Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

El Marxismo de Groucho Marx

Groucho Marx, el marxista más importante del siglo XX

Groucho Marx, el marxista más importante del siglo XX

Es francamente insólito, por no decir inaudito, que en una época en la cual uno encuentra en Internet tantas enciclopedias y diccionarios de acceso gratuito haya tanta gente que no conozca la obra de ese gran revolucionario llamado Groucho Marx.

Groucho Marx fue el marxista más importante del siglo XX. Lenin, Stalin, Mao Tse-Tung, Fidel Castro… Ninguna de estas figuras ha dejado un legado tan relavante como el de Groucho.

Groucho fue el mejor porque su marxismo no lo sacó de ningún libro. Por el contrario, libros serán escritos acerca de su marxismo, uno que no tiene comparación con el de ese otro Marx llamado Karl.

En relación con el marxismo de Groucho es usual que uno encuentre disertaciones acerca de su teoría, pero mucho menos abundantes son las que se ocupan de su práctica. Este es un fenómeno común a todos los marxismos, tema sobre el cual no vale la pena detenerse. Sólo sobra decir una cosa: nunca lamentaría que sobre este asunto se extendiera la falta de ignorancia.

La práctica marxista consiste en liberar a las masas de la opresión que les impide exhibir la dentadura. Las causas inmediatas de esa opresión son de lo más diverso. Entre ellas se cuentan los esfínteres apretados, las dietas sin picante, cierto temor de Dios y, sobre todo, el temor al prójimo y a uno mismo.

A decir verdad, la causa de la opresión no importa. Lo decisivo es el efecto liberador que proviene de ejercitar los músculos de la cara y también los del vientre pues es sabido que las más distendidas exhalaciones curan los malos humores.

Como ya se ha dicho todo sobre la práctica, ocupémonos ahora de la teoría.

No es fácil producir el efecto liberador que hace que las masas muestren los dientes, sus sustitutos o sus cavidades. Para llegar a producirlo, Marx tuvo que abrirse paso entre payasos y bufones con los cuales siempre tiende a confundírsele. Sobre este particular no debe quedar ninguna duda: Marx no fue ningún payaso. Payasos sus seguidores. Su mejor payasada es gritar “¡Marx está vivo!” cada vez que le cantan el Requiem.

Contrariamente a lo que pensaban muchos de sus contemporáneos, Marx entendió que el trabajo no producía ningún efecto liberador inmediato. Sin embargo, muchos persisten en este error. Fíjense ustedes. Tantos hay que hablan acerca de las condiciones de trabajo pero tan pocos son los que discurren sobre las condiciones de consumo. Si nos enfocaramos en esto último, quizá hasta podríamos llegar a cambiar lo primero. Pero divago.

La obra de Marx es muy original. Como en tantos otros casos, él fue el primero en hacerla. Como pocos, Marx se dio cuenta de que la raíz de muchos problemas sociales radica en el lenguaje. Si supiéramos usarlo, sabríamos a qué atenernos. Esto es algo que ilustró muy bien con máximas como ésta: “El matrimonio es la mejor institución. Eso si a usted le gusta vivir en una institución.”

A lo largo de su vida, Marx demostró que el lenguaje nos permite expresarnos de muchas maneras; en otras palabras, que podemos revelar nuestros pensamientos sin estar atados a las formas brutales más o menos conocidas. Algunos ejemplos de su singular franqueza son los siguientes.

En alguna ocasión una mujer le dijo, “Mucho gusto en conocerlo,” a lo cual Marx le respondió, “el gusto es suyo.” En otra ocasión le dijo a alguien, “yo nunca olvido una cara, pero en su caso será un placer hacer una excepción.”

Todo esto, desde luego, requiere un poco de ingenio. No todos lo tienen y si lo tienen, puede ser que no lo usen. No importa, dicen algunos, es pura mentira que un órgano se atrofie por falta de uso. “Para la muestra un botón: Si los curas son el órgano de la iglesia, siglos de celibato no le han hecho mella ni a la iglesia ni a los curas.” Puede ser que tengan razón, pero también puede que no.

Marx no fue, de ningún modo, célibe. En relación con las mujeres, siempre le gustaba ir al grano. Alguna vez le preguntó a una fulgurante estrella si se acostaría con él por un millón de dólares. “¡Un millón de dólares!” exclamó ella con agrado. Marx preguntó luego, “¿Lo haría por un dólar?” “Pero ¿qué clase de mujer cree que soy?” A lo cual Marx le replicó, “Eso ya está establecido. Lo que hago ahora es regatear con usted el precio.”

Ir al grano, a la raíz de las cosas, era pues una de sus virtudes. Nada de esto contradice su creencia en la verdad de las apariencias. Este era un marxista que no tenía nada de platónico. En un juicio, dijo esto en defensa del acusado: “Este hombre parece un idiota, habla como un idiota y se comporta como un idiota. No se dejen engañar: Es un idiota.”

Los estudiosos de su teoría llaman a esta manera de razonar paraprosdokia (del griego para, a pesar de y prosdokía, expectativa). Así la llaman los estudiosos porque han sido muchos los que han estudiado. Entre ellos se encuentra el Premio Nobel de Paz y de Literatura Winston Churchill, muy amado y recordado en los Estados Unidos, sobre todo por esta frase: “Los americanos siempre hacen lo correcto, después de que han intentado todo lo demás.” Realmente Churchill no fue Premio Nobel de Paz pero, a juzgar por el significado actual del Premio Nobel, es como si lo hubiera sido.

Como el otro Marx, Karl, los apuntes de Groucho sobre la política fueron poco sistemáticos. Solamente nos quedan algunas citas dispersas. Se dice que alguna vez dijo, y esto debe ser verdad porque es verdadero, que en una democracia la gente puede salir en la radio y en la televisión burlándose de los políticos y que los políticos también pueden salir en la radio y la televisión burlándose de la gente.

Algunas de sus máximas, aunque filosóficas, tienen una aplicación directa a los asuntos públicos. En su pensamiento ha quedado retratado el pundonor de una época: “Estos son mis principios. Si no le gustan… le tengo otros.”

En suma, estas pocas citas ilustran bien la genialidad de Groucho Marx. Por eso no debería extrañar que todavía haya marxistas de la tendencia Groucho. (Menos usual es encontrar judíos de la tendencia Spinoza. Con un poco de conocimiento de su obra, creo que el futuro de esta tendencia quedaría asegurado, pero esto ya es entrar en otras honduras.)

Yo no voy a cometer la impropiedad de gritar, “¡Groucho está vivo!” Sin embargo, sí puedo asegurar que su espectro recorre Europa.

Y no es el único.

😉

¿Se han dado cuenta de las cosas que la gente escribe y comparte en la Puerta del Sol?

“Te quiero, pero estoy casado con mi banco.”

“No hay tanto pan para tanto chorizo.” (En caso de duda, consulte el diccionario.)

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