Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

Grito por Alepo

Hoy sentí un dolor profundo por la gente que está atrapada en Alepo, una ciudad en Siria donde se ha librado una feroz batalla. En esa ciudad, las fuerzas del régimen de Bashar al-Ásad, apoyadas por Rusia, no han tenido mayor respeto por la población civil. Este video, que compila mensajes de ciudadanos de Alepo, me dejó espeluznado y lleno de pena. Luego leí el artículo, que publico a continuación, escrito por un sobreviviente de la masacre de Srebrenica, Nedžad Avdić. Al traducirlo y entregarlo a quienes leen estas líneas, espero mostrar que podemos hacer mucho más que golpearnos el pecho y sentir impotencia. Así sea un grito, pero que se escuché en el mundo que no nos hemos olvidado de Srebrenica, ni de El Salado, ni de Bojayá, ni de Alepo. Después de este grito, algo para bien habrá cambiado en el mundo.

 

A la gente de Alepo la están matando. ¿No aprendimos nada de Srebrenica?

De Nedžad Avdić

De alguna manera, sobreviví al genocidio en Srebrenica. Es desolador ver que la comunidad internacional mira para otro lado, mientras se cometen atrocidades en Siria.

Yo era un adolescente cuando vi cara a cara lo peor de la humanidad. Recuerdo ver mi casa en llamas y mi familia huyendo de Srebrenica, contra toda esperanza, buscando una oportunidad para vivir. Recuerdo la tortura y el olor de la sangre. No lo supe entonces, pero yo viví el peor genocidio en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Y después, recuerdo las promesas del “nunca más.”

Esas promesas están siendo incumplidas rotas, hora tras hora, día tras día, en la profundización del horror que tiene lugar en el este de la ciudad de Alepo. Más de 500.000 personas han muerto desde que la guerra comenzó en el año 2011. Imagíneselo: años de lluvias de bombas racimo, cohetes y gases tóxicos, funerales tras funerales, muertes tras muertes, mientras el mundo mira y la gente de Alepo ve su país y su pueblo ser destruidos.

Cada vez que pensamos que no podía empeorar, empeoró. Y, ahora, otra vez el horror está alcanzando nuevas simas. Las familias están quedando sin comida, sin agua, sin medicina. No hay más hospitales que estén en funcionamiento y no hay ni siquiera una ambulancia para rescatar al creciente número de heridos y enfermos. En esta ciudad de muerte, incluso los payasos están muriendo. El hombre que trató tapar el horror entreteniendo a los niños, distrayéndolos por un momento, fue asesinado. ¿Fue esa la muerte de la esperanza?

Espero que no pues he estado allí viéndole a la muerte de frente, desesperadamente solo. Una noche de mediados de julio de 1995, los soldados serbios nos llevaron al campo, donde íbamos a ser ejecutados. Nos quitaron nuestra ropas y amarraron nuestras manos detrás de la espalda. Nos alinearon de 5 en 5, filas y filas de cuerpos muertos delante de mis ojos, a quienes ya les habían disparado, vidas segadas en un solo instante sangriento. A mí me dispararon en el estómago, en el brazo derecho y en el pie izquierdo. Sentí un dolor increíble y el soplido de los últimos suspiros de hombres muriendo llenaron mis oídos. Cuando los carniceros partieron, comprendí que no estaba muerto y logré escapar junto con otro hombre. Durante días nos mantuvimos escondiéndonos en los bosques y durmiendo en cementerios, hasta que finalmente alcanzamos la seguridad de un territorio controlado por los bosnios. Yo me pregunté entonces, cómo el mundo pudo permitir que eso ocurriera.

En el año 2005, el Parlamento Europeo emitió una declaración condenando el genocidio de Srebrenica y prometiendo que nunca ocurriría de nuevo algo así. Eso me dio esperanza de que el sufrimiento por el que pasamos no había sido en vano y que habíamos aprendido algo acerca de los horrores del pasado. En el futuro, pensé, la comunidad internacional protegería a los civiles en épocas de conflicto. Eso ahora parece dicho hace mucho tiempo.

Tengo fe en la humanidad, en toda la gente alrededor del mundo. Sé que mucha gente ayudaría a la gente de alepo, si pudiera. Pero no pueden hacerlo solos. Solamente nuestros líderes pueden detener la la matanza de civiles en Alepo y en toda Siria. Por lo menos, deben asegurarse de que la ayuda llegue a quienes la necesitan, incluyendo ayuda lanzada desde el aire a las áreas sitiadas, si ello fuera necesario. La falla en llevarlo a cabo es una traición no solamente a la gente de Alepo y de Siria sino a todos los sobrevivientes y víctimas de todos los genocidios de los que hemos tenido noticia.

Y, sin embargo, lo peor de la humanidad se ha venido haciendo el nuevo estándar de lo normal. Cuando miramos para otro lado, establecemos el precedente más peligroso, uno que hace que mi experiencia muy probablemente se repita. He bajado la vista ante el cañón de un arma y sé que la humanidad no puede permitirse esto. Considere este testimonio de un sobreviviente de un genocidio: es mucho más que Alepo lo que está en juego.

Voces de Alepo: la situación es apocalíptica. Imagen tomada del diario The Guardian.
Voces de Alepo: la situación es apocalíptica. Imagen tomada del diario The Guardian.

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