El pasado viernes, el pensador chileno Álvaro Cuadra publicó un artículo en el cual expuso las que, a su juicio, son las consecuencias políticas del Premio Nobel de Paz otorgado al Presidente Juan Manuel Santos. Cuadra pareciera dar por sentado que la dinámica desatada por el Nobel de paz fuese irreversible. Como todos los demás analistas que se han referido al tema, Cuadra destaca el capital político de tener a la «comunidad internacional» detrás. Pero todos los capitales se agotan, si no logran reproducirse.
Esa reproducción depende de la capacidad del Presidente de traducir en hechos contundentes en el plano interno lo que ha obtenido en el plano externo. Y aquí las cosas no son tan obvias. Incluso en el escenario en el cual el Centro Democrático estuviese dispuesto a transar, bien haría en dilatar un poco las negociaciones para que el efecto Nobel pase y se apague el escándalo “Vélez Uribe”.
En el escenario en el cual el Centro Democrático no estuviese dispuesto a transigir en nada, la dilación es, sin duda alguna, la estrategia óptima. El Fiscal General Néstor Humberto Martínez ya ha mostrado cuán fiable puede ser para consolidar lo logrado hasta ahora. Creo que estará más dispuesto a enfriar el caso “Vélez Uribe” que a calentarlo, con lo cual seguiría alineado con Uribe (como otros, creo que el Presidente se equivocó de cabo a rabo con Martínez).
Las marchas y manifestaciones, así como el activismo en las redes denunciando los métodos del NO, harán costosa para el Centro Democrático su actitud dilatoria. El Centro Democrático moderado le apuntaría a superar la crisis; el Centro Democrático radical a intensificarla, avivando los mismos sentimientos primarios que movilizó en la campaña del Plebiscito.
En este escenario, pedir gestos de reconciliación entre Uribe y las FARC, puede incrementar el costo de la intransigencia, pero hay que hacerlo respecto de ambas partes. En este orden de ideas, es preciso pedirles a las FARC que se muestran dispuestas a realizar acciones contundentes que harían que este país se movilizara masivamente a favor de los Acuerdos: seguir pidiéndole perdón a numerosas víctimas, realizar un compromiso de reparación empeñando recursos en ello y dar cuenta del paradero de cerca de 400 personas secuestradas, una demanda hecha por las víctimas de las FARC, que no fue ignorada por la Mesa de Negociación. Acciones como éstas podrían ser correspondidas con un reconocimiento de cuánto de víctima hay en cada victimario, por ejemplo, refiriendo todos los casos de violencia contra familiares de las FARC – poner una flor en su tumba sería una materialización de ese reconocimiento.
La Mesa de Negociación entre el Gobierno y las FARC estudiará las propuestas de modificación y adición a los Acuerdos de Paz. Una actitud a tono con la coyuntura de parte de la izquierda sería la de asumir la discusión propuesta por los abogados del NO y formular constructivamente fórmulas de compromiso. Una de ellas puede ser que la dirigencia de las FARC renuncie a la entrada automática en el Congreso y acepte hacerlo una vez esté resuelta su situación jurídica, lo cual requeriría que delegara la actividad de esa organización en el Congreso en personas sin antecedentes, que luego cedan su curules a quienes puedan ocuparlas. Más difícil de tragar para las FARC, pero no menos meritoria en su sopesamiento, es la propuesta de Henry Robinson, antiguo combatiente del IRA y claro simpatizante del SÍ, de que las FARC se bajen del bus de las curules automáticas y compitan por ellas en el marco electoral, propuesta que va a acompañada de la advertencia perentoria a los abogados del NO de que renuncien a ver a la dirigencia de las FARC metida en la cárcel.
En un escenario de concesiones recíprocas, el capital del Nobel se reproduce y se amplía: lograría incluir a muchísimos del NO, quién sabe si al mismo expresidente Uribe. Por lo que ha dejado ver el expresidente hasta ahora, yo tengo mis aprehensiones. No obstante, apostarle a la reconciliación significa tener la esperanza de que incluso expresidente Uribe pueda suscribir los acuerdos.
En suma, como todos los capitales, el del Nobel se puede invertir bien recogiendo un gran cambio en el plano interno o se puede dilapidar a medida que pase el tiempo y el Centro Democrático logre recomponerse del golpe del Nobel y del auto-golpe de Vélez Uribe. Vale la pena aludir aquí a lo que alguna vez dijo el gran politólogo Dan Quayle (también vicepresidente de los Estados Unidos 1988-1992): “Creo que estamos en una tendencia irreversible hacia más libertad y más democracia, pero eso podría cambiar.” Wall Street Journal, 26 de Mayo de 1989.