
Fidel Castro no fue nunca una figura que yo encontrara particularmente encomiable. La gente que se perpetúa en sus cargos no concita mi admiración. No importa que sea la rectoría de una universidad, la dirección de una organización no gubernamental de derechos humanos, o una curul en un órgano representativo. La pertinacia y la tozudez de quienes se apegan al poder alimentan todas mis aprehensiones.
En esta categoría tenía yo clasificado a Fidel Castro. Tan fuerte era este aspecto de su persona que oscureció para mí muchas otras de sus facetas, tantas que sólo ahora puedo reconocer la intensidad de mi prejuicio hacia este líder singular. Cualquier estudioso que honre la actividad que realiza siempre reconoce lo que le dicen los hechos. Y lo que los hechos dicen acerca de Fidel Castro es mucho más extenso y más generoso que lo que yo mismo podría haber dicho de él sin pensarlo dos veces.
Varios comentaristas en Colombia han utilizado toda suerte de epítetos y juegos de palabras para caracterizar a Fidel Castro en forma negativa. Un columnista de la revista Semana lo llamó “el gran farsante latinoamericano”. Otro se burló de él y de su legado haciendo una paráfrasis de una de sus más conocidas expresiones: “la historia me absorberá”. La lista es larga. A Castro todavía le reprochan haber animado movimientos revolucionarios en el continente americano, como si no hubiese habido una buena cantidad de gente que por su propia iniciativa encontró en la Revolución Cubana el modelo para superar tantas y tan prolongadas injusticias.
En nuestro medio, pocos observadores de la política internacional y la política de paz han evaluado sine ira et studio la forma en la cual Fidel Castro se comprometió con la búsqueda de una solución política al conflicto armado en Colombia. En las memorias sobre el apoyo de su gobierno al fallido proceso de negociación en el Caguán, Fidel Castro fue bastante explícito acerca de la forma en la cual, a la sazón, las FARC estaban convencidas de que todavía era posible una toma del poder por las armas. Al hacer estas revelaciones en su libro La Paz en Colombia (un libro que se puede descargar gratuitamente en este sitio), Fidel Castro sin duda alguna le puso presión a toda la insurgencia colombiana para que se convenciera de que la única salida que podría tener el conflicto armado tendría que ser la negociación política. Tiempo después de la publicación de esta memoria, hemos visto como el gobierno de Cuba ha sido un anfitrión generoso y un extraordinario acompañante de las negociaciones entre el Gobierno y las FARC. A este respecto, recomendaría la lectura de uno de los capítulos del libro de Hernando Corral Relatos Clandestinos de una Guerra que Se Acaba pues detalla la forma en la cual el apoyo del gobierno de Cuba al proceso de paz en Colombia ha sido decisivo.
Entiendo, sin embargo, que la aversión al comunismo, a la revolución y a la dictadura pueden ser tan fuertes que opaquen todo ello. Con mucho ofuscamiento, a Fidel Castro y al régimen cubano les endilgan muchas acciones de las cuales no fueron responsables, por lo menos, no directos. Con más objetividad, uno debería considerar a la par la injusta represión ejercida contra los opositores y el extraordinario desarrollo social alcanzado en esa isla del Caribe. Y en el marco de un ejercicio desapasionado de sopesamiento, en lo que concierne a su política exterior, uno debería hacerle a Fidel Castro no un mero reconocimiento sino un verdadero tributo como líder ejemplar del Siglo XX.
Fidel capturó la imaginación de generaciones en el mundo entero con una generosidad que todavía resplandece. En efecto, poco tiempo de haberse sacudido del yugo colonial francés, Argelia enfrentó una grave carencia de profesionales que prefirieron huir a la metrópolis. Fidel entonces envió a ese país una brigada de 56 médicos e incluso proporcionó tratamiento médico en Cuba a muchos huérfanos y veteranos argelinos. Como lo subraya Antonio Tomás, biógrafo del líder anti-colonial africano Amílcar Cabral, el gesto de Fidel encarnó un “internacionalismo sin precedentes”.
Pero no fue un mero gesto. Fidel lo convirtió en una política de tal envergadura que la versión en inglés y en francés de Wikipedia tienen artículos dedicados al internacionalismo médico cubano. De acuerdo con una fuente citada por esos artículos, Cuba le proporciona al mundo en desarrollo más personal médico que todo el conjunto de los países del llamado G8 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia). La presencia de brigadas médicas no ha sido nunca restringida a países con los cuales el régimen cubano ha tenido alguna afinidad ideológica o política. En efecto, esas brigadas se hicieron presentes en Chile, Nicaragua e Irán, en 1960, 1972 y 1990, respectivamente. En el año 2004, luego de la inundación de Nueva Orleáns como consecuencia del Huracán Katrina, Cuba le ofreció a Estados Unidos una brigada de 1500 médicos, pero el Gobierno de G. W. Bush rechazó esa oferta.
