Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

La ‘jugadita’ del Senador Macías y la desafortunada apreciación que sobre ella hizo el Presidente Duque

No creo que sea necesario recapitular los hechos. Los medios de comunicación han divulgado suficientemente la desafortunada ‘jugadita’ del expresidente del Senado y la apreciación que sobre ella hizo el Presidente Duque en una entrevista con Colprensa. Valiéndome de la historia de la práctica parlamentaria, quisiera mostrar porqué ambos actos son terriblemente desafortunados.

La comparecencia del Presidente en el Congreso tiene un antecedente remoto: la inauguración de las sesiones del Parlamento por parte del Rey. Esta inauguración se formalizó en Inglaterra después de que el Rey dejara de asistir a los debates parlamentarios. Originalmente, el Rey inauguraba las sesiones y presidía las deliberaciones, pero esto entrañaba el riesgo de que el Rey perdiera su función moderadora y se convirtiera en un participante más en las discusiones. Hacerse presente sólo en la inaguración, una práctica que comenzó con los Tudor, tuvo el efecto de que esta ceremonia adquiriera una gran importancia pues era la oportunidad que tenía el Rey para fijar la política que seguiría su gobierno y las expectativas que tenía acerca de las decisiones del Parlamento.

La forma en la cual evolucionó esta práctica tiene algunos aspectos muy singulares, que se conservan aún hoy y no dejan de causar extrañeza. En efecto, cuando el Rey o la Reina del Reino Unido da su discurso inaugural, un miembro del Parlamento es mantenido como rehén hasta cuando aquel o aquella regrese a su palacio. En la actualidad, esta institución tiene un carácter meramente simbólico. En el pasado, era la garantía de que el soberano no sería secuestrado por un Parlamento que le fuera adverso.

Según lo reporta Wikipedia,George Washington fue el primer presidente en dar un discurso inagural de las sesiones del Congreso en 1790. John Adams siguió el ejemplo de su predecesor. Sin embargo, el tercer presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson, declinó comparecer ante el Congreso pues le parecía que tal acto evocaba la práctica monárquica de los ‘discursos desde el trono’. Woodrow Wilson, el vigésimo octavo presidente de los Estados Unidos, retomó la práctica de inaugurar las sesiones del Congreso. Franklin Delano Roosevelt, el trigésimo segundo presidente, bautizó el discurso presidencial con el nombre de “Estado de la Unión.”

En los regímenes parlamentarios es común que los miembros de la oposición citen al Primer Ministro y a otros miembros de su gabinete a una sesión de preguntas. En el Reino Unido, el miércoles a las 12 del día es la ocasión en la cual el Primer Ministro tiene que responder a las preguntas de los demás miembros del Parlamento; en India, esta sesión de preguntas tiene lugar en la primera hora de cada sesión; en el Parlamento Europeo, el Presidente de la Comisión Europea tiene que responder preguntas de los parlamentarios cada mes.

Con excepción de los debates de control político, en los regímenes presidenciales no hay nada parecido. Quizá uno de los desarrollos más interesantes de la práctica parlamentaria en estos regímenes ha sido la respuesta de la oposición, la cual tuvo su origen en los Estados Unidos. En ese país, los presidentes se dieron cuenta rápidamente de la importancia de usar los nuevos medios de comunicación para hacer llegar su mensaje al conjunto de la ciudadanía. Warren Harding y Calvin Coolidge fueron los primeros en transmitir por radio su discurso ante el Congreso. Franklin Delano Roosevelt fue el primero en hacerlo en la noche pues eso le garantizaba que un número mucho más grande de personas lo escucharía. Harry Truman fue el primero en dar su discurso inagural en televisión y lo hizo al mediodía; Dwight D. Eisenhower y John F. Kennedy continuaron la misma práctica. En 1965, Lyndon B. Johnson pronunció su discurso en la noche con el fin de que la transmisión fuera ampliamente difundida.

Según lo reporta el New York Times, citado por la el sitio web de historia del Senado de los Estados Unidos, Johnson logró duplicar e incluso triplicar su audiencia. Consiguió además que las cadenas de televisión hicieran de ese discurso un evento que promocionaban por adelantado y transformó el discurso inaugural pues éste pasó de ser un Informe al Congreso para convertirse en un Informe a la Ciudadanía.

