Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

El ascenso de China y los estándares de “Occidente”

China pone a pensar a todo el mundo. En este blog, quisiera referirme a tres temas interrelacionados: a) la longevidad de la civilización china vis-à-vis la civilización occidental; b) lo inapropiado que resultaría exigirle a China que adopte los valores y las instituciones de “Occidente” y c) la explicación del papel que juega la ética del trabajo y, en general, los valores de la civilización china, en el crecimiento económico chino. A modo de corolario, haré un comentario sobre la política exterior china y su diplomacia.

En sus conversaciones con gente de “Occidente”, muchos chinos recurren continuamente a lo que voy a llamar el mantra de los 5.000 años de civilización. Digo mantra porque es la palabra con la cual concentran su atención, y la de sus interlocutores, en la longevidad de su tradición cultural. Más adelante me referiré al efecto que buscan al invocar ese mantra. Por lo pronto diré que este mantra es la expresión de un extraordinario chauvinismo: el de creerse que son el ombligo del mundo. La verdad es que si uno inspecciona detalladamente la afirmación acerca de los 5.000 años, lo que uno encuentra es grandes discontinuidades.

En buena parte, la ignorancia que tenemos de la cultura china contribuye a que uno crea que ha habido una extraordinaria continuidad en todo su desarrollo histórico. Las numerosas dinastías que se suceden las unas a las otras en intervalos violentos parecen no afectar la unidad de China como conjunto. Los 5.000 años, como punto de referencia argumentativo, encubren el hecho de que las fronteras de China han cambiado muchas veces. Más aún, ese punto de referencia encubre el hecho de que China, como India, en tanto unidad política, tiene una historia que no tiene milenios ni mucho menos. En el caso de China, esa historia tiene una buena cantidad de siglos, más que cualquier país europeo, sin duda, pero no 5.000 años.

Tampoco es cierto que el confucianismo, el eje central de la cultura china, según afirman sus estudiosos, tenga 5.000 años. Entonces, ¿qué función juega la apelación a los 5.000 años? Pues la de ser un artilugio retórico que sirve para escabullirse de cualquier cuestionamiento que se haga desde “Occidente.” En opinión de los defensores del régimen chino, las instituciones y valores por los cuales profesamos adhesión en “Occidente” no son suficientemente antiguas y, por lo tanto, no están suficientemente probadas por el tiempo. Sin embargo, es una falacia china creer que las instituciones y valores chinas tienen, sin alteración, una historia de 5.000 años.

Esto me lleva al segundo punto. Lo inapropiado de exigirle a China que adopte los cánones occidentales. Hay un libro absolutamente relevante para la discusión acerca de si la democracia es un valor universal o no, y acerca de si al pueblo chino le convendría la democracia. Ese libro es Hunger and Public Action de Jean Drèze y Amartya Sen (Oxford: Clarendon Press. 1989). Estos dos autores mostraron las diferentes consecuencias que tiene para la vida de la gente vivir en una democracia, más exactamente, en un país con un régimen de gobierno representativo y vivir en un país donde los gobernantes no son elegidos por el pueblo son ni responsables ante él y donde no hay respeto por los derechos civiles y políticos fundamentales. Las hambrunas son el evento dramático durante el cual se ha hecho notoria la diferencia entre uno y otro caso.

En India, las hambrunas han producido un efecto mucho menos letal que en China. Esto no quiere decir que en India no haya habido gente que no haya muerto de hambre. Quiere decir simplemente que, comparado con el caso chino, el caso indio fue menos dramático. Lo fue porque los afectados pudieron quejarse ante el gobierno, alertar a la opinión de la situación y, en consideración al efecto electoral que ese drama humano podría tener, las autoridades indias se vieron obligadas a actuar para prevenir una tragedia peor.

En China, por el contrario, durante la época del régimen de Mao Ze-Dong, el “gran salto hacia adelante” dio lugar a la muerte de millones de personas en el campo. En ausencia de oportunidades para canalizar sus demandas y expresar la gravedad de su drama humano, millones de campesinos murieron de hambre. ¿Han cambiado las cosas en China para mejor? La orientación económica del régimen chino ha cambiado considerablemente, mas no su orientación política. La posibilidad de que se repita un hecho semejante al de la hambruna que mató a millones durante el “gran salto hacia adelante” podría, si acaso, ser prevenida por la acción de la prensa internacional. Y, sin embargo, del mismo modo en que a pesar de las denuncias de la prensa ocurrió el genocidio en Rwanda, en China perfectamente podría ocurrir otra hambruna sin que el gobierno chino se considerara obligado a mover un solo dedo.

En China hay aproximadamente 55 minorías étnicas. Si se incluye a la población de Taiwán, esas minorías, constituyen el 9% de la población. El resto de la población pertenece a la mayoría, la etnia Han. ¿Cómo son las relaciones de la mayoría con la minoría? Basta recordar el caso del Tibet.

