistleblower de este calibre, Ecuador es mejor que Suecia. En una entrevista con Julian Assange para rt.com disponible en youtube, Rafael Correa expresó su simpatía por Assange y en esa misma entrevista indicó que su gobierno nunca se opuso a las filtraciones hechas por WikiLeaks, en contraste con la actitud de los medios ecuatorianos de negarse a publicar muchos de los cables de la embajada de los Estados Unidos.
Aunque Ecuador tiene vigente un tratado de extradición con los Estados Unidos, es probable que Correa niegue cualquier petición de extradición contra Assange. La postura de Correa frente a Estados Unidos ha sido bastante crítica, no sólo en palabras sino también en actos. Basta recordar que su gobierno se negó a renovar el acuerdo que le permitía a los Estados Unidos tener una Base de Operaciones de Avanzada (Forward Operation Location) en Manta. Aunque no es respetuoso del estado de derecho, la independencia de Correa en materia de política exterior le ofrece a Assange la mejor garantía.
Quienes creemos que las acusaciones contra Julian Assange son infundadas y que su integridad corre peligro en caso de ser extraditado a Suecia y, probablemente, a los Estados Unidos, podemos escribir una carta de apoyo a la embajada del Ecuador en el Reino Unido. La dirección es [email protected]