A la sazón, el líder de la oposición republicana era el Senador de Illinois Everett Dirksen, un político con bastante experiencia en sus relaciones con la prensa. Dirksen tomó nota del cambio introducido por Johnson y decidió contrarrestar la ventaja del presidente demócrata. Junto con el Representante a la Cámara de Michigan Gerald Ford, Dirksen dio la primera respuesta de la oposición en televisión al discurso presidencial. Fue un mensaje pregrabado en el antiguo salón del Senado en el que Dirksen discutió los temas de política internacional, principalmente la Guerra en Vietnam, y Ford los asuntos de política interna. Desde entonces, como lo indica el mencionado sitio de historia del Senado de los Estados Unidos, la respuesta de la oposición es un discurso tan anticipado y discutido como el discurso presidencial.

El citado sitio web proporciona una lista de todas las respuestas de la oposición al discurso presidencial. El mismo sitio refiere que hasta 1982 la respuesta de la oposición fue realizada en diversos formatos, pero sólo desde entonces se consolidó la práctica de que esa respuesta se transmitiera justo después del discurso presidencial. Desde 1987, la respuesta de la oposición se ha transmitido siempre en vivo, esto es, se dejó atrás la práctica de discursos pregrabados.

Wikipedia proporciona una serie de datos de interés acerca de esta respuesta de la oposición en los Estados Unidos. De acuerdo con una fuente citada por esa enciclopedia, The National Review, el Gobernador del Estado de Nuevo México, Bill Richardson, fue el primer miembro de la oposición en dar una respuesta en español al discurso presidencial. Tal y como lo refiere la fuente, Richardson abordó el tema de la regulación de la inmigración en los Estados Unidos y llamó a la población de origen latinoamericano a registrarse para participar en el siguiente certamen electoral. Richardson además anticipó que los votos de los ‘hispanos’ serían decisivos en las siguientes elecciones. Según lo reporta también Wikipedia, siete años después, la republicana Ileana Ros-Lehtinen, Representante a la Cámara por la Florida, respondió al discurso presidencial de Barack Obama en español. Desde 2013 hasta la fecha, en Estados Unidos todas las respuestas de la oposición al discurso presidencial han sido en inglés y en español.

Cabe anotar que en Estados Unidos la respuesta de la oposición no tiene lugar en el mismo recinto donde el Presidente da su discurso. Usualmente, los congresistas lo hacen desde su despacho. De todos modos, se asume que el Presidente toma nota del discurso de la oposición del mismo modo en el cual la oposición hace lo propio con el discurso del Presidente. Para la muestra un botón: el discurso de la Senadora republicana de Iowa Joni Ernst en respuesta al discurso inaugural de Barack Obama en el 2015. Ernst comenzó su respuesta diciendo, “Incluso si puede ser que no siempre estemos de acuerdo, es importante escuchar diferentes puntos de vista en esta gran nación. Apreciamos que el Presidente haya compartido el suyo.”

Este tipo de declaraciones no son meros gestos de cortesía o parte de un ritual sin mucho significado. Son señales de que los miembros de la oposición se atienen al principio de que, para poder funcionar, los regímenes representativos requieren de todos los participantes en la esfera pública que se traten con respeto, que estén dispuestos a escuchar con atención las tesis y los argumentos enunciadas por cada uno, así como a expresar razonablemente las suyas. Este tipo de señales, correspondidas por los miembros del partido de gobierno, hacen posible que los regímenes basados en la discusión funcionen. Por el contrario, cuando la señal que envían algunos políticos es que se burlarán de la oposición, que le harán trampa, que no la escucharán, que no se tomarán en serio sus tesis y argumentos, esos políticos erosionan las condiciones de un debate civilizado. En pocas palabras, las ‘jugaditas’ y los desplantes socavan la posibilidad del diálogo genuino, fomentan la incivilidad y contribuyen a la polarización.

No sobra resaltar el hecho de que esas ‘jugaditas’ y desplantes son graves, además, por el rol ejemplar que ostentan los líderes políticos. La ciudadanía toma nota de lo que hacen estos líderes y muchas veces actúa siguiendo su modelo. Por ello es bastante desafortunado que el ejemplo que hayamos recibido del Senador Macías y del Presidente Duque no haya sido el del actuar propio de los líderes de una república sino los de una facción política.

Ojalá el próximo año el Presidente del Senado y el Presidente Duque den ejemplo de respeto y disposición a escuchar todos los puntos de vista, incluso y sobre todo aquellos con los que están en desacuerdo, pues un ejemplo así es necesario para cultivar los hábitos políticos con los cuales podamos tramitar y resolver nuestros conflictos.

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