Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

El problema fundamental del cosmopolistismo

El problema fundamental del cosmopolistismo es identificar, si existen, los mecanismos que harían posible imbuir en todos los seres humanos un sentido actual y efectivo de cuidado por el otro tal que incluya a todos los demás miembros de la especie. El problema fundamental del más extendido cosmopolitismo es el de extender ese mismo sentido de cuidado hacia todos los seres vivos y sensibles con quienes compartimos nuestra existencia en la tierra. Mientras que el ámbito del cosmopolitismo es el mundo, el del cosmopolitismo más extendido es todo el planeta.

Gracias al dominio conseguido sobre un sinnúmero de recursos y fuerzas de la naturaleza, la especie humana ha desatado otro sinnúmero de procesos que amenazan su existencia y la de muchas otras especies. Por eso hoy el problema fundamental del cosmopolitismo es un problema de vida o muerte y por eso, también, hoy este problema es el problema fundamental de la tierra.

El problema del cosmopolitismo es fundamental en otro sentido: en tanto concierne a sus fundamentos. La conciencia cosmopolita es una conciencia normativa: le ha dado una ley al mundo, pero ha sido incapaz de hacer que el mundo la obedezca.

Esa conciencia normativa está implícita en la definición también normativa de lo que significa actuar humanamente. En otras palabras, el lenguaje ordinario es portador de una definición normativa de lo que significa ser humano. Podemos llegar a esa definición por la vía inversa, esto es, la de considerar el contenido de su negación.

Estamos habituados al uso del adjetivo inhumano. Lo usamos para calificar acciones que también podemos llamar crueles. Si lo inhumano es lo cruel, lo humano es lo clemente y, en un sentido más general, lo compasivo y lo amable. Si lo inhumano es la negación del otro, lo humano es su reconocimiento.

Este sentido de lo humano no es universal.

En el contexto de la tradición occidental, el humanismo clásico al cual aparece asociado el sentido de lo humano es el fruto filosófico de la expansión imperialista de Roma. Es muy probable que en el caso de Occidente la incorporación de pueblos distintos a un mismo dominio político haya sido la condición política previa que permitió el surgimiento del sentido de lo humano. Una conjetura similar puede servir de base para indagar la forma como surgió la misma noción en el Islam e incluso la idea de altruismo (Rén), en el sentido del trato debido al otro, propia de la tradición confuciana. Una excepción a esta ruta imperialista parece ser la idea de lo humano (utu) de las lenguas bantúes de donde proviene el término ubuntu.

Así como lo humano no es universal, tampoco lo es la crueldad. La crueldad, tal y como la conocemos, también es un producto histórico. No es, sin embargo, un producto accidental. La crueldad es un componente fundamental de la historia humana. Sin hacer referencia a la crueldad no podría ser contada la historia de la humanidad. A lo largo de su historia, la especie humana ha elaborado y refinado los modos en los cuales ejerce la crueldad sobre otros seres vivientes y sensibles, incluidos los miembros de su misma especie.

Así como hay una definición normativa de lo que significa ser humano, una definición empírica de lo humano tiene que incluir la referencia a la crueldad como uno de los rasgos distintivos de la forma como actúan muchos miembros de la especie humana.

El problema fundamental del cosmopolitismo consiste entonces en comprender de qué modo del mismo proceso cultural del cual ha surgido la conciencia normativa acerca de lo humano también han surgido los múltiples ejercicios de la crueldad, tanto los deliberados y organizados como los que nos parecen meramente impulsivos y expresivos.

En relación a su conciencia normativa, el Holocausto es par excellence el problema de la Modernidad. En un sentido más general, la crueldad es el problema de la Humanidad.

Si del proceso cultural del cual surgió el sentido de lo humano ha surgido también su opuesto, entonces ese sentido de lo humano ha surgido desde un principio –desde su mismo fundamento– socavado y roto. Por lo tanto, si no logra ir a la raíz de su negación, que es lo humano, el cosmopolitismo no podrá resolver su problema fundamental.

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