Por: Jenniffer Vargas Reina

Hace poco menos de un mes James Scott se despidió del mundo que tanto amó desde su casa en Durham Connecticut. Fue un hombre generoso y brillante, calificado por algunos como uno de los grandes intelectuales de nuestro tiempo. Y no se equivocan, todos sus libros han traspasado las fronteras idiomáticas y geográficas y se han convertido en verdaderos clásicos de las ciencias sociales.

El primer libro que leí de Scott fue The weapons of the week, everyday forms of peasant resistance. La narrativa era impecable y su argumento básico y sencillo me cautivó: los campesinos de Malasia le enseñaron durante dos años de trabajo de campo al profesor Scott, que preferían desarrollar pequeños actos de resistencia en su vida cotidiana antes que embarcarse en la costosa y peligrosa revolución. Prácticas como el sabotaje, el robo, la dilación, la evasión de impuestos, pasar por ignorantes, entre otras, eran usadas por los campesinos como armas que les permitían resistir las consecuencias negativas de la revolución verde. Ciertos libros marcan nuestras historias personales, este marcó la mía porque me permitió asimilar que aunque las acciones de resistencia cotidianas parezcan insignificantes o fragmentadas, son fundamentales para entender cómo las clases subordinadas pueden influir en las estructuras sociales y económicas que los oprimen.

Su legado no se limita a su vasta producción literaria, sino que también incluye la creación de espacios icónicos para el debate agrario. Fundó y fortaleció el programa de estudios agrarios en la Universidad de Yale, donde estableció un coloquio que se convirtió en un epicentro para discutir las últimas investigaciones en el campo. Este foro no solo ha impulsado el diálogo entre agraristas de todo el mundo, sino que también ha sido un punto de encuentro crucial y vibrante para nuevas ideas y colaboraciones.

Justamente en estos espacios conocí a James, cuando realicé una estancia post-doctoral en el programa de estudios agrarios de la Universidad de Yale desde el otoño del 2019 hasta la primavera del 2020. Me impresionó su elocuencia, sencillez e inteligencia. Sus intervenciones buscaban posicionar una verdadera mirada interdisciplinaria sobre los estudios agrarios. Con frecuencia nos invitaba a leer novelas y libros de las más diversas disciplinas para desarrollar un pensamiento divergente capaz de ver más allá del marco prestablecido y de reunir lo que la ciencia moderna separó.

Era una persona cercana con sus estudiantes, con frecuencia nos invitaba a su casa y alardeaba de su establo nuevo, de las ovejas y gallinas que tenía en su pequeña granja. Le gustaba construir vínculo con la comunidad universitaria de agraristas alrededor de los alimentos que generosamente nos compartía en su mesa. Me gustaba escuchar su tono de voz bajo y su ritmo pausado que capturaban la atención de estudiantes, invitadas y profesoras. En sus asesorías estaba presto a escuchar y a entablar un diálogo sereno y agradable. Era respetuoso de las preguntas y búsquedas de los estudiantes y les invitaba a arriesgarse ¡era un maestro!  

Aunque todas sus obras son muy distintas se vislumbra en la mayoría de ellas un par de asuntos que persisten y que se abordan desde diferentes perspectivas: la resistencia de las personas subordinadas desde prácticas cotidianas que despliegan para enfrentar al poder y la falla del estado en su intento de hacer legibles a las sociedades para gobernarlas y controlarlas.

En su libro “Domination and the Arts of Resistance: Hidden Transcripts (1990)” Scott distingue el discurso oculto de los oprimidos del discurso público en la interacción con los dominadores. Es en ese espacio oculto -olvidado por la ciencia política dominante- y fuera del alance del adversario, en el que los subordinados construyen la infrapolítica, se niegan al poder del dominador y crean nuevos significados y prácticas a partir de su dignidad y autonomía, sin exponerse ni confrontar públicamente a quienes detentar el poder.  Continuando con su agenda, pero esta vez desde la lente del estado: “Seeing Like a State: How Certain Schemes to Improve the Human Condition Have Failed” Scottanaliza cómo los intentos de los estados para simplificar y gestionar las sociedades en aras de hacerlas más legibles, y por ende, controlables, han resultado en varios fracasos catastróficos debido a la falta de comprensión de la complejidad local. Y en uno de sus libros más recientes  The Art of Not Being Governed: An Anarchist History of Upland Southeast Asia (2009) narra las experiencias de diversos pueblos ubicados en las sierras del sudeste asiático para mantenerse deliberadamente al margen de la administración del poder colonizador y del estado.

La genialidad de Scott proviene de su capacidad para sorprenderse con lo simple y de su deseo de desentrañarlo de manera autentica y honesta, de la valentía que tuvo para romper esquemas en una universidad de la Ivy League y de su pasión por comprender la forma de vida de las comunidades campesinas. Aunque fuera politólogo su corazón perteneció a la antropología. Fue criticado por no seguir las reglas convencionales de la ciencia política pero si las hubiera seguido seguramente no hubiera logrado impactar a tantas audiencias y hoy no tendríamos el legado que generosamente construyo y compartió. Solo alguien con el genuino interés que tenía James de escuchar legítimamente al otro y de acoger su particularidad pudo haberse sostenido en esa apuesta de encontrar los puntos de fuga de los debates teóricos predominantes y correr la frontera de lo que se consideraba posible, abriendo nuevos espacios para el pensamiento crítico y la inclusión de perspectivas marginadas.

Desde el Observatorio de Tierras, despedimos a uno de los miembros más destacados del Comité Científico Internacional. Su legado ha impactado profundamente tanto los estudios agrarios como los debates de los movimientos sociales y la acción colectiva. James Scott será recordado como un maestro comprometido y un pensador apasionado, cuyo trabajo reflejaba una profunda preocupación por las injusticias sociales y el potencial humano para resistir y re-imaginar el poder.

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