Luego de hacer este recuento, uno puede darse cuenta de lo extraordinario que Fidel ha dejado grabado en la conciencia de la humanidad: no se necesita ser una potencia económica para proporcionar ayuda a otros países. Lo que se precisa es voluntad para reconocer que los problemas del prójimo son tan acuciantes como los de uno – algo que no pueden comprender quienes ven el mundo simplemente en términos de estimaciones de costo y beneficio.
El internacionalismo humanitario que promovió Fidel estuvo desde el inicio ligado estrechamente a su solidaridad con los movimientos anti-coloniales. Gracias a Fidel, la historia de las luchas de emancipación en el continente africano han quedado por siempre asociadas a la isla de Cuba. Más allá de los cálculos políticos, del ajedrez al que jugaron las Superpotencias durante la Guerra Fría, Fidel apostó siempre por la lucha anti-colonial. Muchas veces lo hizo desbordando las maquinaciones de los fríos burócratas de la Unión Soviética. Por cuenta del apoyo de Cuba, Cabo Verde, Guinea Bissau, Angola y Namibia conquistaron su independencia, y Suráfrica pudo ver el final del ominoso régimen del apartheid.
La presencia de Cuba en Angola fue quizá la que tuvo un impacto más profundo y duradero en el continente africano. En ese país, entre finales de 1987 y mediados de 1988, tuvo lugar la Batalla de Cuito Cuanavale. Por cuenta del apoyo militar cubano, las fuerzas del régimen del apartheid sudafricano tuvieron que retirarse de Angola y entrar en negociaciones de paz. Fruto de estas negociaciones, Namibia adquirió su independencia. La derrota del régimen surafricano en Angola también incidió favorablemente en el tránsito a la democracia en ese país pues hizo notoria la dificultad de mantener el régimen del apartheid.
Conviene resaltar que, por esa misma época, líderes de regímenes que se llamaban a sí mismos democráticos habían saboteado los esfuerzos por aislar el régimen segregacionista surafricano. En 1986, Ronald Reagan vetó una ley en el Congreso que comprometía al Gobierno de los Estados Unidos a aplicar sanciones a dicho régimen. El veto fue superado por el Congreso, pero Reagan maniobró para incumplir varios de sus mandatos. Otro tanto hizo Margaret Thatcher en el Reino Unido, quien impidió que el Parlamento británico aprobara sanciones económicas contra Suráfrica por su régimen segregacionista. Es difícil separar las decisiones de Reagan y Thatcher de la historia de opresión y explotación del continente africano por parte de líderes de origen europeo.
El contraste con la política seguida por Fidel es bastante elocuente. De acuerdo con el biógrafo de Nelson Mandela, Piero Gleijeses, el líder surafricano tenía una clara conciencia de ello. En su cautiverio en Robben Island, observa Gleijeses, Mandela escribó sobre Cuba lo siguiente: “Fue la primera vez que un país había venido desde otro continente no a llevarse algo sino a ayudar a los africanos a alcanzar su libertad.”
Por ello, en la primera oportunidad de trabar contacto con una delegación cubana, Mandela agradeció el apoyo de Fidel y de Cuba a las luchas de liberación en el continente africano. En efecto, con ocasión de la ceremonia formal de independencia de Namibia, Mandela dijo lo siguiente:
“Cuito Cuanavale marca el viraje en la lucha por librar al continente y a nuestro país del azote del Apartheid.
“Yo y mis colegas estuvimos en prisión por casi 30 años y ese periodo nos pareció extraordinariamente corto porque sabíamos que teníamos amigos firmes en casi todas las partes del mundo y uno de esos amigos, que ha sido muy consistente y cuya voz ha sido muy clara, ha sido el compañero Fidel Castro.
“Nunca hemos dudado de que en él y en Cuba tenemos a un amigo en el que podemos confiar.
“Desde el punto de vista del tamaño y la cantidad de población, Cuba es un país pequeño, pero tiene un gran impacto en los asuntos internacionales, similar al de las grandes potencias.
“Y Cuba ha demostrado que no importa el tamaño del país, sino de su política y del calibre de sus líderes: es lo importante.”
Uno de los primeros viajes que hizo Mandela al exterior fue a Cuba. Al entrevistarse con Fidel en 1991, le pidió que visitara su país. Fidel le contestó, “No he visitado mi patria sudafricana (…) Creo que va a tener que ser hoy mismo; voy a tener que irme en el mismo vuelo contigo.” Años después, en 1998, Fidel fue a Suráfrica. Recibido como huésped de honor, Mandela lo invitó a hablar ante el Parlamento. Allí, Fidel dijo, “Conviértase Suráfrica en modelo de un mundo futuro más justo y más humano. Si ustedes pueden, entonces todos podemos.”
Como dijo el poeta, tout le rest est littérature.