Se podría alegar que esa es una excepción. Sin embargo, si uno rasca la superficie, lo que empieza a salir no es tan luminoso como los fuegos artificiales que brillan en el cielo cada vez que China echa la casa por la venta (como lo hizo con los Juegos Olímpicos hace dos años). La situación de la minoría Uygur es absolutamente deplorable. Preocupados por las que podrían ser las consecuencias políticas del revivir de la fe islámica, los jerarcas chinos no dejan de apretarle las esposas a todas las manifestaciones culturales de los Uygures.

La cosa no se pone mejor si uno rasca de forma más incisiva. China tiene, en sus “5.000 años de civilización”, el dudoso honor de haber inscrito su nombre en la historia del genocidio. En el siglo XVIII, al emperador Qianlong no le tembló la mano para exterminar a los mongoles zúngaros y así resolver los problemas de la frontera del noroeste. En un lapso de tres años, entre 1757 y 1758, entre 480.000 y 800.000 zúngaros fueron asesinados por los ejércitos del emperador chino.

¿Es inapropiada la demanda de respeto a los derechos humanos en China que se hace desde “Occidente”? Esto me lleva al tercer punto.

Gracias al cambio de su modelo económico, China ha registrado un extraordinario crecimiento económico. Parte de la explicación tiene que ver con su capacidad de ahorro y con la existencia de un factor de producción muy barato: el trabajo. Según los defensores del modelo chino, no es solamente el reducido valor de ese factor, comparado con el valor que tiene en “Occidente”, sino también su calidad. Para quienes recurren a una explicación cultural del éxito del modelo chino, la clave está en la tradición de autodisciplina y de trabajo arduo.

Yo conozco la cultura china superficialmente y no puedo opinar sobre este asunto. Pero es evidente que esta explicación soslaya, de cabo a rabo, algunas de las condiciones institucionales del éxito económico chino. En China, la mano de obra asalariada no puede mejorar sus condiciones de vida mediante la actividad sindical. Los sindicatos, cuando se han formado, están bajo el rígido control del estado chino. La acción colectiva, como la conocemos, la que llevó a la prohibición del trabajo infantil y a la reducción de la jornada de trabajo a las 8 horas, no existe en China y no va a existir mientras el gobierno chino mantenga su actitud de desprecio hacia lo que considera como valores de “Occidente.”

Si la tradición de autodisciplina y de trabajo arduo son un elemento fundamental del éxito económico chino, si el ejemplo ético y la persuasión moral por parte de las autoridades son un rasgo distintivo de la acción de las autoridades, ¿cómo puede uno reconciliar lo que dicen los defensores de la explicación cultural del éxito chino con el siguiente hecho? De acuerdo con el Índice de Corrupción Percibida de Transparencia Internacional, China es tan corrupta como Colombia. China, como Colombia, está en el puesto 78 de la clasificación mundial. En los años anteriores, Colombia figuraba en el escalafón de la corrupción en un lugar un poco mejor que China. Su calificación era mala, pero no tan mala como la de China. Si le podemos creer a Transparencia Internacional en relación con la percepción de la corrupción, y yo creo que sí, entonces en el caso de China el efecto de la autodisciplina y del trabajo arduo en la economía requiere de explicaciones adicionales. Más fuerte parece ser el efecto de unas instituciones que mantienen la mano de obra no calificada o bajamente calificada en condiciones similares a las de servitud e, incluso, de esclavitud. En semejantes condiciones, ¡qué duda cabe de la capacidad china de reventar a las industrias del resto del mundo!

Por lo que he visto hasta ahora, el estilo diplomático chino ha sido diseñado para soslayar todas las realidades a las cuales he aludido. La diplomacia china insiste en evitar la injerencia de “Occidente” con el argumento de que en los asuntos que le atañen a China solamente China debe decidir. Pero cuando China revienta al resto del mundo con su estilo productivo, ya no hay “derecho a la auto-determinación” que valga.

Gracias a la liberalización del comercio mundial, ahora todos estamos en el mismo vecindario. Puesto que, sin quererlo, ahora todos somos una comunidad, tenemos que ponernos de acuerdo en unas reglas comunes acerca de la manera como vamos a seguir conviviendo. Sin embargo, al mirar el récord de China, lo que uno ve es que en asuntos fundamentales, como el medio ambiente o la protección de los derechos humanos, China siempre escurre el bulto. Su estilo diplomático, ese sí muy melifluo, es el que le sirve, por ejemplo, para decir que observa con atención los desarrollos de la Corte Penal Internacional, pero le sigue haciendo pistola a la aprobación y ratificación del Estatuto de Roma.

Ahora, justamente cuando China ha empezado a capitalizar políticamente el incremento de su poder económico, sus vecinos han empezado a ver una China muy asertiva, que no tiene nada de blanda, nada de confunciana de “justo medio”. Un examen más atento de los últimos desarrollos de la política exterior china serviría para corroborar este planteamiento. Entre tanto, los invito a echarle una ojeada a esta noticia en la página de Aljazeera en inglés:

China’s rise worries neighbours

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