Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

Los mayores de 70 años que quieren salir a la calle deberían firmar una carta autorizando que los retiren de las UCI, en caso de ser necesario

Como el calentamiento global, la pandemia y las medidas para mitigarla se han convertido en un escenario de confrontación ideológica. En nombre de la libertad, mayores de 70 años han puesto en cuestión las limitaciones a su libertad de movimiento impuestas por las autoridades. Quizá haya una solución intermedia entre su posición libertaria y el propósito público de contener el contagio del Covid-19: que esos mayores de 70 años de ideología libertaria firmen una carta autorizando a los encargados de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) para que les nieguen la atención, en caso de ser necesario. Me explico.

Las medidas tomadas por las autoridades para contener la pandemia son de carácter público. El tema es que, por causa de un continuo ataque llevado a cabo en su contra por los ideólogos libertarios y neoliberales, todo lo público se ha convertido en objeto de sospecha. En la actualidad, para un considerable conjunto de personas el adjetivo público es una palabra sucia, execrable, que se asocia a la expropiación y a la coerción indebidas. De ahí a considerar ilegítima la cuarentena más rigurosa para los mayores de 70 años no hay sino un paso.

Las cosas no fueron siempre así. El Maquiavelo republicano, autor de los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, afirma que la libertad depende del cuidado de lo público. Según el pensador florentino, donde lo privado no se subordina a lo público, la corrupción hace que los pueblos terminen por perder su libertad. En un importante sentido, sin embargo, las tesis de Maquiavelo están lejos de nuestra época pues su ideal es el modo de vida frugal y austero de la Roma republicana, no el modo opulento y cosmopolita, pero decadente y corrupto, de la Roma imperial.

En contraste con Maquiavelo, Montesquieu procuró conciliar la virtud republicana con las ventajas del “dulce comercio”. En su obra Del Espíritu de las Leyes, un libro fundamental del canon de la ideología liberal, Montesquieu sostiene que el comercio incentiva a los individuos a llevar una vida de “frugalidad, economía, moderación, trabajo, sabiduría, tranquilidad, orden y regla.” (Libro V, capítulo 6). Es el lujo lo que corrompe las democracias pues inspira deseos inmensos que desbordan la virtud necesaria para asegurar el respeto a las leyes (Libro VII, capítulo 2). ¿Qué es esta virtud que elogia Montesquieu? El amor a la patria y a la igualdad, la cual se asocia con “una preferencia continua del interés público sobre el interés de cada cual; todas las virtudes particulares, que no son más que dicha preferencia, vienen dadas por añadidura.” (Libro V, capítulo IV).1

Sin embargo, apelar a la virtud política no creo que persuada a los neoliberales y libertarios de hoy pues sus ideas tienen un linaje distinto. Conviene decir, desde luego, que los exaltados partidarios del credo neoliberal y libertario comparten con el liberalismo clásico su oposición al paternalismo político, esto es, la ideología que justifica las restricciones a la libertad individual con el argumento de que las autoridades saben cuidar a la ciudadanía mejor de lo que lo haría ella misma. Empero, su ataque contra la cuarentena tiene que ver más con su tirria hacia lo público que con una verdadera defensa de la libertad.

Las restricciones adicionales a los mayores de 70 años están justificadas en la evidencia. Cuando las autoridades colombianas las impusieron, lo hicieron con base en la experiencia de Italia y España. A lo anterior hay que añadir que también en Colombia el mayor número de muertos (el 70,6% del total) por causa del Covid-19 se encuentra en el grupo de personas mayores de 60 años. Este grupo usualmente tiene un cuadro médico mucho más complicado. Por cuenta de afecciones cardíacas, hepáticas, etc., que reducen su probabilidad de superviviencia, los mayores de 60 años son más vulnerables, cuando padecen la neumonía por coronavirus.

No obstante, neoliberales y libertarios insisten en que, de cara al contagio, su ‘derecho’ a moverse libremente no debe ser restringido. Su preferencia ideológica los lleva a evaluar de una manera sesgada la evidencia, como sucede con el argumento falaz de que el número las muertes causadas por Covid-19 es similar al de la gripe. La falacia de esa equiparación consiste en ignorar lo singular de esta pandemia: una tasa de contagio bastante alta, que puso en estado crítico los sistemas de salud de Italia y España y que, entre nosotros, podría causar su completo colapso.

Pace Hegel, la ideología puede ser más obstinada que los hechos. En efecto, incluso de cara a esta última evidencia, neoliberales y libertarios insisten en que las restricciones a los mayores de 70 años son indebidas. Su argumento es que, si quieren correr el riesgo de contagiarse, las autoridades no deberían interponerse entre ellos y la muerte. Este fanaticismo ideológico hace caso omiso del drama vivido en muchas unidades de cuidados intensivos en Italia y en España donde el personal médico tuvo que tomar la trágica decisión de quitarle el respirador mecánico a una persona cuya probabilidad de sobrevivir era baja para ponérselo a otra persona cuya probabilidad de sobrevivir era más alta.

Frente a tal pertinacia, lo único que se me ocurre como propuesta intermedia es que, independientemente de si tienen salud prepagada o no, de si su empresa prestadora de salud sea de mejor o menor categoría, de que sean empresarios reputados o intelectuales muy ilustres, los mayores de 70 años que quieren salir a la calle firmen una carta autorizando que los retiren de las UCI, en caso de ser necesario. No dejo de sentir cierto vértigo al poner esto por escrito pues significa poner al personal médico de cara a una elección trágica que, si la gente fuera sensata, no deberían ser obligados a tomar. Desafortunadamente, parafraseando a Cantinflas, entre nosotros no abunda la falta de insensatez.

Puede suceder que neoliberales y libertarios mayores de 70 se empeñen en salir y que, en nombre de su libertad, se nieguen a aceptar toda condición restrictiva que afecte su ‘derecho’ a ser atendidos en una unidad de cuidados intensivos. En tal caso, les diría que se sinceraran pues su ‘derecho’ no es otra cosa que el privilegio que reclaman en una oligarquía como la nuestra.

 

1 Sobre este tema recomiendo leer el artículo de Bernard Manin (2001) “Montesquieu, la République et le Commerce”, publicado en el European Journal of Sociology 42 (3): 573-602.

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